Las masacres y los crímenes cometidos por el régimen sirio contra su propio pueblo desde el estallido de la revolución siria en 2011 son una vergüenza para la humanidad. Las escenas e imágenes de muerte, destrucción y demolición que nos llegan desde Ghouta hablan sin palabras, imágenes en las que podemos escuchar los llantos de los niños testigo de los horrores y los crímenes del mundo que les rodea. Estos niños prefieren abandonar el mundo, ya que para ellos no existe ninguna seguridad en esta brutal guerra. En estas fotos, podemos escuchar los gritos de madres destrozadas mientras sostienen a sus hijos en sus brazos, así como los lamentos de hombres que lloran ante los escombros de sus hogares. Sus rostros y sus ropas están cubiertos del polvo de la opresión y de los edificios bombardeados por los aviones rusos, cargados con misiles y bombas. Podemos oír los gemidos de quienes viven, pero siguen atrapados bajo los destrozos, pidiendo ayuda, y los chillidos de los supervivientes cuando ven los cielos llenos de llamas y nubes de humo, que se tragan el aire y todo lo que encuentran a su paso.
Estas escalofriantes imágenes no se habían visto antes en el mundo. Las ha causado uno de los regímenes más brutales de la historia. A pesar de ello, la consciencia internacional está ausente e ignora los actos de este régimen y la situación en Ghouta, al igual que la hipócrita comunidad internacional, que no dijo nada tampoco en Alepo, Madaya, Deir Ez-Zor e Idlib.
Somos testigo de cómo la comunidad internacional se rebela cuando se comete un acto individual de terrorismo, igualmente execrable, como en el caso de la revista Charlie Hebdo. Los líderes, jeques y élites árabes corruptos fueron los primeros en condenar este atentado, pero no pronunciaron ni una sola palabra ante el terrorismo que ejercita un Estado que aniquila a una nación entera.
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Antes de culpar a Occidente por no mover ni un dedo mientras se queda mirando todo esto, debo condenar y criminalizar a todos los líderes árabes que han apoyado a Bashar Al-Assad y le respaldaron durante sus masacres contra los sirios, tanto públicamente como en secreto, entre bastidores o en forma de un silencio cómplice. Básicamente, le han dado a Al-Assad luz verde para seguir masacrando al pueblo sirio y destruyendo lo que queda de Siria. Todo el mundo está involucrado en el crimen: el asesino, el cómplice y el que abandona son igual de culpables a mis ojos.
Nos equivocamos cuando pensamos que la Nakba palestina – las masacres cometidas por los grupos sionistas contra los palestinos y la tragedia de los refugiados expulsados de sus casas– habíamos visto imágenes que no se habrían producido si en aquel entonces tuviésemos los medios redes visuales y sociales de los que disponemos hoy. Actualmente, el mundo ve con sus propios ojos como la sangre de los niños de Ghouta se derrama y corre como ríos por sus calles. El mundo escucha los llantos de las madres y los gritos de ayuda de los atrapados; y ni ha pestañeado. Se cometen asesinatos ante espectadores que, en el mejor de los casos, quedan indiferentes, si no es que disfrutan las muertes y la destrucción. La situación es tremendamente vergonzosa.
Ghota es la prueba de la brutalidad de este mundo y de los dobles estándares que lo gobiernan. Cuando el tema afecta a árabes y musulmanes, no hay quien llore por ellos o apoye su causa. Sin embargo, cuando concierne a Israel, todo el mundo se apresura a respaldarles y apoyarles, a expensas de los derechos palestinos. Por lo tanto, no me sorprendió que la débil resolución del Consejo de Seguridad de la ONU fuera vetada por Rusia, al igual que todas las resoluciones de la ONU referidas a Palestina fueron vetadas por Estados Unidos. ¿Cuándo nos ha apoyado el Consejo de Seguridad como para esperar que fuese a apoyar al pueblo sirio, especialmente dado que sus asesinos tienen el poder del veto? ¿Se esperaba acaso la gente de Ghouta el apoyo del Consejo tras haber sido decepcionados por los regímenes árabes que respaldan a su asesino?
