Middle East Monitor organizó el 18 de septiembre una conferencia titulada "Crisis en Arabia Saudí: Guerra, Sucesión y el Futuro" a la que asistieron antiguos miembros del gobierno británico y académicos y periodistas de todo el mundo. El antiguo líder de los Demócratas Liberales británicos, Lord Paddy Ashdown, pronunció el discurso de apertura del evento.
Este es el texto completo de la conferencia magistral ofrecida por Lord Paddy Ashdown en la conferencia de Middle East Monitor:
En asuntos internacionales, tener un modelo defectuoso para ver el mundo es casi siempre el preludio de practicar políticas defectuosas que terminan en fracaso.
Occidente no puede quitarse la idea de la cabeza de que todavía gobernamos el mundo como lo hemos hecho estos últimos 400 años, desde los días del Imperio Otomano. Así, creemos que todo lo que sucede en el mundo sucede entorno a nosotros, las cosas que son importantes en el mundo solo son importantes porque nos afectan y que en cualquier lugar del mundo donde haya un problema, podemos resolverlo.
Solía haber un dicho árabe que decía: "Si un perro ladra en Oriente Próximo, la inteligencia británica está detrás". Así es como era y así es como en Occidente, reemplazando por supuesto a los británicos con los estadounidenses, pero todavía creemos que es así.
Pero no lo es. Hubo muchas, muchas bajas en las guerras de Irak, Afganistán, Libia y Siria. Una de ellos fue el mito de la omnipotencia occidental y la utilidad de tener una visión centrada en Occidente de todo lo que sucede en el mundo.
Durante cuatro años, quizás un poco más, muchos de nosotros hemos estado advirtiendo que la mayor amenaza para la paz mundial proveniente de Oriente Medio no era el terrorismo yihadista, sino el peligro de un conflicto religioso más amplio entre suníes y chiíes, similares a las Guerras de Religión que envolvieron a Europa en el siglo XVII. Y que las insurgencias terroristas de Irak, Siria, Mali, Yemen, Líbano y a lo ancho del mundo islámico no deberían verse como conflictos individuales, sino como parte y preludios de este enfrentamiento más grande entre Irán y Arabia Saudí.
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La radicalización de la "Umma suní" promovida, asistida y financiada por los elementos saudíes y del Golfo, si no específicamente por sus gobiernos, ya no nos atacan en Occidente como a nosotros nos gustaba creer. Su verdadero objetivo es, ya no es el Gran Satanás de Washington, sino el Gran Hereje de Teherán. Los ataques a Washington, Londres y Madrid son meramente una aproximación para ayudar a ganar apoyo para un conflicto más amplio.
Sé que es hiriente para el orgullo occidental pensar que estos ataques a nuestras ciudades fueron meros daños colaterales. Es difícil para nosotros aceptar que aquí no somos el evento principal, solo los entremeses. Pero así es como es.
Por supuesto, esto no debe servir para subestimar la amenaza real que hay para nosotros aquí en Londres, o para sugerir que no deberíamos haberla tomado esto en serio. El terrorismo en nombre del islam radical es una amenaza real y actual. Las bajas colaterales no son menos bajas. Como los inocentes de Yemen, Irak y Siria saben tan tristemente bien. Las víctimas de los atentados terroristas en ciudades occidentales y los muertos por el bombardeo indiscriminado de los abarrotados barrios de Saná son víctimas del mismo evento: la lucha entre suníes y chiíes que ahora se encuentra al borde de un conflicto abierto.
Una palabra sobre el papel de la religión en estos conflictos amables. Por supuesto, no dudo de ninguna manera de la sinceridad de aquellos que sienten profundamente, incluso violentamente, las diferencias entre las dos grandes ramas del islam. Tengo experiencia personal de ese tipo de odios en Irlanda del Norte y en Bosnia. Estos sentimientos pueden ser odiosos, pero entre la gente común se sienten sinceramente. Mi desacuerdo se ubica menos con las personas equivocadas que se sienten impulsadas a ser los actores en estas tragedias, que con aquellos detrás de ellos que usan la religión para azuzar el conflicto. La realidad es que en casi todos los grandes conflictos llamados religiosos, lo que subyace a los gritos de los clérigos es una contienda entre el poder de las naciones.
Seguramente fue obvio para cualquier observador agudo con conocimiento Oriente Próximo que el momento en el que los asuntos de la región dejaban de ser decididos en las capitales de las grandes potencias occidentales, se produciría una competencia por quién estaba arriba y quién estaba abajo.
