A quienes les indigna el logo de cualquier canal qatarí no les molestan las cartas en hebreo en la mochila de un sionista que se cuela en la mezquita del Profeta, en Medina, con una visa saudí.
Entre ellos también hay quien ve a la viva imagen de la resistencia, la joven Ahed Tamimi, y sólo la considera una chica insolente con el pelo descubierto.
Es lógico que a quienes están a gusto en la era de Trump, Ahed Tamimi no les haga mucha gracia, con su pelo al descubierto, mucho más puro que las barbas de mil jeques y sacerdotes que falsifican y venden textos y fetuas (dictámenes jurídicos islámicos) bajo el mandato de un sionista.
En cuanto a las ventas de fetuas, dada la preocupación sobre el enfado respecto a Jerusalén, hay quien pretende viajar a la ciudad ocupada bajo el pretexto de apoyar la identidad árabe de Jerusalén y protegerla de los ataques de la judaización y la israelización.
¿Qué ha cambiado para que regrese esta actitud y se intenten abrir canales de normalización que ni siquiera quiere el propio pueblo de Jerusalén?
Jerusalén sigue ocupada, y su ocupación se ha intensificado. Por lo tanto, las razones para no visitarla siguen siendo válidas, es decir, aún existe la ocupación. Estas razones se han considerado y discutido hasta la saciedad por parte de los círculos políticos y jurisprudenciales. Todos han concluido que visitar Jerusalén con un visado israelí y de acuerdo a la voluntad y a la supervisión de la ocupación está dentro de la categoría de la normalización libre.
En Egipto, el dicho eterno del antiguo patriarca, el Papa Shenouda III de Alejandría, lo siguen valorando y apreciando todos aquellos involucrados en el problema de cómo resistir a la ocupación y rechazar la normalización de Israel. El patriarca perseveró ante el chantaje en nombre de la religión, que pretendía que él otorgara su aprobación a los cristianos para que pudieran peregrinar a la Iglesia del Santo Sepulcro.
En invierno de 2001, en una entrevista con el público de la Feria del Libro Internacional del Cairo, el Papa Shenouda reiteró su firme postura cuando dijo: “Ahora, mi visita a Jerusalén, bajo la ocupación israelí, es inútil. Además, Israel nos dice: podéis visitarla y nosotros la gobernaremos. Ahora, nuestra visita a Jerusalén conducirá a la viabilidad económica para los sionistas, y los medios israelíes retratarán esta visita a su antojo.”
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Añadió: “Sólo entraré en Jerusalén con un visado palestino en mi pasaporte, con mi amigo, el doctor y jeque Al-Azhar Mohamed Sayed Tantawi, y con mis hermanos árabes. Esto no sucederá hasta que no se elimine la ocupación de Jerusalén y la mezquita de Al-Aqsa esté bajo el control de la Autoridad Palestina.”
Esta postura árabe clara y honorable coincidió con las posturas de cuatro jeques Al-Azhar durante los últimos cuarenta años, empezando por el doctor Abdel Halim Mahmoud, que se negó a acompañar a Sadat en su visita a la Jerusalén ocupada en 1977. A esto le siguió la postura del jeque Gad Al-Haq Ali Gad Al-Haq, que se negó a ceder ante los Acuerdos de Oslo y afirmó que los musulmanes que van a Jerusalén son pecadores, y que los musulmanes no deberían visitar Jerusalén hasta que esté purificada de la profanación de los invasores israelíes, sea recuperada por sus dueños legítimos y se alce la palabra de Dios y la llamada a la oración. También creía que todo musulmán debía hacer todo lo posible por liberar a la ciudad ocupada de Jerusalén y a su mezquita cautiva.
A pesar de su indulgencia por reunirse con rabinos sionistas en su oficina, el jeque Al-Azher Mohammed Sayed Tantawi no se atrevió a desviarse de las posturas de sus predecesores. Enfatizó que se niega a visitar Jerusalén mientras siga encadenada por las fuerzas de ocupación israelíes, porque toda visita de un musulmán ahora “es considerada un reconocimiento de la legitimidad de la ocupación israelí, y una bendición para su brutal autoridad.”
Por último, el actual jeque Al-Azhar Ahmed Al-Tayeb también ha adoptado la misma postura sobre la visita a Jerusalén. Ha dicho que no beneficia a los musulmanes, ya que está bajo la ocupación israelí y se visita con el permiso de las autoridades ocupantes.
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En contraste con estas firmes posiciones, encontramos opiniones conflictivas entre los “árabes moderados” o los “árabes de Trump e Ivanka”, que usan justificaciones muy inflamables y superficiales. Un ejemplo son las declaraciones en 2015 de Iyad Madani, Secretario General de la OCI, y del por entonces investigador saudí Anwar Eshki, así como la visita de una delegación enviada por el gobierno bahreiní durante el punto álgido de la ira árabe frente a la decisión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Los hechos en el terreno nos dicen que estas visitas de normalización no han frenado los esfuerzos de los sionistas estadounidenses por la judaización; al contrario, han acelerado el paso y han aumentado el apetito de Israel por la Ciudad Sagrada. Esto ocurre en medio de una descarada colusión árabe, expresada por el ministro de Exteriores de Bahréin cuando dijo que la decisión de Trump es un problema marginal y secundario que no debería distraernos de problemas mayores. Obviamente, se refiere a la cada vez mayor hostilidad contra Qatar y a participar en importantes batallas históricas contra cualquier micrófono que tenga el logo de un canal de televisión qatarí.
Este artículo se publicó originalmente en árabe en la web de Al-Araby Al-Jadeed el 22 de diciembre de 2017