¿Cómo fue derribado un avión israelí el pasado sábado? ¿Fue a causa de una decisión de Rusia de establecer nuevas líneas rojas para Israel, diciéndole a Tel Aviv qué puede y no puede hacer en su país vecino, devastado por la guerra? ¿O fue un intento de atraer a Irán a comprometerse con nuevas reglas de enfrentamiento, a medida que se intensifica el ritmo y el alcance de los ataques israelíes que pretenden reducir la presencia del ejército iraní en Siria? ¿O fue todo un error de juicio? Independientemente de lo que fuera, ahora tenemos que hacer frente a nuevos hechos causados por las consecuencias del ataque que se vio en los cielos de Siria y de la Palestina ocupada.
El primero de estos hechos es la intención de Israel de pasar de ser un mero “oportunista” en la guerra siria a uno de los actores principales. Intentará imponer sus intereses y condiciones en los acuerdos posteriores a la guerra.
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En segundo lugar, este acontecimiento dificulta que Rusia controle el conflicto en Siria. Ahora tiene que hacer más esfuerzos para hacer frente a las contradicciones entre sus tres socios – Turquía, Irán e Israel – que compiten en las partes de Siria bajo su control, sobre todo porque nadie se atreve a acercarse a las zonas al este del río Éufrates, controladas por Estados Unidos. Esto quedó claro en la firme respuesta al intento de atacar a la milicia Democrática Siria cerca de Deir Al-Zour a principios de mes.
El año pasado, tras la batalla de Alepo, Rusia consiguió establecer un equilibrio entre los dos principales poderes regionales que competían en Siria – Turquía e Irán – al convertirles en socios con el enfoque de Astana, mediante el que intentaba imponer su visión para una solución en Siria. En gran medida, Rusia ha logrado controlar la contradicción de intereses entre estos dos socios, y ha utilizado su necesidad de llegar a un acuerdo con Moscú y de equilibrar las políticas estadounidenses a través del Kremlin. Cuando la agenda rusa requirió del debilitamiento de los grupos de la oposición en el territorio para obligarles a aceptar los términos de una solución, Rusia dio luz verde a Irán para atacarles; sin embargo, cuando todo apuntaba a un acuerdo, Irán era frenado y se reforzaba el papel de Turquía a la hora de comercializar una solución para la oposición.
Finalmente, Rusia ignoró las objeciones de Irán y permitió a Turquía iniciar la Operación Rama de Olivo en Afrín, a cambio de la promesa turca de llevar a la oposición siria a la conferencia de Sochi, entre otras cosas. Sin embargo, la incapacidad de imponer una solución en Sochi y el derribo de un avión ruso en Idlib volvieron a impulsar a Irán. Del mismo modo, Putin controló la paradoja iraní-israelí en Siria, permitiendo que Israel atacara a convoyes o depósitos de armas pertenecientes a Irán o a Hezbollah, a quienes Israel considera una amenaza, pero el presidente ruso también impide que Israel ataque instalaciones de Irán o de sus aliados si estos apoyan al régimen sirio frente a la oposición. Dicho de otra forma, Rusia acepta la presencia iraní en Siria, pero sólo si su objetivo es apoyar al régimen, y, si no lo es, deja que sea atacada.
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Con su plan tambaleándose y la tendencia estadounidense a mantener una presencia militar al este del Éufrates, Putin aún necesita la presencia militar de Irán en Siria, y se espera que esta necesidad aumente, a medida que la situación con Washington se vuelve más tensa. Cada vez existe más preocupación respecto a que los grupos de la oposición siria reciban armas estadounidenses que amenacen el control de Rusia sobre el espacio aéreo de Siria, y Putin parece ser indulgente con la adaptación del enfoque iraní, que exige que se resuelva la batalla de Idlib y evitar que Turquía controle la ciudad. Por estas razones, Putin no quiere ataques israelíes que afecten las capacidades de Irán en el terreno. Sin embargo, si Israel puede ayudarle a aliviar la tensión con Washington y acercarle al gobierno estadounidense y a su influencia, las cosas podrían cambiar, y podría reducirse la necesidad de una presencia militar iraní.
Hasta que esto suceda, Putin debe controlar el conflicto entre sus tres socios en Siria con una precisión extrema, mientras que Irán se opone a la presencia de Turquía en el norte, Israel se opone a la presencia de Irán en el sur y, en el este, Turquía e Irán se oponen a las ambiciones kurdas, que cuentan con el apoyo de Israel. Es un juego peligroso, pero a Putin no parece faltarle ningún jugador árabe.
Traducido de Al-Araby Al-Jadid, 14 de Febrero de 2018