Y era probable que esa carrera fuera entre Riad y Teherán, y el vehículo, el motivador y el conductor de ese concurso sería la religión; tal como lo fue en Europa en el siglo XVII, tal como lo ha sido en tantos conflictos en los que he me he visto personalmente involucrado, desde el Lejano Oriente, Irlanda del Norte hasta Bosnia.
Esta particular carrera de poder ha tardado en llegar. Ha estado acumulando fuerza, seguidores y causas a través de las guerras indirectas en Irak y Siria, las insurgencias indirectas en Mali, Libia y Yemen y los atentados terroristas indirectos en las principales capitales occidentales. Sin control, como ha estado, siempre iba a haber un momento en el que esto pasaría de algo entre bastidores y debajo de la superficie, a algo abierto y justo en frente de nosotros.
La repentina seriedad con que Washington se ha despertado a lo que sucedió recientemente en el Líbano, habiendo estado completamente dormido con lo que estaba sucediendo en Yemen, parece indicar que ese momento está muy cerca.
Entonces, ¿por qué esto nos molestaría en Gran Bretaña? ¿No tenemos suficiente en nuestro plato luchando nuestra propia guerra con la UE? ¿No se trata de otro país lejano del que sabemos poco para adaptar la infame frase de Chamberlain?
No, no lo es, definitivamente no lo es.
Un conflicto de poder regional entre Riad y Teherán, enardecido por una disputa religiosa, ya está sembrando pequeñas guerras en la región. Si esto finalmente estalla en algo que involucre directamente a las dos capitales contendientes, entonces creo que veríamos una amenaza a la paz más amplia de al menos la misma magnitud que las tensiones que rodean a Corea del Norte, especialmente si, como parece casi seguro, Israel se involucra.
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Mao Tse Tung llamó a las dos grandes guerras mundiales del siglo pasado "Las guerras civiles europeas".
No es una descripción inexacta o inapropiada.
Porque nos recuerda que, en un mundo profundamente interconectado, los conflictos regionales pueden tener consecuencias globales.
Sugerí hace tres años que la forma correcta de ver los conflictos en Siria e Irak era a través del prisma sunismo/chiismo.
Que las guerras en Siria e Irak no podrían resolverse ni terminar solo por la potencia de fuego.
Que lo que necesitábamos era un Tratado Internacional de Dayton que salvaguardara las fronteras existentes.
Que esto debe involucrar a los jugadores regionales a través de la división sunní / chií y apoyarse en que Rusia, EE.UU. y Europa actúen como poderes garantes.
Que Rusia tenía demasiado interés en el área debido al radicalismo sunní en sus propias repúblicas islámicas, no por unirse a una coalición más amplia para destruir al ISIS.
Que si esto no sucediera, inevitablemente y unilateralmente, se unirían a Teherán y reprimirían con bombas lo que no tuvieron la oportunidad de contener con diplomacia.
Que lo que seguiría sería una profundización de los conflictos locales y un aumento de las tensiones entre Riad y Teherán
Que Occidente sería arrastrado a apoyar a un lado, y Rusia se vería arrastrada a apoyar al otro.
Y que esto al final generaría un conflicto regional en Oriente Medio que tendría consecuencias globales
No me agrada decir que esto es exactamente lo que ha sucedido ahora.
Ahora estamos muy cerca de un conflicto suní / chií con una gran participación de poder en lados opuestos.
Si eso no te causa escalofríos, entonces no has pasado suficiente tiempo estudiando historia.
Una lección que aprendí tanto de Irlanda del Norte como de Bosnia es que, aunque es necesario presionar constantemente por la paz, no se puede lograr la paz hasta que las partes en conflicto estén dispuestas y las condiciones externas adecuadas estén en su lugar. El contexto adecuado, tal vez el único contexto para una paz sostenible en Yemen, Líbano y en otras partes del Oriente Medio , es algún tipo de acuerdo entre Riad y Teherán.
No sé si, a estas alturas del juego, esto ya es posible.
No sé si, habiendo estado tan profundamente comprometido sobre el terreno durante tanto tiempo, el presidente Putin consideraría que ya le interesa desempeñar un papel constructivo en el proceso.
No sé si el presidente Trump, que parece incapaz de resistir cualquier oportunidad para una pelea de perros, tiene la visión estratégica de ver que este tipo de compromiso diplomático va acorde con el interés de Washington.
No sé si Bruselas, ahora tan obsesionada internamente con sus propios problemas, puede gastar energía y voluntad política en cualquier otra cosa.
