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Ascenso y caída de Daesh: dinámica regional y ambiciones globales

Combatientes contra el Daesh con una bandera boca abajo del grupo terrorista en Mosul, Irak [PaulGrantBilous/Twitter]

¿Ha llegado el final del Daesh (ISIS)? Es difícil imaginar el regreso del grupo terrorista tras su derrota en Raqqa y Mosul, pero su rápido ascenso y su aparente caída han inundado la región de crímenes terribles y destrucciones masivas, sembrando a su vez las semillas de las luchas sectarias. Podría argumentarse que el principal resultado estratégico de la existencia del grupo ha sido que las puertas se hayan dejado abiertas de par en par para que las grandes potencias globales y regionales regresen a Oriente Medio y se vuelvan más activas.

Al-Qaeda siempre ha evitado proporcionar objetivos geográficos, – fáciles de atacar – confiando en la dificultad de luchar contra su ideología. Por esa razón, y a pesar de su rivalidad, el más antiguo de ambos grupos advirtió al Daesh sobre los peligros de declarar un califato territorial. Daesh controló más de 34.000 millas cuadradas en Siria e Irak en 2014, desde la costa mediterránea hasta el sur de Bagdad. Sin embargo, tras una transformación tremenda de los mapas de Siria e Irak, hoy en día las cosas se ven muy diferentes.

Les llevó casi tres años a las fuerzas que luchaban contra el Daesh – el régimen sirio, apoyado por las fuerzas rusas, las milicias iraníes y Hezbollah; las Fuerzas Democráticas Sirias, respaldadas por EEUU; el Ejército Libre Sirio, respaldado por Turquía y Qatar; los combatientes pashmerga de Kurdistán; las fuerzas armadas iraquíes; y las Fuerzas de Movilización Popular (FMP), apoyadas por Irán y las milicias iraníes, además de la coalición de 69 países – poner fin a esta calamidad y a la existencia del llamado califato.

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La desaparición del Daesh, así como su aparición, su ascenso y su expansión, llevan la huella de las potencias regionales y globales. Hace unos años, durante la ocupación estadounidense de Irak, Daesh no era más que una pequeña rama de Al-Qaeda en Irak (AQI) fundada por Abu Musab Al-Zarqawi. Tras el asesinato de Zarqawi, su nuevo líder, Abu Ayyub Al-Masri, anunció la creación del Estado Islámico de Irak en 2006. Abu Omar Al-Bagdadi lideró la organización terrorista hasta su muerte y la aparición del nuevo y más conocido líder, Abu Bakr Al-Bagdadi, en 2010. Baghdadi tardó tres años en absorber al grupo militante apoyado por Al-Qaeda en Siria, Jabhat Al Nusra (o Frente Al-Nusra) y darle a la combinación de sus fuerzas el nombre de Estado Islámico de Irak y el Levante (Daesh, ISIL o ISIS). La organización decidió retirar su lealtad a la organización terrorista matriz, Al-Qaeda, y está última renunció a los vínculos con Daesh tras meses de lucha con el Frente Al-Nusra. Daesh se expandió y consiguió hacerse con grandes extensiones de terreno en Siria e Irak.

En mi opinión, el punto de inflexión del ciclo de la existencia del Daesh fue un incidente en la infame cárcel de Abu Ghraib en Irak, diseñada por Estados Unidos. En junio de 2013 se produjo una sospechosa fuga masiva de unos 500 importantes miembros de Al-Qaeda, todos condenados a pena de muerte. Según muchos analistas, esta fuga de la que se supone que es una prisión de alta seguridad fue la causa de la columna vertebral de las operaciones del Daesh. Pocos meses después de la fuga, Daesh fue capaz de conquistar un tercio de Irak y, menos de un año después, en junio de 2014, tomó el control de Mosul y Tikrit.

Caricatura [Latuff/MiddleEastMonitor]

La toma de Mosul planteó un dilema. La segunda ciudad más grande de Irak estaba custodiada por 60.000 agentes de seguridad, entre ellos 30.000 soldados entrenados (dos divisiones) y 30.000 agentes de la policía federal. En el otro lado, la cifra de atacantes del Daesh se estimaba entre 800 y 1.500 insurgentes. Dicho de otra forma, las fuerzas oficiales de Irak superaban en número a los militantes del Daesh por más de 15 a 1. Para colmo, la batalla de Mosul sólo duró seis días. Bagdad podría haber enviado fácilmente a más divisiones y artillería, y haber pedido apoyo aéreo de Estados Unidos y otras potencias. La caída de la ciudad iraquí de Mosul, rica en petróleo, con más de 400 millones de dólares en sus reservas, parece haber sido más bien un traspaso al Daesh.

