La verdad es la primera víctima de la guerra. La desinformación destinada a distorsionar al enemigo, el encubrimiento militar de la crueldad de las tropas “pacíficas y pacificadoras” y una buena dosis de propaganda para el dudoso público del país tienen mucho que ver en el éxito de la guerra.
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Pero Reino Unido no está en guerra, o, al menos, no en Yemen. Allí, el conflicto continúa, con su violencia, sus heridos y sus muertos cada vez más eclipsados por la amenaza de la inanición masiva y de una epidemia de cólera. El papel de Reino Unido es algo ambiguo – proveedor de armas, entrenador de tropas – pero, ¿estamos combatiendo? La verdad es que no; al menos, no de forma oficial.
Como en tantas guerras, no hay respuestas claras respecto a quién tiene razón en Yemen. Yemen es para Arabia Saudí lo que México es para EE.UU. o Ucrania para Rusia. Es perfectamente razonable que un país se interese en los asuntos de su vecino, independientemente de su tamaño. La coalición saudí está en Yemen gracias al gobierno yemení, que está reconocido internacionalmente, aunque exiliado en Riad.
Si bien puede existir una justificación moral para que los hutíes, irritados ante la falta de inversiones en su región, se hayan levantado, no hay base constitucional que sostenga su gobierno sobre el país. También está claro que, independientemente de la disputa sobre las armas iraníes, si fuese una elección entre Riad y Teherán, el pueblo hutí yemení optaría por los iraníes. No hay duda de que los hutíes también han cometido crímenes de guerra durante el conflicto.
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Por otro lado, la forma de la coalición saudí de llevar esta guerra también es espantosa. Las víctimas civiles parecen haber aumentado, como resultado de los ataques dirigidos a objetivos no militares, incluyendo mezquitas, escuelas, mercados y hospitales. Varias organizaciones humanitarias con investigadores sobre el terreno han atestiguado lo que parecen ser crímenes de guerra.
Habiéndose suscrito a la premisa general de la guerra, Reino Unido está involucrado íntimamente en la forma de combatir, o en la manera que han escogido los saudíes. Quizá esto explica la reticencia del gobierno de Su Majestad en Whitehall a contar la verdad sobre nuestra participación.
La última mentira que se ha contado se ha revelado en el Mail on Sunday. Se había fotografiado a varios soldados británicos entrenando a las tropas saudíes de camino a Yemen, en lo que el ex ministro y diputado conservador Andrew Mitchell ha descrito como una “guerra sucia”. Además, hay asesores británicos en las sedes de la coalición, donde se planean los ataques aéreos, por lo que los ataques en mezquitas y escuelas se están llevando a cabo con el conocimiento de Reino Unido, si no con complicidad.
No es la primera vez que el gobierno británico ha ocultado la verdad de la guerra del Yemen. En julio de 2016, se tuvieron que realizar una serie de retractaciones en la Cámara de los Comunes después de que quedara claro que la Oficina de Exteriores no sabía si se estaban cometiendo crímenes de guerra. Se corrigieron seis declaraciones ministeriales, un número extraordinario.
En febrero, el entonces secretario de Exteriores y ahora ministro de Hacienda, Philip Hammond, dijo “hemos evaluado que no haya habido una ruptura con la ley humanitaria internacional por parte de la coalición… Sin embargo, estos deberían haber declarado… ‘no hemos evaluado si ha se ha producido una ruptura’”.
La economía del gobierno británico con la verdad no importa mucho cuando se trata de conseguir votos. En un tremendo fracaso de los medios, más de la mitad del público británico no sabe que Reino Unido está ayudando a combatir en la guerra de Yemen. Hay tan poco capital político para oponerse a la guerra que, incluso cuando el candidato antibelicista y líder de la Oposición de Su Majestad, Jeremy Corbyn, del Partido Laborista, ha mantenido un silencio relativo sobre el tema.
¿Está Reino Unido cumpliendo en Yemen la función de Putin en Siria, como he argumentado anteriormente? En retrospectiva, he considerado que mis declaraciones fueron demasiado lejos, pero, fijándonos en los efectos secundarios de la guerra de Yemen, el argumento moral para retirar completamente el apoyo británico crece cada vez más. No sólo se trata de víctimas civiles de ataques aéreos, sino también del cólera.
El cólera es una terrible enfermedad bacteriana que puede matar a una persona sana en hora, al igual que una persona gravemente herida tras un ataque aéreo. Drena los fluidos del cuerpo a través de una severa diarrea. No hace falta decir que no es una forma agradable de morir. Puedes llegar a perder el 10% de tu peso corporal en tus últimas horas. Entras en estado de shock, experimentas calambres musculares y, posiblemente, pierdes tanta presión sanguínea que mueres. Los niños pueden sufrir ataques o entrar directamente en coma.
El brote de cólera en Yemen es el mayor de la historia. El mes pasado, se llegó al millón de casos. Es una cifra de muerte que hutíes, la coalición saudí y los británicos tienen que tener en cuenta, y considerarla a la hora de seguir con esta guerra sin sentido. Mohammad Bin Salman ni siquiera ha obtenido más popularidad al continuar con la batalla, ya que la prensa saudí se ha silenciado sobre Yemen. Es un claro contraste respecto a cómo se cubría la noticia de la guerra en un principio, con lo que parecía una película patriótica de Hollywood, protagonizada por “MBS” almorzando con las tropas.
Puede que la verdad sea la primera víctima de la guerra, pero, ¿qué pasa cuando nadie sabe que se está librando una guerra? Parece ser el caso tanto en Arabia Saudí como en Reino Unido. ¿Qué sucede cuando no hay una declaración de guerra entre las naciones, si, en cambio, se forman coaliciones complejas y sus enemigos son grupos subestatales?Tantas preguntas que requieren respuestas, pero, con el cólera, ninguna de ellas importa. Todo lo que sé es que la guerra tiene que terminar. Ya.