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El Consejo emitió una decisión débil, con la que estipulaba una tregua inmediata de 20 días entre las partes enfrentadas en Ghouta (equiparando así al régimen asesino a los rebeldes que defenden al pueblo). Sin embargo, las milicias del régimen lanzaron un ataque terrestre contra la ciudad antes de que se secara la tinta de la firma en esta resolución. Intentaron asaltar la ciudad para cambiar la situación en el terreno a su favor, lo que resultó en enfrentamientos entre las milicias y los rebeldes, provocando varios muertos y heridos.
No podemos separar lo que sucede Ghouta de lo sucedido en Siria desde el estallido de la revolución en marzo de 2011 en la gobernación de Deraa y las masacres cometidas por el régimen. Después, el régimen pasó al resto de las gobernaciones sirias, desplazándose por todo el país. Esta es una parte del curso de una revolución en la que el pueblo se rebeló contra la opresión, la tiranía y la corrupción y exigió libertad.
Comenzó pacíficamente, el régimen estaba a punto de ser derrocado, de no ser por la intervención de las milicias iraníes, incluidas milicias libanesas de Hezbollah, milicias iraquíes y milicias afganas. Cuando parecía que sería difícil acabar con la revolución, Irán empezó a presionar por medio de las Guardias Revolucionarias, y apareció Qasem Soleimani en el campo de batalla. Cometieron varias masacres y crímenes contra el pueblo sirio, que se vio obligado a tomar las armas para defenderse de la violencia y la brutalidad del régimen que, en ocasiones, les atacaba con armas químicas o barriles explosivos.
A pesar de todo esto, el régimen fue incapaz de resolver la batalla a su favor, así que pidió ayuda a Rusia. Rusia vio entonces una oportunidad de volver a Oriente Medio pasando por la puerta siria, para así poner un pie en el Mar Mediterráneo. Los aviones militares rusos y sus armas modernizadas inclinaron la balanza de la batalla en favor del régimen. Entretanto, el presidente sirio se ha convertido en una ilusión que no tiene ningún control y que no puede tomar ninguna decisión por sí mismo.
Mientras tanto, entre los "rebeldes" (prefiero llamarles rebeldes, no fuerzas armadas de la oposición, como han sido erróneamente descritos en los medios), encontramos varias fuerzas revolucionarias y varios países que les apoyan, con los que, de una forma u otra, se han asociado las fuerzas. Por lo tanto, estas fuerzas ya no toman sus propias decisiones; las decisiones quedan en manos de los países aliados. Así, hemos visto que las victorias se detienen en un cierto punto y no se completan, a pesar del control completo de los rebeldes sobre las zonas. También hemos visto retiradas repentinas de ciertas áreas sin ninguna razón aparente.
Además, las agencias de inteligencia sirias consiguieron infiltrarles e incluso formar facciones, al igual que varias agencias de inteligencia internacionales. Esto es lo contrario al Daesh, cuya tarea era luchar contra los verdaderos rebeldes y expulsarles de las zonas que controlaban para entregarles al régimen como parte de una farsa escenificada que los presentaba como derrotados por el Ejército Árabe Sirio, según el nombre que le han dado ellos y sus aliados.
Todo esto ha agotado a los que inicialmente eran rebeldes y ha debilitado la revolución. Ha convertido a Siria en un campo de batalla en el que varios países explotan la revolución siria, de un lado u otro, para luchar guerras de poder. Todo el mundo ha conspirado contra Siria, y sus hermanos y amigos la han abandonado. Los más cercanos a Siria la decepcionaron antes que los desconocidos, y el lema que se corea desde el principio de la revolución sigue siendo cierto, “no tenemos a nadie más que a Dios.”
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