El conflicto sirio se acerca a su conclusión, como demuestra la captura del gobierno de la estratégica provincia de Deir Ez-Zor. El gobierno sirio ha aprovechado su ventaja al arrebatar el control de la ciudad fronteriza de Abu Kamal de las manos de Daesh.
La recaptura de Abu Kamal es tremendamente importante a muchos niveles, sobre todo porque apunta a la aquiescencia pasiva de Estados Unidos con respecto a la marcha hacia el este del Ejército Árabe Sirio (SAA,por sus siglas en inglés) y sus aliados. Anteriormente, Estados Unidos parecía estar comprometido a negar a Siria la oportunidad de recuperar la parte este del país.
La recuperación de la zona más estratégica de la frontera con Irak también es importante dentro del contexto regional, especialmente porque Irak acaba de recuperar la ciudad fronteriza de Al-Qaim del control del Daesh. Las milicias chiíes del lado iraquí de la frontera (organizadas como Unidades de Movilización Popular) son las aliadas políticas de las milicias aliadas con el ejército sirio en el lado sirio de la frontera. Por lo tanto, las operaciones a ambos lados de la frontera se están interpretando correctamente como un triunfo significativo para Irán.
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Este aumento repentino – y la aparente incapacidad de Estados Unidos de pararlo – ha sacudido a Arabia Saudí e Israel. La guerra de Siria está concluyendo en los términos favorables para Irán, y es de esperar un mayor nivel de inestabilidad regional, ya que Israel y Arabia Saudí luchan por llegar a un acuerdo frente a esta realidad.
Líbano: ¿el próximo punto álgido regional?
La renuncia del ex primer ministro libanés Saad Hariri mientras se encontraba en una visita no programada a Arabia Saudí sorprendió a los observadores, provocando especulaciones que afirman que los saudíes han presionado a Hariri. La dimisión fue más sorprendente si tenemos en cuenta la creciente cohesión de la política en Líbano, como ha demostrado la advertencia del presidente libanés, Michel Aoun, a Israel de que “todos los libaneses” resistirán a una próxima invasión israelí, sólo dos días antes de la renuncia de Hariri.
La conclusión menos especulativa que se puede extraer es que los saudíes se movilizaron para romper la creciente unidad libanesa que, inevitablemente, favorecería a Hezbollah y, por extensión, a Irán. No se puede descartar la posibilidad de una agresión israelí contra Líbano, ya que, como Arabia Saudí, Israel ha perdido en Siria.
A medida que Siria comienza a recuperarse del conflicto de seis años, demuestra una cada vez mayor confianza en combatir las agresiones israelíes y las constantes violaciones de su soberanía. En el último incidente, las defensas aéreas sirias atacaron a aviones de guerra israelíes en el cielo de Líbano, antes de que fueran atacadas por jets israelíes.
En vista de la volatilidad de la zona – con los ocupados Altos del Golán y las ocupadas Granjas de Shebaa siendo una bomba de relojería – incluso las respuestas proporcionadas de los sirios y de Hezbollah frente a las violaciones israelíes podrían provocar una respuesta desproporcionada de Israel, que, a su vez, podría desembocar en un conflicto mucho mayor.
Mientras que Arabia Saudí tiene mucho que ganar de un asalto israelí a Líbano, no cuenta necesariamente en ello. A pesar de amenazar con la destrucción de Líbano en la próxima guerra, se espera que haya mentes más frías en Tel Aviv, al menos en el futuro próximo. Israel corre el riesgo de sufrir un gran revés (probablemente mayor que la guerra del verano de 2006) al empezar una guerra en un momento en los que sus enemigos sirios y libaneses disfrutan de un impulso estratégico sin precedentes.
El conjunto de los analistas parece estar más o menos de acuerdo a la hora de anticipar estrategias audaces de Arabia Saudí en Líbano. Al fin y al cabo, Arabia Saudí ejerce una influencia considerable en el Líbano, y podría causar un gran daño a la economía libanesa si corta sus inversiones o incluso impone un bloqueo al estilo del de Qatar en Líbano.
Las manos vacías de Arabia Saudí
La aparentemente obligada dimisión del primer ministro libanés coincidió con una purga masiva en Arabia Saudí, ya que el príncipe heredero Mohammad Bin Salman (MBS) intenta acabar con la oposición interna a su autoridad. Las estrategias de MBS, cada vez más intrépidas, tanto interna como regionalmente, parecen estar motivadas, en gran medida, por su confianza en el apoyo del presidente estadounidense, Donald Trump.
Varios informes sin confirmar de fuentes de la oposición saudí sugieren que MBS “sobornó” a Trump por la suma de 1.000 millones de dólares. En cualquier caso, las posturas de EEUU y Arabia Saudí respecto a Irán nunca habían sido tan parecidas como ahora, como demuestra la retórica bélica anti iraní de Trump.
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Es poco probable que los iraníes se queden de brazos cruzados mientras MBS persigue una política regional agresiva y mal pensada. De hecho, puede que los iraníes hayan tenido algo que ver en el ataque con un misil balístico de alcance medio contra el aeropuerto Rey Khaled, en Riad, por parte del movimiento hutí en Yemen. Dando crédito a esta hipótesis, un diario conservador de Teherán cercano al líder iraní Ayatollah Jameneí sugirió que “Dubai podría ser el próximo objetivo de los misiles hutíes”.
La implicación es clara: si MBS intenta seguir adelante, Irán tiene muchas opciones para contraatacar y darle donde más le duele. Pero los saudíes deben lidiar con duros problemas estratégicos y políticos mientras intentan avanzar. Para empezar, a falta de un apoyo consistente de EEUU, Arabia Saudí no tiene posibilidades de frenar el impulso estratégico de Irán, y mucho menos de contener a la República Islámica. Además, en el caso de un avance rápido, Arabia Saudí no podría soportar un enfrentamiento militar con Irán a menos que Estados Unidos aparezca y salve la situación.
En el análisis final, la apuesta de MBS en Líbano, similar a su acción desaconsejable contra Qatar en junio, apenas conseguirá sus objetivos y empeorará la inestabilidad regional.