Mientras las repercusiones de la muy controvertida decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel siguen impactando en toda la región y el mundo, existe una gran preocupación e incertidumbre sobre el impacto a largo plazo de este paso.
La mayoría de los análisis se han centrado en la aparente “desaparición” de la solución de dos Estados tras la decisión de Trump de disentir de la tradicional posición neutral estadounidense sobre Jerusalén. Esta impresión la ha reforzado un alto funcionario del Departamento de Estado de EE.UU, que hizo hincapié en la irreversibilidad de la decisión de Trump.
Pero, para ser justos, la solución de dos Estados ha sido poco más que una trampa implícita en un proceso de paz más amplio que lleva años moribundo. El hecho incómodo básico es que la actual administración de Estados Unidos ha cambiado su política respecto a Jerusalén precisamente porque sabía que habría poca resistencia significativa.
Dejando a un lado la insignificante oposición árabe, incluso la postura del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, es falsa en medida en que es poco probable que Turquía rompa completamente los lazos con Israel.
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El tema más importante en términos a la oposición a la medida de Trump gira en torno a las decisiones del único Estado con una estrategia anti-israelí coherente y exhaustiva, es decir, la República Islámica de Irán. Siempre que juegue bien sus cartas, Irán no se beneficiará sólo en el contexto de su amarga rivalidad geoestratégica con Israel, sino que también en cuanto a acabar con los esfuerzos de Arabia Saudí por aislar al país.
Una estrategia consistente
Empezando por la Conferencia de Madrid a finales de 1991, que llevó a los Acuerdos de Oslo en 1993, Irán siempre se opuso a las iniciativas diplomáticas y políticas para resolver el conflicto palestino-israelí, basándose en que, simplemente, no funcionarían.
La postura iraní se basa en la suposición básica de que, a causa de las enormes ventajas políticas y diplomáticas de Israel – en particular, del poderoso lobby israelí de EE.UU.– todo tratado de “paz” necesita contener concesiones a explícitas a las demandas palestis, y no recíprocas.
Si los palestinos se resisten a las cada vez mayores demandas israelíes e insisten en sus derechos legítimos (como han hecho varias facciones palestinas), el llamado proceso de “paz” se detendrá inevitablemente. Básicamente, eso es precisamente lo que ha pasado.
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Mientras que muchos analistas árabes han cuestionado a menudo los motivos de Irán para adoptar esta postura tan intransigente respecto al conflicto Palestina-Israel, estos mismos analistas no han conseguido el suficiente inventario del complejo entorno estratégico, político y diplomático que ha dado forma al enfoque iraní.
En cuanto al conflicto Israel-Palestina, Irán ha seguido una política exitosa, en la medida en la que ha compartimentado su posición dentro de una postura adversaria más amplia con respecto al Estado judío. Mientras que, ideológicamente, la República Islámica está comprometida a la destrucción de Israel, en la práctica, está encerrada en un conflicto geoestratégico convencional con el Estado judío centrado en Oriente Medio que, ocasionalmente, se expande fuera de la región.
En este contexto es en el que Irán puede capitalizar la decisión de Estados Unidos sobre Jerusalén, renfocando la atención regional e internacional en el conflicto israelí-palestino con el objetivo de dinamizar a la resistencia palestina. Pero hay grandes obstáculos.
¿La liberación de Jerusalén?
La reacción oficial de Irán a la decisión de Trump ha sido discreta. Bahram Qassemi, portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, describió la decisión como “mal pensada” y “peligrosa”. Qassemi también reiteró la postura establecida de Irán sobre que la fragmentación y la discordia en los mundos árabe y musulmán permiten que EE.UU. pueda tomar medidas tan drásticas.
A un nivel más profundo, los analistas y estrategas iraníes han teorizado sobre la lógica que hay detrás de la relación de Trump. Un analista la ha descrito como un intento del caprichoso presidente estadounidense de “radicalizar” los asuntos relacionados con el conflicto palestino-israelí.
La supuesta complicidad árabe en el último acontecimiento, en particular respecto a la diplomacia no oficial de Trump con el nuevo gobierno saudí, ha adquirido gran importancia en las evaluaciones iraníes de la decisión de EE.UU. sobre Jerusalén. Los analistas iraníes ideológicamente motivados han discernido una clara mano saudí en la decisión de Trump, y la consideran parte de una mayor colaboración de Arabia Saudí con las prioridades estratégicas del Estado judío.
Al enfatizar su firme y constante oposición a las negociaciones con Israel, la República Islámica puede hundir aún más Arabia Saudí al exponer la impresionante locura del nuevo gobierno saudí de aliarse con Donald Trump.
También es una oportunidad para afirmar el liderazgo frente a la competencia turca, como ha demostrado la fuerte oposición de Erdogan en el tema. Aunque las relaciones turco-israelíes están en un punto bajo, sus lazos bilaterales son lo suficientemente fuertes como para soportar la actual guerra de palabras entre Erdogan y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, como demuestra la resolución de otras disputas previas.
A pesar de estas ventajas, las estrategias iraníes se complicarán por la dinámica en el terreno, que incluye una tentativa de reconciliación entre Hamás y Fatah y la apatía palestina frente a una ocupación israelí aparentemente permanente.
Para empeorar las cosas, algunos estudios recientes sugieren que la mayoría de los palestinos tienen poca fe en la República Islámica, no sólo en términos de la credibilidad de su política respecto a Palestina, sino en un contexto más amplio del papel regional de Irán. A falta de una interacción genuina con la opinión pública palestina, Irán no puede esperar realmente que vaya a actuar como líder.
Sin embargo, la “radicalización” que ha hecho Trump del tema, centrándose en el fin definitivo de la solución de dos Estados como una estrategia de resolución del conflicto viable, permite que Irán siga teniendo un impacto significativo en el conflicto entre Israel y Palestina. Es más; mediante maniobras políticas y diplomáticas hábiles, la República Islámica podría incluso logar recuperar la centralidad del tema palestino en el discurso político regional.