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La precaria situación de los docentes marroquíes

Niños marroquíes pintando en el aula de una escuela [Julie Delahanty / Twitter]

El Ministerio de Educación marroquí ha estado trabajando de manera frenética para rectificar algunos de los reveses que sufre el sector, especialmente en vísperas del reciente despido de ministros. Se han contratado nuevos maestros y los comités ministeriales han organizado inspecciones sorpresa. Además, las medidas contra el absentismo se han aplicado estrictamente, mostrando una tendencia a reconsiderar las reformas educativas. Sin embargo, los pasos dados pueden ser contraproducentes ya que le dan poco peso a los maestros mismos, incluso si no llegan a las acusaciones de acelerar la caída de la educación hasta el fondo.

Si bien se reconoce la importancia del sector, los proyectos de reforma educativa en el reino rara vez colocan a los docentes en el centro del proceso. El enfoque y los fondos se dedican a los planes de estudios, los procedimientos centrados en el alumno y la infraestructura, que culminó con el lanzamiento de un Consejo Superior para la Educación. La importancia de los derechos de los docentes y las reformas genuinas son algo marginal.

Aunque la controversia sobre las reformas educativas se produjo ya en la independencia del país, las calamidades de los docentes comenzaron principalmente en la década de 1970, cuando el difunto rey Hassan II consideraba a las escuelas como una fuente de problemas políticos.

Para consternación del régimen, la movilidad social indicaba que las escuelas públicas estaban produciendo una generación de buscadores de la democracia y de denunciantes de la oligarquía, como si eso fuera una desgracia para el país. Como resultado, los profesores, especialmente los de izquierdas, fueron castigados con prisión o con desapariciones forzadas. Sin embargo, toda la profesión docente ha sido blanco de bajos salarios, fuertes impuestos, destinos lejos del hogar y malas condiciones de trabajo.

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Por el momento, los maestros están siendo humillados con frecuencia. Las nuevas contrataciones se han considerado una oportunidad más política que educativa. Durante el estancamiento político posterior al 7 de octubre, las escuelas fueron presionadas, especialmente en las redes sociales, para demostrar su falta de infraestructura adecuada para atender a la gran cantidad de alumnos. Para colmo de males a raíz de las políticas corruptas, el objetivo era acusar al entonces jefe del gobierno, Abdelilah Benkiran, y a su gabinete de descuidar la reforma educativa. Los docentes debían enfrentarse a la escasez de recursos humanos en sus escuelas.

Desde que el gobierno de Saad Eddine El-Othmani vio por primera vez la luz del día después del "bloqueo", ha intentado resolver la escasez de maestros como una cuestión de urgencia. Por lo tanto, las aulas comenzaron a ver empleados a titulares de diplomas sin capacitación para llenar las vacantes. Tal vez el proyecto de nombrar a un gran número de maestros tenía como objetivo apoyar al esperado gobierno de Ilyas Elomari, pero los resultados de las elecciones del 7 de octubre dictaron lo contrario. La lucha política ha eclipsado la necesidad de una intervención urgente.

Hoy en día, la elección de designar maestros contratados parece ser estratégica. Con la necesidad interminable de más docentes, agravada por la gran cantidad de jubilaciones, una nueva ola de maestros se unirá a las escuelas a través del sistema de contratos. La incertidumbre sobre la seguridad laboral en un momento de estancamiento económico e inflación crea una bomba de relojería para algún problema social futuro, ya que la vulnerabilidad alimenta la movilidad.

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Además, los sindicatos de docentes han sido sofocados lenta pero implacablemente. Se han unido a los partidos políticos, por lo que su incidencia varía según la relación de su partido con el estado. Cuando el partido aliado está en el cargo, la defensa del sindicato disminuye, a diferencia de cuando el partido está en oposición. Lo que es más, una tradición en la creación de élites es que el estado ofrece zanahorias a sus oponentes, antes de usar el palo contra los que son tercos. Muchos líderes sindicales prefirieron la zanahoria, dando lugar a disputas y divisiones internas. Como resultado los derechos de los docentes se han visto marginados. Los maestros también son forzados a comprender que los sindicatos son ineficaces. El ministerio aprueba leyes, decide reformas y cambia los planes sin tomar en serio a los sindicatos. Los docentes formaron grupos nacionales de coordinación para superar las debilidades sindicales, especialmente durante la movilización de la Primavera Árabe. Los sindicatos acordaron mediar entre el ministerio y esos grupos, dividiendo aún más la defensa de los docentes.

Además, se presta poca atención a la situación social de los docentes. A pesar de los considerables impuestos que pagan, la atención médica que reciben es deficiente; el seguro de los maestros también está moribundo. Cuando se deciden los recortes salariales, las resoluciones se ejecutan de inmediato, mientras que los aumentos salariales suelen verse envueltos en largas e inciertas reuniones de "diálogo social" entre el gobierno, los sindicatos y los empleadores. Cuando los maestros son agredidos en sus aulas, su protección legal no está clara. El Ministerio ha recurrido a la emisión de una circular que reduce el castigo de un estudiante a la limpieza de los baños, al cepillado de los patios de la escuela o a la mera organización de los libros en la biblioteca. La dignidad de los maestros no parece ser una prioridad en la agenda ministerial.

Además, el Ministerio mismo maltrata a los maestros intencionadamente. Por ejemplo, en septiembre se publicó una lista de 611 maestros que estaban ausentes del trabajo. La lista potencialmente difamatoria, sorprendentemente, incluyó a maestros que tenían razones legítimas para ausentarse, como licencias de maternidad o enfermedadades varias. La calamidad se agrava al incluir información incorrecta como ausentarse durante 81 o 95 días en un mes. Aunque el paso no se aplica a todo el personal del ministerio, los comentaristas, especialmente en las redes sociales, aprovecharon la oportunidad para contrarrestar la infamia propagandística del ausentismo docente. Compararon a los 611 presuntos absentistas con los miles de maestros que perseveran pese a las sórdidas condiciones en las que el Ministerio espera que trabajen.

Por lo tanto, una reforma educativa seria tiene, en primer lugar, que señalar las verdaderas fuentes de corrupción y mala gestión en el sector. En ese caso, el enfoque debería pasar de tratar a los docentes simplemente como una fuerza de trabajo implementando políticas gubernamentales y culpándolos de los reveses, a verlos como verdaderos socios cuya dignidad es el punto de partida para que cualquier reforma genuina tenga lugar.

 

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