La muerte del rey Abdullah en enero de 2015 resucitó el debate sobre las reformas en Arabia Saudí. En aquel momento, muchos sugirieron que quizá la inclusión de príncipes más jóvenes en el gobierno del Reino podría acelerar estos cambios necesarios.
La región recibió con positividad el nombramiento del príncipe Mohammad Bin Nayef, de 54 años, como príncipe heredero en abril de 2014. Como príncipe “joven” dentro de los estándares del gobierno saudí, esto suponía que la familia real saudí realmente avanzaba hacia el progreso. El ascenso del príncipe Mohammed Bin Salman, el hijo favorito del rey Salman, primero como ministro de Defensa y después a cargo del proceso de transformación económica, confirmó aún más este sentido de positividad.
En junio de este año, durante el mes sagrado del Ramadán, el mundo se despertó con la noticia de que Arabia Saudí, Egipto, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos habían impuesto un bloqueo por tierra, mar y carretera contra el Estado de Qatar. Fue una decisión tomada de la noche a la mañana que dejó estupefactos a muchos. Poco después, el 21 de junio, Bin Nayef fue despedido como príncipe heredero y reemplazado por Bin Salman. Considerados en conjunto, son dos sucesos sin precedentes.
Bin Salman es relativamente popular entre los jóvenes saudíes; muchos se identifican con él. Nació y se crio en Arabia Saudí y pasó toda su juventud y sus años universitarios en el país. La mayoría de las familias ricas envían a sus hijos a estudiar al extranjero, pero el rey Salman mantuvo a su hijo en el Reino.
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Las propuestas del nuevo príncipe heredero incluían la privatización del gigante petrolero Aramco, la mayor empresa del mundo árabe. La privatización pretende generar empleo y desarrollo socioeconómico en Arabia Saudí. Estos objetivos han beneficiado a la popularidad de Bin Salman, especialmente entre los jóvenes.
Sin embargo, parece exasperarle el liderazgo religioso que aún domina el espacio social y político de Arabia Saudí. Su tono y su actitud sugieren que lo considera un obstáculo para sus reformas y su gobierno. En el último par de meses, ha detenido a varios ulemas musulmanes reconocidos. Inevitablemente, su manera de seguir adelante con las reformas le ha supuesto críticas; también de su propia familia. Por ejemplo, su decisión de respaldar la construcción de un resort turístico en la costa del Mar Rojo ha supuesto un problema para muchos saudíes conservadores. Del mismo modo, la decisión de permitir a las mujeres conducir no sólo ha atraído una cobertura mediática positiva, sino que también ha beneficiado a su popularidad, una vez más, sobre todo entre la juventud. A pesar de todo, su inmadurez y su inexperiencia políticas siguen manifestándose de varias formas.
La represión de la disidencia en el Reino dio otro giro de tuerca este fin de semana. Varios príncipes, políticos y miembros importantes de la sociedad saudí fueron detenidos, entre ellos el príncipe Alwaleed Bin Talal. La detención de Bin Talal, uno de los hombres más ricos del mundo, se produjo momentos después de la creación del Comité Anti Corrupción, dirigido por el ahora omnipresente Bin Salman. Curiosamente, en medio de toda la confusión en Riad, el presidente estadounidense Donald Trump escogió ese momento para twittear urgiendo a Arabia Saudí a incluir a Aramco en la Bolsa de Nueva York: “Apreciaría mucho que Arabia Saudí incluyera a Aramco en la Bolsa de Nueva York. ¡Es importante para Estados Unidos!”
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Poco después de anunciarse el comienzo del Comité Anti Corrupción, surgieron informes sobre un misil interceptado en las afueras de Riad, disparado por los houthíes de Yemen contra Arabia Saudí. Lo sospechoso sobre esta noticia es que los informes también alegaban que ciertos líderes regionales del Reino colaboran con los houthíes. Sonaba como un pretexto para justificar una acción más contundente.
Estos sucesos fueron flanqueados por otros acontecimientos que afectan a la región. El primer ninistro de Líbano, Saad Hariri, anunció su renuncia en Riad, citando posibles intentos de asesinato hacia su persona. En su discurso de dimisión, Hariri acusó a Irán de inmiscuirse en los asuntos de su país. Cuando la noticia se hizo pública, las redes sociales de Líbano se inundaron de comentarios. Algunos bromeaban, comparando el lugar elegido por Hariri para anunciar su renuncia con “divorciarse por WhatsApp”. Sigue siendo un misterio la razón por la que Hariri decidió anunciar algo tan importante desde Riad.
El domingo, las agencias de seguridad de Líbano cuestionaron sus acusaciones. “No hay pruebas de ningún intento de asesinato contra Hariri”, insistieron. Es más, el presidente de Líbano, Michel Aoun, declaró que no aceptará la dimisión de Hariri hasta que regrese a Beirut. Hassan Nasrallah, de Hezbollah, arremetió contra la decisión de Hariri, alegando que su discurso “se lo había dictado Arabia Saudí”.
Mientras tanto, Bahréin resucitó una antigua disputa fronteriza con Qatar, que, previamente, se resolvió con la intervención del Tribunal Internacional de Justicia. Según Al-Jazeera, “En 1991, Qatar llevó la disputa al Tribunal Internacional de Justicia tras décadas de mediación saudí fallida y evitando, a duras penas, un conflicto armado entre ambos países. El conflicto se resolvió en 2001…”
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Los eventos en el Golfo durante el fin de semana son sumamente confusos; basta con decir que todos son demasiado coincidentes; el orden en el que ocurrieron y se anunciaron sugiere cierto grado de coordinación. También indican lo que va a suceder y el nivel de impunidad e indiferencia respecto al proceso legal en Arabia Saudí. Aunque puede que algunos de los detenidos por las autoridades saudíes sean realmente culpables de algún delito, la historia nos recuerda que las reformas que empiezan con una ofensiva contra la disidencia rara vez, o nunca, tienen éxito.
¿Cómo pudo el Comité Anti Corrupción detener a tanta gente en tan poco tiempo? Parece burlarse del sistema de justicia, y reduce la credibilidad de las “reformas” saudíes, convirtiéndolas en una caza de brujas política. Los sucesos delosúltimos días también reflejan la infantilidad política del príncipe heredero Mohamad Bin Salman en una región que necesita urgentemente un liderazgo político de calidad.