Los líderes de Palestina se han reunido en Ramallah para responder al reconocimiento de Donald Trump de Jerusalén como la capital de Israel. Trump hizo su comunicado hace 32 días; ¿por qué han tardado tanto? Un gobierno verdaderamente dinámico habría actuado en horas; sin embargo, con la Autoridad Palestina, fue el extraordinario pueblo de Palestina el que tuvo que descargar su ira en las calles.
Una de las opciones que hay sobre la mesa es que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) retire su reconocimiento de Israel. Esto es algo que podría haberse hecho horas después de la decisión sin precedentes del presidente de los Estados Unidos. Incluso tratándose de Trump, el reconocimiento de Jerusalén es algo escandaloso – en tanto va en contra del derecho internacional – y merecía una respuesta igual de potente.
Por supuesto, la vieja guardia que rodea al impopular y poco inspirador Mahmoud Abbas instó a la precaución. Algunos ya dicen que toda medida que moleste a Estados Unidos pondría en peligro el “proceso de paz” entre el Estado sionista y Palestina. La respuesta es obvia: ¿qué proceso de paz?
Está claro que no es más que una ilusión. Desde que Abbás se convirtió en presidente de la AP, hace exactamente 13 años, Israel ha seguido construyendo asentamientos ilegales, robando más terreno a Palestina y demoliendo hogares palestinos. Mientras el territorio destinado a un Estado independiente de Palestina se encogía casi a diario, Israel ha extendido sus fronteras de facto a un ritmo alarmante; ha librado tres guerras brutales contra los civiles palestinos de Gaza; y ha instalado cientos de puestos de control militares a lo largo del reducido territorio palestino en la Cisjordania ocupada.
No es de extrañar que aparezcan héroes y heroínas como Ahmed Tamimi, de 16 años, aunque sólo sea para acabar esposados en tribunales militares israelíes tras realizar actos de resistencia legítima contra la brutal ocupación de su tierra. La joven palestina que se ha ganado los corazones y las mentes de millones de personas de todo el mundo es una gigante comparada con las personas que se reunirán el domingo en Ramallah.
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Muchas veces se asigna al filósofo Edmund Burke la frase “Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Esto se podría aplicar fácilmente a la falta de acción del gobierno palestino en Cisjordania, excepto porque los miembros de esta camarilla sumida en la corrupción y el interés propio no podrán describirse como “hombres buenos”.
Hamás y la Yihad Islámica, ninguno de los cuales es miembro de la OLP, han sido invitados a la reunión en Ramallah, lo cual es una buena señal. Un frente unido de todas las fuerzas políticas y sociales palestinas es la única manera de actuar en estos momentos inciertos. La OLP está en aguas desconocidas, lidiando con un presidente estadounidense tan impredecible como mentalmente inestable, así que, cuando el Consejo Central de Palestina de la organización se reúna la tarde del domingo con el presidente de la AP, Mahmoud Abbas, no deberían perder ni un segundo.
Al igual que en la reunión de cardenales en el Vaticano para decidir al próximo Papa, las puertas de la sala de reuniones han de candarse y quedarse así hasta que los reunidos lleguen a una conclusión. Con un poco de suerte, será una digna del pueblo palestino, que ansía un gobierno valiente que produzca políticas audaces y firmes. Saben que ya cuentan con el apoyo de la comunidad internacional tras la extensa condena de la declaración sobre Jerusalén de Trump. Lo que tienen que hacer ahora los 121 miembros del consejo multipartidista es responder firmemente y con una sola voz.
Trump aún no se ha comprometido públicamente con la idea de un Estado palestino independiente, y no hay duda de que, tras ser humillado internacionalmente (incluso el perrito faldero británico se rebeló y se unió al resto de la manada europea), tendrá ganas de venganza. Con este “pique” ya ha amenazado con frenar la llegada de ayuda humanitaria estadounidense a los palestinos, dirigiéndose a la UNRWA.Uno de los muchos temas a considerar por el gobierno palestino es la duracion de la administración de Trump, que tiene una base de apoyo inquebrantable a pesar (o, quizás, gracias a) de los gestos xenófobos, islamófobos, misóginos y racistas de la Oficina Oval. La mala noticia es que, con el clima actual, Trump podría ganar unas segundas elecciones.
Esperando lo mejor, pero preparándose para lo peor, Abbas tiene que cumplir con su amenaza de que los estadounidenses ya no pueden actuar como mediadores. A pesar de la enorme presión a la que será sometido, debería negarse a recibir al vicepresidente de Trump, Mike Pence, cuando visite la región la próxima semana.
Sé que los distintos gobernantes tienen distintos estilos, pero el fallecido Yasser Arafat habría manejado esta situación de una manera tan diferente que dudo que Trump se hubiese atrevido a siquiera tomar su decisión sobre Jerusalén. Si lo hubiese hecho, imagino que Arafat hubiese llamado a 30 días de la ira, mientras reunía el apoyo de todo el mundo árabe.
Cuando Arafat se comprometía a hacer algo, se podía hacer mal o bien, pero se hacía. Sin embargo, con Abbas, tenemos a un hombre que es conocido por lanzar amenazas, pero raramente cumplirlas, a menos que sean en detrimento de los palestinos de Gaza o en contra de sus rivales políticos de Hamás. Sus amenazas previas de suspender la cooperación se seguridad o el reconocimiento de Israel nunca se han materializado. Abbas es un hombre de palabras y no de acciones, y el abusón de Donald Trump lo sabe, y eso le anima más.
El gobierno palestino debe recordar que, cuando firmó los Acuerdos de Oslo con Israel en 1993 a cambio del reconocimiento formal de Israel, se suponía que el trato era acabar con los asentamientos en 5 años. Siendo realistas, la creación de un Estado palestino independiente se estancó hace dos décadas y ya no existe. Me temo que Oslo es historia.
Los palestinos deben ignorar a EE.UU. en sus futuras deliberaciones, hasta que haya un presidente creíble y totalmente funcional en la Casa Blanca. Esto podría dar un empujón al moribundo proceso de paz en una dirección diferente. El proceso actual murió hace años, e intentar revivirlo sólo supondrá más pérdida de tiempo y de esfuerzos.
El domingo en Ramallah se necesitan nuevas ideas y, me atrevo a decir, un nuevo liderazgo. El pueblo palestino necesita un camino distinto y más viable hacia la paz; un proceso que no dependa de los caprichos estúpidos de Trump y de sus asesores fanáticos.