Pero estoy bastante seguro de que, en ausencia de este tipo de visión y participación, lo que han sido estas dos últimas décadas en un Oriente Medio extremadamente turbulento, podría convertirse rápidamente, si la carrera chií/suní continúa, en algo aún más peligroso, algo que Mao Tse Tong habría reconocido muy bien - un conflicto regional que amenaza la paz en general.
Hay muchas cosas hoy diseminadas por Oriente Próximo que me recuerdan a los Balcanes en 1914.
Entonces, ¿cuáles deberían ser las políticas de las naciones occidentales ante el peligro inminente?.
Si es el caso de que el mayor peligro para la paz mundial que sale del Medio Oriente actualmente no es el terrorismo yihadista, sino una guerra regional abierta entre las ambiciones imperiales de Arabia Saudí e Irán, entonces la política correcta para las naciones occidentales es escrupulosamente no tomar partido
Deberíamos tener relaciones buenas y normales con países del otro lado y tratarlos exactamente igual.
Si patrocinan el terrorismo, debemos oponernos firmemente a sus políticas por todos los medios posibles, en lugar de hacer la vista gorda por la conveniencia a corto plazo.
Si están involucrados en conflictos de poder, no debemos arrojar combustible al fuego apoyando a un lado en contra del otro, sobre todo con armas.
Si cometen crímenes de guerra, debemos condenar esto incluso con mano dura.
Debemos esforzarnos por todos los medios posibles para alentar al diálogo y el acuerdo, y tener cuidado de no tomar medidas que profundicen la división entre ambas partes.
Sobre todo, debemos evitar cualquier paso que impulse los acontecimientos más adelante en la ruta en la que ya estamos avanzados, donde Occidente apoya a un lado: los sunníes, que alientan a Rusia a tomar las armas en apoyo del otro, los chiíes. Este es el resultado del mayor peligro y estamos muy, muy cerca de eso.
Entonces, ahora venimos a Gran Bretaña y Arabia Saudí, especialmente en el contexto de la creciente tragedia de Yemen.
Desde un punto de vista moral, el apoyo de Gran Bretaña a las acciones de Arabia Saudí en Yemen es tan tonto como reprobable.
Está muy claro que se cometieron crímenes de guerra en el conflicto de Yemen, tanto en relación con los ataques indiscriminados contra civiles como mediante el uso de la ayuda y la inanición como arma de guerra. El silencio de Gran Bretaña sobre estos asuntos es atronador y vergonzoso.
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El hecho de que estamos suministrando armas a Arabia Saudí lo es aún más.
El Gobierno nos dice que no se han utilizado armas suministradas por Gran Bretaña en esta guerra. Como alguien que sabe un poco sobre las tentaciones y confusiones de la guerra, simplemente no creo en esto.
El Gobierno debería anunciar la suspensión inmediata de la venta de armas a Riad hasta que se levante el bloqueo de suministros de ayuda y se ponga fin a su bombardeo indiscriminado de civiles.
Conozco lo suficiente de este tipo de conflictos para comprender que es probable que ambos bandos cometan crímenes en este tipo de guerras sucias. Estoy seguro de que es cierto, por ejemplo, que los rebeldes hutíes de Yemen también son culpables de utilizar la ayuda y el hambre como arma de guerra.
Pero la diferencia es que no los apoyamos, mientras que Riad es un aliado a quien suministramos armas de guerra.
No soy tan ingenuo como para no entender los otros factores involucrados aquí. Comerciar en un momento en que, gracias a la locura del Brexit, tenemos una urgencia desesperada por hacer crecer nuestro comercio exterior rápidamente. Asistencia en la lucha contra el terrorismo, que con demasiada frecuencia hace que cerremos los ojos convenientemente entorno a los abusos contra los derechos humanos en los países que son nuestros aliados. El mantenimiento de un equilibrio en Oriente Medio que sea favorable para Occidente. La amenaza de la proliferación de armas nucleares en la región.
Dudo que si flexionamos nuestros principios a favor de la ventaja a corto plazo en todos estos frentes, nos entregue algo de utilidad a largo plazo.
Pero incluso si lo hiciera, esos resultados esperanzadores, si y cuando lleguen, habrían desaparecido hace mucho tiempo por los horrores de una guerra religiosa cada vez mayor en la que las grandes potencias de nuestros días se dejan arrastrar en apoyo de un lado u otro.
Ese es el peligro que ahora enfrentamos y es hora de que los hombres y mujeres del mundo se pongan en alerta.