No hay más explicación que la teoría de que la expansión y contracción del Daesh estuviera orquestada. Consideremos, por ejemplo, el despliegue de las milicias chiíes de Hezbollah en Siria. El Hezbollah libanés ha sido etiquetado como organización terrorista por muchas potencias occidentales e incluso por varios países árabes. Israel también considera a Hezbollah y sus fuerzas como una amenaza. Sin embargo, Hezbollah pudo desplegar a miles de tropas en Líbano y Siria y cruzar la frontera internacional sin ninguna reacción grave y sin recibir críticas.

Del mismo modo, se ha prestado poca atención al hecho de que decenas de miles de combatientes extranjeros pudieran entrar sin problemas en Irak y Siria para luchar al servicio de Daesh, mientras que prácticamente todas las agencias de inteligencia y militares del planeta vigilaban vía satélite. En una conferencia de prensa el 17 de octubre del pasado año, el coronel del ejército estadounidense Ryan Dillion, portavoz de la coalición de EEUU, afirmó que el flujo de reclutas extranjeros del Daesh había disminuido de unos 1.500 militantes al mes a casi cero. Tan sólo este dato despierta muchas dudas sobre el rol potencial de ciertas potencias regionales e internacionales a la hora de facilitar la entrada y la salida de soldados del Daesh.

Según las evaluaciones estadounidenses, 40.000 combatientes extranjeros se habían unido al Daesh al entrar en 2014. Asumiendo que el número de locales (soldados de Irak, Siria y países vecinos) estaba, al menos, cercano a esa cifra, Daesh tenía como mínimo entre 70.000 y 80.000 combatientes en Siria e Irak. Sin embargo, las cifras recientes demuestran que en las dos mayores ciudades – Mosul y Raqqa – no había más de 2.000 cadáveres de miembros del Daesh, y los restos del grupo en Irak y Siria no pueden ser más de 15.000. ¿Eran los otros 65.000 muertos? No. La lógica nos dice que, o Estados Unidos exageró las cifras del Daesh para magnificar el peligro que suponía el grupo, o los reclutas extranjeros han recibido ayuda para escapar.

Leer: ¿Ha llegado a su final la “Era de Daesh”?

Del mismo modo, podría argumentarse que los ataques de las Fuerzas Especiales de EEUU en Deir Ez-Zor hace unos meses se llevaron a cabo para evacuar a agentes y a personas leales al Daesh antes de la llegada de los rusos y sus aliados. Recientemente, Rusia ha acusado a los estadounidenses de conspirar con el Daesh para hacerse control de las zonas este de la ciudad de Deir Ez-Zor y del río Éufrates antes de que llegaran el régimen sirio y sus aliados. De hecho, la ocupación del campo petrolífero de Al-Omar por parte de las Fuerzas Democráticas Sirias, respaldadas por EEUU, antes de la llegada de las tropas del régimen sirio – aunque estas últimas estuvieran más cerca – despierta muchas dudas, sobre todo considerando los reparos de Sergey Lavrov respecto a la retirada del Daesh de la provincia de Al-Hasakah para el beneficio de los americanos.

 

Daesh en Túnez Cartoon [Latuff/MiddleEastMonitor]

Estratégicamente, se podría decir que el Daesh y el lema de la lucha contra el terrorismo sirvieron para cubrir a muchos países: el regreso de Estados Unidos a Siria e Irak; la intervención de Rusia en Siria; la presencia oficial de Irán en Siria e Irak; y las actividades de otras potencias regionales, entre ellas Turquía, Israel, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. La larga existencia del pseudo Estado del Daesh servía a la perfección a los intereses de las potencias involucradas. El ejército y los recursos de Irak y Siria quedaron debilitados; las capacidades de los combatientes chiíess (Hezbollah y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán) y sunníes (Daesh, Al-Qaeda y el Frente Al-Nusra) quedaron agotados; las esferas de influencia entre las distintas potencias fueron redefinidas; la dependencia de las potencias extranjeras para apoyo militar y político se extendió; y, por último, los recursos – principalmente petróleo – de la región se explotaron y abusaron. Según varios informes, los principales ingresos del Daesh provenían de la producción petrolífera y del contrabando, y el comercio del petróleo incluía acuerdos secretos entre el Daesh y otras grandes facciones, entre ellas el gobierno sirio.

En resumen, opino que el caos y la anarquía resultantes de la presencia del Daesh cuentan, en esencia, con el respaldo de las potencias regionales y globales. Cada una de estas potencias pretendía expandir y capitalizar su intervención en términos de una presencia militar prolongada y beneficios económicos. Además, la amenaza del Daesh no ha desaparecido. Si hay algo que la organización ha demostrado durante la última década, es que tiene la capacidad de reclutar a nuevos miembros, y los Estados fallidos y frágiles constituyen un ecosistema fértil para la reagrupación y la expansión de las organizaciones terroristas y radicales.

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Elhusseini es consejero y consultor político especializado en relaciones internacionales en Oriente Medio y movimientos islamistas contemporáneos.

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