El 15 de enero, millones de americanos conmemoraron el Día de Martin Luther King. Su famoso discurso de ‘Tengo un sueño’ se repitió en numerosas ocasiones en los medios de comunicación para recordar del mal del racismo, que está resucitando de forma pronunciada en la sociedad estadounidense.
Pero esa es la única versión del doctor King que se puede transmitir, al menos en compañía educada. El otro King, más revolucionario, más radical, debe permanecer oculto.
Justo un año antes de su asesinato, el 4 de abril de 1968, el doctor King pronunció un tremendo discurso que se titulaba: “Más allá de Vietnam”.
“Debemos parar de inmediato”, dijo su voz atronadora. “Hablo como hijo de Dios y hermano del sufrimiento del pueblo de Vietnam. Hablo por quienes cuya tierra está siendo devastada, cuya cultura se destruye.”
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Después, añadió estas palabras, que activaron las alarmas entre quienes pretendían aislar los intentos anti guerra de la lucha de King:
“Hablo de – y para – los pobres americanos, que están pagando el precio doble de las esperanzas destrozadas en su país, y de la muerte y la corrupción en Vietnam.”
A diferencia del famosísimo discurso de ‘Tengo un sueño’ – pronunciado en la ‘Marcha por Washington’ de 1963 – ‘Más allá de Vietnam’ se saltó los límites de lo que es aceptable para la América ‘liberal’, llegando a territorios completamente nuevos, durante los valores pacifistas y solidarios del doctor King se vincularon a la lucha contra el racismo y la pobreza en su país.
Ese día, la lucha de los derechos civiles estadounidenses se liberó valientemente de los confines del excepcionalismo americano para unirse a un movimiento mundial contra el racismo, el colonialismo y la guerra.
No es de extrañar que el discurso del doctor King enfadara a muchos miembros de las comunidades blancas, afiliados directa o indirectamente con el establishment de Washington.
Apenas tres días después del discurso, el The New York Times respondió en su editorial: “No hay una respuesta sencilla para la guerra de Vietnam ni para la justicia racial en este país. La vinculación de estos complejos problemas no llevará a soluciones, sino a una mayor confusión.”
Pero no hubo ‘confusión’, sino una claridad y una coherencia totales. Para realmente significar algo, los valores de los derechos humanos no pueden ser seccionados y aislados el uno del otro.
Sin embargo, lo que alarmó a los llamados liberales fue el crecimiento intelectual y la consciencia del movimiento por los derechos civiles en aquel momento, que había madurado hasta el punto de perseguir una mayor integración entre todas las luchas.
Un King más vibrante y empoderado, con tan sólo 38 años en aquel momento, parecía haber entendido por completo el vínculo entre la opresión de los estadounidenses negros pobres en el país y la opresión de los campesinos vietnamitas pobres en el extranjero. Todos eran víctimas de lo que denominó “los trillizos gigantes; el racismo, el materialismo extremo y el militarismo.”
En ese mismo momento, King había logrado una idea revolucionaria y aterradora que pudo haber contribuido a su asesinato un año después, ya que muchos de sus aliados fuera de las comunidades negras empezaron a repudiarlo.
Pero este pasaje en particular me dio un momento para reflexionar sobre la situación de millones de refugiados e inmigrantes pobres, obligados a abandonar sus hogares en África y Oriente Medio, expulsados por guerras, corrupción y la extrema pobreza.
“Pronto, una verdadera revolución de los valores nos hará cuestionarnos la imparcialidad y la justicia de muchas de nuestras políticas pasadas y actuales.”
“Por una parte, estamos llamados a ser buenos samaritanos en el camino de la vida, pero eso será sólo un acto inicial. Un día, debemos ver que todo el camino de Jericó se haya transformado, para que hombres y mujeres no sean constantemente golpeados y robados mientras siguen su viaje por la carretera de la vida.”
La metáfora de la carretera – hacia la salvación, la libertad, la seguridad – fue particularmente emotiva.
Si el doctor King siguiese vivo, sin duda, hubiese priorizado a los refugiados en su “revolución de los valores”.
África, en particular, está siendo saqueada. Se desvían decenas de miles de millones de dólares del continente, mientras que hombres y mujeres negros son vendidos como esclavos en Libia y otros muchos lugares.
Libia quedó destrozada por la guerra liderada por la OTAN, que dejó al país sin gobierno. La guerra de Libia canalizó armamentos masivos a los países africanos vecinos, resultando en nuevas guerras o en la reaparición de conflictos antiguos.
Según la ONU, hay cerca de 700.000 refugiados africanos en Libia con la esperanza de llegar a Europa. Esta última, que ha alimentado el conflicto en Libia, no ha asumido ninguna responsabilidad sobre la crisis.
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La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informó de que 2.5000 refugiados e inmigrantes murieron intentando cruzar a Europa desde la costa libia en los primeros 9 meses de 2017. Una de cada 50 personas que embarca en este viaje muere a lo largo de esta trágica “carretera a Jericó.”
Lo hacen conociendo el riesgo, porque quedarse en Libia o volver a su país podría suponer un destino aún peor.
Mientras que en Libia los informes hablan de “mercados de esclavos” en Israel, el ministerio de Inmigración del país ofrece a los civiles empleos lucrativos para ‘localizar, detener y supervisar’ a los refugiados africanos, que están siendo expulsados del país a otras regiones peligrosas.
En Estados Unidos, el gobierno y los medios explotan selectivamente el legado del doctor King, pero se comportan de manera totalmente contraria a los verdaderos valores de este gran hombre.
El gobierno estadounidense expande sus operaciones en África más rápido que en cualquier otra parte del mundo. Esto supone más armas, más inestabilidad política, golpes de Estado, guerras y, finalmente, más millones de hombres, mujeres y niños pobres obligados a huir, muchas veces para desaparecer.
El legado del doctor King, tal y como lo presentan los principales medios, se ha convertido en el blanqueo de un sistema racista, militarista y materialista, aunque el propio King defendía todo lo contrario.
“Ahora, comencemos”, concluyó en su discurso pacifista. “Ahora, volvamos a dedicarnos a la larga y amarga, pero preciosa lucha por un mundo nuevo.”
50 años después de su asesinato, quizá es la hora de escuchar de verdad.