Querida Asma,
El otro día, me enseñaron una foto de un par de niños jugando y haciendo el tonto en una piscina en el jardín trasero de un chalet en alguna urbanización en Reino Unido. Era un cálido día de verano de los años 80, y la inocencia de la niñez que irradia alegría y felicidad en esta foto sería capaz de derretir a cualquiera. Los niños jugando, tan traviesos como asombrados, hacen sonreír a cualquiera; hay pocas persones inmunes a quedar cautivadas por la pureza de unos pequeños inmersos en diversión.
Esta fotografía, que captura un preciado momento de alegría desenfrenada, me hizo sonreír por todas esas razones; y después quise llorar, porque esa niña que chapotea en la piscina eres tú, Asma. Ahora a los niños de GhoutaOriental se les niega su infancia, cientos de ellos están cautivos en los calabozos de tortura de tu marido; mientras, tú tuviste una infancia, una infancia dulce e inocente en la que pudiste disfrutar todos los simples placeres de crecer sin miedo ni restricciones.
¿Has descendido tanto a los infiernos que ya no te acuerdas de ese día en el jardín trasero de tu casa en West Acton, una urbanización del oeste de Londres, de un tamaño de alrededor de una quinta parte que el del este de Ghouta? ¿O has perdido por completo los recuerdos de la inocencia de la infancia?
Como esposa del presidente sirio Bashar Al-Assad, me provoca curiosidad saber cómo puedes recordar tu propia infancia mientras que aplaudes la destrucción de otras muchas. Tu marido es un hombre con sangre en las manos; su régimen ha asesinado a cientos de miles de sirios, sobre todo civiles inocentes, entre ellos muchos niños y sus madres. Su infancia – a diferencia de la tuya, Asma – les ha sido arrebatada de la manera más cruel que existe.
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En cambio, tu padre es un eminente cirujano cardíaco de Londres que ha dedicado su vida a salvar a los demás, contrastando con el hombre con el que elegiste casarte, que se dedica a destrozar millones de vidas. Por desgracia, sabemos que tú has aplaudido al régimen mientras se acontecían la carnicería, la destrucción y la masacre de Siria. Damos las gracias a quien filtró tus emails por revelarnos más sobre tu carácter y tu relación con tu marido. A diferencia de esa niña que jugaba en la piscina, ya no eres una espectadora inocente. La floreciente “Rosa del Desierto”, tan bien retratada por Vogue, desapareció hace mucho tiempo; te has transformado en la Primera Dama de Jahannum.
Hablando con un ligero acento del oeste de Londres con el canal ruso Channel 24 TV en 2016, te referías al “dolor y tristeza” que te provocaba la guerra que tu marido había desatado sobre su propio pueblo hace siete años. Enfatizaste en “honrar nuestra palabra” y reconociste el sufrimiento “sin precedentes” en ambos bandos. Sin embargo, mientras hacías esa entrevista, tu esposo lanzaba bombas barril sobre la población civil de Siria. Hoy en día, esas bombas siguen cayendo sobre lo que queda de los hospitales y los hogares de Ghouta del este. Durante los últimos siete años, los niños de allí no han conocido más sonido que el de las balas; el terror de los misiles golpeando sus casas; el pánico causado por ataques químicos; y el miedo constante a las mortíferas bombas barril.
Hoy, las fuerzas de tu marido iniciaron un ataque terrestre y aéreo contra Ghouta del este, sólo horas después de que el Consejo de Seguridad de la ONU votara unánimemente a favor de un alto el fuego de 30 días. Mientras te escribo esta carta, se hacen informes de que el régimen – del que formas parte – lucha contra grupos de la oposición en múltiples frentes en el enclave rebelde, mientras que los aviones de guerra de tu esposo siguen bombardeando la zona sitiada por octavo día consecutivo.
Por favor, Asma, piensa en los niños atrapados en el este de Ghouta. Ninguno de esos inocentes ha vivido el simple placer de chapotear en una piscina. De hecho, a todos les han robado el tipo de infancia y de oportunidades de las que tus padres se aseguraron que tuvieras, dejándote estudiar francés e informática en la King’s Colleg de Londres para después trabajar como banquera de inversiones en Nueva York.Tras haber conocido a Bashar Al-Assad mientras se formaba como oftalmólogo en Londres, os volvisteis a encontrar en el 2000 y os casasteis en secreto después de que él se hiciera presidente después de la muerte de su padre. Hoy, lo creas o no, pocos creen que no tengas ni idea de lo que sucede en el régimen de tu marido. Vives en Damasco; tendrías que estar ciega y sorda para no ver y oír las bombas y las columnas de humo negro que se alzan desde la capital.
Sigues disfrutando de tus lujosas fiestas en Damasco mientras que tu pueblo se muere de hambre. Se han emitido fatwas para permitirles comer gatos, perros y otros animales que se consideraban haram, para así sobrevivir; lo que era haram – prohibido – se ha hecho legal para ellos en esta terrible situación.
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El enorme palacio presidencial que corona el monte Mezzeh en el oeste de Damasco, donde vives con tus tres hijos adolescentes cuando no están en una casa vigilada y fortificada en el distrito de Malki, no ha sufrido ni un daño. Sí, Asma, mantienes a tus hijos a salvo y ese es tu deber como madre, al igual que tu madre te protegió durante tu infancia en Londres.
Las mujeres de Siria también merecen los mismos derechos como madres que quieren criar a sus hijos a salvo y darles una infancia que disfrutar. ¿Has caído tan bajo que ya no te acuerdas de tu inocencia? Los niños de Siria han sufrido suficiente a manos del brutal régimen de tu marido, y el apoyo que muestras al monstruo con el que duermes cada noche refleja en qué te has convertido.
Si todavía queda una sola pizca de humanidad en tu alma, Asma, por favor, pronúnciate y ayuda a poner fin a la masacre de tu pueblo y de sus hijos. Recuerda tu dulce inocencia de la niña de la piscina, y después mírate en el espejo, más allá de tu peinado perfecto y de tu piel impecable. ¿A quién, o qué, ves?