El momento de la petición de retirar las tropas sudanesas de Yemen quizá sea una coincidencia; sin embargo, diez días después de que el presidente de Sudán, Omar Al-Bashir, se reuniera en Sochi con el líder ruso, Vladimir Putin, se han intensificado los temores de que Sudán siga una política exterior distinta que reforzaría la relación con Moscú, separar al país de Estados Unidos y alterar radicalmente su relación, respaldada por los Estados del Golfo.
MEMO entiende que, a pesar de los pronunciamientos de Al-Bashir en Rusia, la actitud de la administración americana sigue siendo sorprendentemente positiva, y se están estudiando intentos de establecer canales diplomáticos más receptivos a las demandas de Sudán, aunque estos no alcanzan el contacto directo con el presidente Al-Bashir.
Entre esas demandas sudanesas se incluye la retirada de su nombre como país exportador de terrorismo, el alivio de la deuda, la aplicación de presión sobre los grupos rebeldes para acabar con el conflicto en Darfur y otras regiones y la apertura genuina de oportunidades de inversión, también en hardware militar y tratados de cooperación técnica.
Parece que Al-Bashir despertó a las fieras en Washington cuando criticó abiertamente al gobierno estadounidense y lo responsabilizó de interferir en la región árabe y en la división de Sudán. Pidió la protección de Rusia y una invitación velada a Moscú para construir una base militar en suelo sudanés para proteger al país de las agresiones de EEUU. Sus comentarios han sido criticados por la oposición de Sudán, incluido el Partido del Congreso Popular, liderado por el doctor Ali Al-Haj.
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En su declaración final con su reunión con Putin, Al-Bashir también prestó apoyo a la inversión militar rusa en septiembre de 2015 en el conflicto sirio. El alineamiento de Sudán con Rusia levanta dudas sobre el papel de Jartum en la coalición saudí contra los rebeldes hutíes en Yemen. La retirada de las tropas sudanesas de Yemen se consideraría un gran golpe para la alianza saudí y dañaría la relación de Sudán con los Estados del Golfo.
Se entiende que Washington lleva mucho tiempo incómodo con el papel fundamental que desempeñan las fuerzas armadas de Sudán en Yemen; hasta el punto de que, durante varios meses, un tema clave han sido las charlas informales para explorar y discutir cómo introducir otro país militar de apoyo en la línea frontal de las operaciones en Yemen. Las estimaciones difieren en la cifra de soldados sudaneses que han muerto en el conflicto, pero varios informes confirmados no superan las 60 víctimas, y las estimaciones no confirmadas no superan el centenar.
Se dijo a MEMO que se tuvo consideración cuando intervinieron las tropas de otros tres países de mayoría musulmana, pero se temía que la naturaleza del conflicto cambiara y la coalición tuviera que enfrentarse a acusaciones de violaciones perpetradas por soldados menos disciplinados que los sudaneses.
En un artículo este fin de semana en Al Jazeera, se citó a fuentes anónimas del gobierno diciendo que “hay razones lógicas por las que el gobierno (sudanés) va a reconsiderar la permanencia de fuerzas sudanesas en Yemen”.
De hecho, se escucharon voces silenciadas dentro del partido gobernante y de grupos opositores como el Partido del Congreso Popular para que se retiren las tropas por miedo a que se asocien con la condena internacional de los constantes ataques de la coalición contra civiles, la propagación del cólera y la hambruna en Yemen.
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Las fuentes de MEMO confirman que ningún ministro del gobierno ha cuestionado el rol de Sudán o pedido de la evacuación de sus fuerzas, pero el analista político Abbas Mohamed Saleh opina que la situación sólo cambiaría si hubiera una gran diferencia en la situación política de Yemen. “Es bastante factible que el conflicto actual entre el ex líder de las fuerzas yemeníes de Abdullah Saleh y las fuerzas hutíes rebeldes en Saná llegue a un acuerdo que podría cambiar el papel de Sudán en Yemen, pero, de momento, no hay señales de que Jartum y sus fuerzas vayan a retirarse unilateralmente”.
A pesar de esto, Sudán parece estar desafiando al gobierno estadounidense para aumentar la presión para normalizar la relación Jartum-Washington. La reciente salida de Burundi de la Corte Penal Internacional (CPI) ha otorgado una plataforma para que Sudán critique que la institución quiera juzgar al presidente sudanés, Omar Al-Bashir, como criminal de guerra. No es ningún secreto que Washington considera la CPI una institución débil, y ha rechazado unirse a la organización o incluso castigar a países mediante el Consejo de Seguridad de la ONU por no cumplir con las órdenes de arresto de la CPI.
Sin embargo, dada la postura de Estados Unidos en cuanto a la CPI, Sudán, que cuenta con el apoyo de la Unión Africana y la Liga Árabe, quiere que la acusación contra Bashir sea anulada. Además, Sudán ha abogado por que EEUU se mantenga alejado de la CPI y de la asociación con la colonización europea de África. En un artículo del periodista y agregado de prensa de Sudán, Mekki El Mograbi, aboga por que Estados Unidos adopte una nueva Doctrina Monroe, una política de los años 20 que lo distanció de las prácticas coloniales europeas. “EEUU debería cooperar con los países africanos con los problemas de la CPI. Que Europa pierda África si lo decide, ¿por qué debería Estados Unidos arriesgar la alienación de África? De hecho, EEUU necesita una nueva Doctrina Monroe, o perderá África por un error de cálculo”, escribió.
MEMO entiende que Washington ha dado luz verde a la segunda etapa de la retirada de las sanciones, y parece estar cediendo a la presión de los periodistas, diplomáticos extranjeros y activistas que hablan con firmeza sobre el papel de Sudán en el programa antiterrorista de EEUU. Ese rol continúa, mediante la operación de control fronterizo, recopilación e intercambio de inteligencia, además de los bloqueos en las fuentes de financiación del terrorismo en el continente africano.
Si creemos lo que dice el diario británico Jane’s Weekly 360 en un artículo del 29 de noviembre, el historial de Sudán sobre el antiterrorismo, el peligro de la unión de la nación árabe-africana estratégica y el bloque ruso oriental y la constante presión diplomática, podría provocar la retirada de Sudán de la lista de países que financian el terrorismo “antes de que termine diciembre”.
Tras una serie de reuniones entre el gobierno estadounidense y Sudán en Jartum y Washington el mes pasado, hay cierto ambiente de optimismo sobre el trato que podría alcanzarse y que integraría a Sudán por completo en la familia de naciones alineadas con los objetivos geopolíticos sudaneses, occidentales, africanos y árabes.