Recientemente, varios informes mediáticos han publicado fotografías y vídeos de una nueva atalaya militar israelí establecida en una de las entradas más famosas a la mezquita de Al-Aqsa, la Puerta de Damasco. “Es”, describió la web israelí Ynet News, “una parte destacable del paisaje y un ejemplo del aumento de la seguridad israelí en la entrada del barrio musulmán.”
La edificación de este puesto militar se produjo poco después de que el presidente estadounidense Donald Trump reconociera a la ciudad sagrada de Jerusalén como la “eterna” capital del Estado de Israel, una decisión a la que siguieron varias medidas prácticas de EEUU e Israel para reforzar su reconocimiento en el terreno. Las autoridades israelíes anunciaron sus planes de construir cientos de miles de unidades de asentamientos, y Estados Unidos declaró que en mayo de este año abrirá su embajada en Jerusalén.
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Juzgando por las respuestas al puesto militar en el mundo árabe y entre los musulmanes, Palestina y Jerusalén han perdido su prioridad entre las cuestiones que ocupan a los Estados árabes y de mayoría musulmana. Se han producido ciertas acciones respecto a las medidas estadounidenses e israelíes en Jerusalén, pero poco más que condenas tímidas o manifestaciones muy limitadas.
Respecto a la decisión de Trump sobre Israel, el cambio de las prioridades de los Estados árabes y musulmanes quedó claro cuando sólo 16 de los 57 miembros de la Organización de la Conferencia Islámica atendió a una cumbre en Estambul celebrada para responder a la medida de EE.UU. Un analista comentó esa vergonzosa participación diciendo que se trataba de “una respuesta sorprendente, especialmente dado que se supone que Jerusalén es una de las cuestiones más importantes para los árabes y musulmanes.”
El Reino Jordano expresó su indignación respecto a la medida de EE.UU. e Israel, ya que se considera el custodio de los lugares sagrados de Jerusalén. Pero, en julio del año pasado, un guardia de la embajada israelí en Amman disparó y asesinó a dos jordanos, y el acontecimiento causó tensión entre Amman y Tel Aviv, haciendo que esta última convocara a su personal y cerrara la embajada. Esta situación tan tensa debería haber utilizado para presionar a Israel y a Estados Unidos.
La Autoridad Palestina (AP) convocó tres días de manifestaciones en contra de la decisión de EE.UU., pero, a excepción de esos tres días, la organización oprime cualquier acción anti EE.UU. o anti Israel, encarcela a activistas o transmite información sobre ellos a las agencias de inteligencia israelíes. El presidente de la AP, Mahmoud Abbas, se ha reunido y ha hablado por teléfono con varios oficiales israelíes, y les ha insistido en que nunca aceptaría el comienzo de una intifada palestina.
Otra señal que demuestra que Palestina y Jerusalén se han convertido en problemas menores para los árabes y musulmanes es la forja de una relación entre Israel y mucho de estos países, que ha mejorado inmensamente a lo largo de esto últimos años, sobre todo durante la era de Trump.
Sólo dos semanas antes de que Estados Unidos tomara su decisión sobre Jerusalén, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, alabó al presidente egipcio, Abdel Fattah Al-Sisi, y afirmó que Egipto es el mejor amigo de Israel. En julio de 2016, Netanyahu y el ministro de Exteriores israelí, Sameh Shoukry, vieron la final de la Eurocopa de 2016 en la casa de éste último en Jerusalén.
David Govrin, antiguo embajador israelí en El Cairo, reveló en marzo de 2017 que Netanyahu y Al-Sisi habían forjado una relación estrecha. No hace mucho, Netanyahu y su rival de la oposición israelí, Ishaq Herzog, se reunieron en secreto con Al-Sisi en El Cairo, y el presidente egipcio intentó mediar en la reconciliación entre ambos líderes israelíes. Al-Jazeera informó de que varios países árabes ayudaron a negociar una reunión entre Netanyahu y Herzog en El Cairo con el objetivo de formar un gobierno de coalición en Israel. Los Estados árabes musulmanes apoyan la estabilidad de Israel y hacen presión para crear un gobierno israelí estable y fuerte.
El número uno de la familia real saudí, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, realizó el año pasado una visita oficial secreta a Israel junto a una delegación oficial.
Respecto a este tema, el ministro israelí de Comunicaciones, Ayoob Kara, declaró: “Existe un gran número de países árabes con lazos de algún tipo a Israel, empezando por Egipto y Jordania hasta Arabia Saudí, los Estados del Golfo, África del Norte y una sección de Irak”, señalando que el nuevo acercamiento saudí a Israel “no es público porque la cultura de Oriente Medio es sensible respecto a ese tema.” Incluso los medios saudíes han abierto los brazos a los oficiales israelíes para comunicarse con su audiencia.
La penetración israelí en países árabes excede la capacidad operacional y militar. “Durante más de dos años”, informa el New York Times, “drones, helicópteros y jets israelíes han llevado a cabo una campaña aérea encubierta, produciendo más de 100 ataques aéreos en Egipto, a menudo más de una vez por semana - y todo bajo la aprobación del presidente Abdel Fattah Al-Sisi.” Sobre este tema, el periódico dicta: “Enemigos en tres guerras, antagonistas dentro de una paz inestable; ahora, Egipto e Israel son aliados secretos dentro de una guerra encubierta contra un enemigo común.”
Está claro que el “enemigo” se ha convertido en el Islam político; una de las estrategias de Israel y Estados Unidos para volver a los árabes y musulmanes en contra del movimiento islámico palestino Hamás es vinculándolo con Daesh. Durante la última gran ofensiva israelí en Gaza, Netanyahu dijo: “Hamás es como ISIS [Daesh], ISIS [Daesh] es como Hamás.”
Israel hace lo que quiere en Jerusalén y Palestina sin preocuparse por las respuestas palestinas, árabes o musulmanas. Después de todos estos acontecimientos, ¿concederán los árabes y musulmanes a Israel el privilegio de formar parte de la Liga Árabe y de la OIC si lo pide? Estoy seguro de que, si sucediera, el mundo árabe y la mayoría de los líderes musulmanes lo aprobarían.
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