A lo largo de su campaña presidencial, Donald Trump dejó claro que pretendía poner al frente los intereses de los Estados Unidos en su política y economía. Su política de “América primero”, que deberá elucidar en la reunión anual del Foro Económico Mundial (WEF) en Davos, Suiza, ha sido apodada por muchos analistas como “otra forma de política transaccional”.
Esto se refiere a una práctica política en la que los gobiernos se comprometen a corresponder recíprocamente las acciones de los demás en igual medida; en otras palabras, dar y recibir política. El término también puede referirse a una actitud de estilo empresarial de los gobiernos respecto a los gastos nacionales.
Trump ha acusado a los gobiernos estadounidenses previos – en particular al de su predecesor, el presidente Barack Obama – de permitir que los demás países se aprovechen de EE.UU. y de su generosidad refiriéndose a ciertos Estados miembros de la OTAN, por ejemplo. El líder estadounidense les ha acusado de incumplir su compromiso financiero con la OTAN, dejando que Estados Unidos pagara la mayor parte del proyecto.
Trump ha adoptado posturas similares con los países pobres dependientes de la ayuda estadounidense. Pocos días después de asumir el cargo, informó de que se cortaría la ayuda a ciertos países en desarrollo, ya que quería centrarse en las necesidades del pueblo americano. Según Interacción, una alianza de ONGS estadounidenses, “la capacidad de brindar asistencia que puede salvar vidas es primordial para las comunidades pobres, y la reducción de los programas de ayuda estadounidenses que proporcionan alimentos y educación a los niños, tratamientos para enfermedades contagiosas, democracia y gobierno, entre otras cosas, se produce en un momento de total necesidad.”
Las primeras víctimas de la política transaccional de Trump han sido los países africanos y Palestina. La decisión de Estados Unidos de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y desplazar allí su embajada en Tel Aviv ha sorprendido e irritado a mucha gente de todo el mundo. A pesar de la política que rodea a esta decisión, existe un sentimiento general de fatiga respecto al conflicto entre Israel y Palestina en todo el mundo, y muchos desearían ver una solución pacífica en la zona. La decisión de Trump sobre Jerusalén pone en peligro las pocas esperanzas de paz que había, empeorando la frustración global al respecto.
Por lo tanto, cuando el embajador yemení en EE.UU., Khaled Hussein Alyemany, presentó la resolución tachando la decisión estadounidense sobre Jerusalén de “nula y vacía” y urgió a todos los “países defensores de la paz” que votaran y muchos acudieron a la llamada.
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La Asamblea General de la ONU votó 128 contra 9, además de 35 abstenciones, a favor de la resolución. Este resultado se produjo a pesar de la amenaza de Trump de cortar su financiación a ciertos países si votaban por la resolución. La embajadora de EE.UU. en la ONU, Nikki Haley, dijo a los medios tras la votación que “el presidente ha solicitado un informe sobre los países que han votado a favor” y que – como haría un profesor con sus alumnos desobedientes - “apuntaría los nombres.”
Sin embargo, muchos países se mantuvieron firmes incluso tras escuchar estas amenazas. Botswana ha sido uno de los países más destacados en estos acontecimientos. En un duro comunicado, el gobierno de Gaborone señaló que “Botswana no será intimidada por estas amenazas y ejercitará su derecho soberano a votar basándose en sus principios de política exterior, que afirman que Jerusalén es un tema fundamental para el estatus final, que debe resolverse mediante negociaciones de acuerdo a las resoluciones relevantes de las Naciones Unidas.” Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, desde 2004, Botswana ha recibido más de 750 millones de dólares de ayuda de parte del Plan Presidencial de Emergencia para Combatir el SIDA (PEPFAR), que promueve la prevención, el tratamiento y las intervenciones sostenibles, de calidad y efectivas contra el SIDA.
La política transaccional de Donald Trump dio otro giro de tuerca el 25 de enero, en el Foro de Davos. Tras su reunión con la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, entre otros, Trump se reunió con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu.
Fue en esta reunión en la que Trump anunció que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, había faltado al respeto al vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, durante visita de este último a la región. Los palestinos boicotearon la reunión con Pence y se negaron a toda interacción con él a lo largo de su visita.
La denuncia de Trump a Abbas estuvo seguida de otra bomba; “Jerusalén estaba fuera de la discusión”, declaró ante los periodistas que competían por su atención. Llegó a amenazar al gobierno palestino con que Estados Unidos podría retirar su ayuda financiera. Abbas respondió rápidamente a la amenaza de Trump “si Jerusalén estaba fuera de la discusión”, dijo el presidente de la AP, “Estados Unidos también.”
Se espera que Donald Trump explique su política de “América primero” ante la élite global reunida en Davos. Muchos países africanos, incluido Sudáfrica, se han comprometido a boicotear su discurso, con una estrategia que sugiere que existe una resistencia cada vez mayor ante el estilo político de Trump. Esta resistencia abierta de países como Sudáfrica, Botswana e incluso del presidente de Palestina contra el actual presidente de los Estados Unidos tendrá un grave impacto en la postura global del país. Sin duda, la política transaccional de Trump llevará a muchos países a acudir a las nuevas potencias emergentes para pedir su ayuda. ¿Cómo impactará eso en la hegemonía global de EE.UU.? No nos queda más que esperar para verlo.
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