Estaba escuchando la radio, concretamente la emisora nacional del Reino de España, cuando comenzó un programa dedicado a la gastronomía y el turismo en tierra patria.
El invitado a dicho programa, presentado por una mujer, dedicó la mayor parte del programa a hablar de la morcilla.
La morcilla es un embutido con denominación de origen en Iberia cuyo ingrediente principal es la sangre de marrano ( cerdo, cochino, puerco…). La sangre de este animal es el ingrediente principal y según la zona se combina con una cierta cantidad de especias y con cebolla o arroz, una vez frito todo, lo embutiremos en tripas de marrano, normalmente en las tripas del mismo marrano de cuya sangre nos hemos servido.
Como vemos, todos los ingredientes que se combinan con la sangre para la elaboración de la morcilla destacan por lo baratos que son y lo a mano que los tenemos en casa, como si la morcilla fuera una excusa y no quisiéramos invertir mucho en su elaboración. Se puede prescindir de la cayena, por ejemplo, para la elaboración de una buena morcilla, incluso del arroz, pero no de la sangre y la sangre ha de ser de cerdo, cochino o puerco, que cada uno lo llame como menos ofensivo le parezca.
La morcilla se come asada, imprescindible en cualquier buena barbacoa española que se precie, se puede freir y servir en el plato con patatas fritas, como en el típico plato alpujarreño, además se añade a un plato sin nombre en el español al que nos referimos por el recipiente en el que se guisa: el puchero o la olla. Este plato es un revuelto de diferentes ingredientes provenientes del cerdo con garbanzos y alguna verdura. Las “lentejas de la abuela” también se guisan con un trocito de morcilla “para dar sabor”.
El programa de radio antes citado versaba, como hemos dicho, sobre este alimento tan castizo que es la morcilla. En un momento dado, la locutora, quien desde el principio dejó claro que no le gustaba la morcilla, preguntó al invitado con cierto tono de asco (este adjetivo no debe emplearse para hablar de comida, lo sé) “¿ por qué tenemos que comer morcilla?”, en ese momento puse mis seis sentidos en el aparato radiofónico esperando con gran atención la respuesta del invitado pero éste finalmente no contestó a tan relevante pregunta. Sí, he dicho relevante.
Y digo relevante porque en una tierra como la Península Ibérica donde hay tanta variedad de frutas y verduras y una tierra tan fértil, la Vega de Granada es la más fértil de Europa, Murcia es conocida como la Huerta de Europa y en el Levante íbero se dan las mejores huertas desde la época de los fenicios, ¿Qué necesidad tenemos de comernos la sangre del marrano? Y no sólo comérnosla sino convertirla en plato nacional de la cocina española. El invitado no respondió a la pregunta de la locutora, así que voy a hacerlo yo. En el Estado español nos comemos la sangre del marrano, hecha morcilla, con orgullo y satisfacción porque es lo que durante los más de tres siglos de existencia de la Santa Inquisición nos ha salvado la vida. Sí, comer sangre de marrano durante mucho tiempo ha sido un factor determinante para escapar de las sospechas de la Santa Inquisición.
Leer: 1948-1492: De la Nakba palestina a los “falah mankub” de Andalucía
La Santa Inquisición tenía entre uno de sus principales objetivos eliminar física, cultural y espiritualmente todo aquel elemento, fuera persona, libro, comida o cante que mostrara o demostrara ser judío, islámico, musulmán* o en última instancia no católico. Por eso, las gentes de Iberia a la sazón, sobretodo aquellas que no eran cristianas viejas para salvaguardar su vida hacían un esfuerzo sobrehumano por demostrar que eran aquello que la policía religiosa quería que fueran. ¿Cómo demostrar que uno/a es cristiano/a viejo/a? Pues muy fácil, demostrando que no se es ni judío/a ni musulmán/a, es decir contraviniendo públicamente todas las normas religiosas de estas dos religiones monoteístas; en las que lo más destacado es el consumo de cerdo.
Así, son clave en la cultura general del Estado español platos como la morcilla, el jamón y los diferentes embutidos elaborados a base de carne de cerdo. Embutidos además que se servirán ( y se hace hasta hoy día como vestigio de ese esfuerzo) en el centro de la mesa en todas las celebraciones y encuentros sociales, en el centro de la mesa para que todo el mundo pueda ver como acercas tu mano y públicamente comes marrano, dejando claro que no profesas ni el islam ni el judaísmo, pidiendo así que no te maten, que no te embarguen o que no te manden a galeras.
Entonces, comemos morcilla porque la comían nuestras abuelas y éstas porque la comían las suyas y así tres o cuatro generaciones atrás hasta que llegamos a la generación de nuestros antepasados que la comían para demostrar que eran cristianos/as y así salvar su vida de las llamas justicieras de la Santa Inquisición.
Continuará…
* Islámico es un adjetivo que se aplica a las manifestaciones culturales, literarias o arquitectónicas relacionadas con el Islam o en las sociedades donde el Islam es la religión mayoritaria. Musulmán o musulmana es la persona cuya religión es el Islam.