Me disgusta la idea de que el tener dinero te hace valer algo como individuo, ya que esta mentalidad refleja el atroz materialismo del mundo, en el que todos los valores humanos quedan reemplazados por el valor del dinero a la hora de evaluar a las personas, su comportamiento y la opinión de la sociedad sobre ellos. Sin embargo, parece que las cosas están cambiando y que estamos en un momento de grandes acontecimientos, de cambio de dirección, de los estándares y de los conceptos. En este mundo hipócrita, esta idea se ha convertido en nuestra realidad.
No hace tanto tiempo, todo el mundo consideraba a Arabia Saudí como la fuente de la ideología extremista, un campo de cultivo para terroristas de todo el mundo. Por aquel entonces, las élites corruptas egipcias describían a los saudíes y beduinos diciendo que eran una nación atrasada que exportaba el wahabismo – o islam beduino – para modificar las tradiciones y costumbres civilizadas de Egipto. También afirmaban que los saudíes querían imponer el dialecto del Golfo en Egipto al adquirir y dominar los principales de centros de producción de entretenimiento y monopolizando la industria musical del mundo árabe. Algunos, especialmente las élites cristianas, llegaron a describir a los saudíes como invasores de Egipto, ya que Amr Ibn Al-As lideró la conquista del país en el año 640 a.C.
Sin embargo, toda la situación cambió de un día para otro, y ahora estas mismas élites alaban a Arabia Saudí y bendicen su conquista de las islas egipcias de Tirán y Sanafir, en el extremo norte del Mar Rojo. Se apresuran a recibir al príncipe heredero saudí Mohammad Bin Salman en Egipto, y compiten entre ellos para formar parte de aquellos privilegiados que le conocerán. Los periódicos están plagados de artículos que glorifican a este joven aspirante al trono, y su glorificación alcanza el nivel de la corrupción, incredulidad e infidelidad. Un ejemplo es el titular del periódico Al-Dostor, que titula “Cómo Bin Salman recupero a Dios de las manos de los extremistas.”
Las calles egipcias están inundadas de carteles normales y electrónicos con fotos del príncipe heredero, dándole la bienvenida. En una sorprendente violación del protocolo, el jefe de Estado egipcio, el presidente Abdel Fattah Al-Sisi, esperó a Bin Salman al pie de las escaleras del avión, a pesar de que el príncipe ni siquiera es aún el monarca.
Es algo muy humillante y ofensivo para un Estado que se jacta constantemente de sus 7.000 años de historia. No es la primera vez que Al-Sisi viola este protocolo, ya que, en el pasado, embarcó en el avión donde recibió al difunto rey saudí Abdullah Bin Abdulaziz. Celebraron una reunión en el avión y se allí se sentó con su séquito, como su fuera un miembro del grupo saudí, en lugar de sentarse al otro lado de la habitación en calidad de presidente egipcio y homólogo del rey.
Desde el golpe de Estado de 2013, Arabia Saudí ha sido uno de los principales aliados de Al-Sisi, junto a Emiratos Árabes Unidos, que han tratado a Egipto como un Estado vasallo o han lidiado con él basándose en el sistema de kafala (“patrocinio”). Al-Sisi usó dinero saudí para llevar a cabo su golpe de Estado, con el que expulsó al primer presidente egipcio elegido democráticamente. El dinero saudí colocó al líder del golpe de Estado en el poder y es lo que le mantiene ahí. El dinero saudí compró el territorio egipcio y será el dinero saudí el que implemente la zona económica transnacional de Bin Salman (el proyecto NEOM), que unirá las fronteras de Arabia Saudí, Egipto, Jordania y la Palestina ocupada.
Como parte de este proyecto, el gobierno egipcio le ha entregado a Arabia Saudí 1.000 kilómetros de territorio en el sur del Sinaí para que formen parte de una mega ciudad, una zona comercial y atracciones turísticas; incluirá resorts de lujo y puertos de yates. Este territorio fue el mayor logro del maquiavélico Bin Salman durante su visita a Egipto.
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El príncipe ha dado los primeros pasos hacia la implementación del proyecto NEOM, que, principalmente, sirve a los intereses de Israel, ya que es un trampolín para el nuevo Oriente Medio propuesto por Shimon Peres a finales de los 90, en el que se llegaba a la normalización entre Israel y los países árabes implementando proyectos compartidos liderados por los israelíes. Peres no llegó a conseguirlo, ya que el nivel de odio y animosidad de los países árabes frente a Israel estaba en su punto más alto y aún no había sido destruido por las élites liberales creadas en Estados Unidos y enviadas a los países árabes para corromper y remodelar la consciencia y mentalidad colectiva del mundo árabe.
Este proyecto del nuevo Oriente Medio volvió a salir a la luz durante la presidencia de George W. Bush y fue impulsado por Condoleezza Rice, la entonces secretaria de Estado de EEUU. Sin embargo, se vio obstaculizado de nuevo y no se implementó, ya que aún existía cierta falta de voluntad por parte de las naciones árabes, que se mantuvieron firmes, no como los pilares blandos y temblorosos que son ahora; la cuestión es que la mayoría de los grandes países árabes que se opusieron al proyecto israelí han quedado destrozadas tras las guerras civiles, como es el caso en Irak, Siria, Libia y Yemen, mientras que las demás están asfixiadas por sus problemas nacionales. Así, la causa palestina ha quedado eclipsada en las mentes de los ciudadanos árabes. Es más, vivimos bajo el gobierno de los seleccionados para controlar el destino del pueblo árabe y dirigirlo basándose en los deseos de Israel, como los Zayed de EAU o el príncipe heredero saudí, que está dispuesto a dar cualquier cosa por sentarse en el trono de su país. Por lo tanto, está implementando rápidamente su proyecto, NEOM, para acelerar la normalización con Israel.
Mientras tanto, el “acuerdo del siglo” está a punto de anunciarse. Este acuerdo implicaría la anexión de partes de Cisjordania al territorio jordano y de la Península del Sinaí, paralela a Gaza, que se convertirían en una patria alternativa para los palestinos, lo cual acabaría de una vez por todas con su derecho legítimo a regresar. La causa palestina quedará liquidada con el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén el 14 de mayo, un día antes del Día de la Nakba, conmemorado anualmente para recordar la ocupación oficial de Palestina en 1948. La fecha elegida para este acontecimiento controvertido sólo supone más humillación para los árabes y los musulmanes. Por desgracia, entre sus partidarios se encuentran árabes que quieren concluir el acuerdo y el traslado de la embajada para acelerar la normalización con Israel.
Esto se refleja en la presión aplicada por Arabia Saudí y Egipto sobre el rey jordano, Abdullah II, y el presidente de la llamada Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, - cuyo mandato oficial debería haber acabado hace muchos años – para que abandonen Jerusalén. También han intentado reemplazar a Abbas con Mohammad Dahlan, que ha tratado de expulsar al gobierno de Jordania y realizó un intento fallido de golpe de Estado. Todo esto tiene un objetivo común. Trump no podría haber tomado su decisión sin el permiso de estos líderes árabes; ¿cuántos presidentes estadounidenses anteriores prometieron trasladar la embajada durante su mandato en la Casa Blanca, pero nunca se atrevieron a hacerlo?
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El príncipe heredero saudí se aseguró de visitar la iglesia copta egipcia, ya que parece que tal visita forma parte del currículum que exige la Casa Blanca para entregarle el trono. Por primera vez, la iglesia ignoró la tradición y se ondeó la bandera del país visitante. Los oficiales corruptos justificaron esta decisión alegando que la bandera saudí contiene palabras de la Shahadah o declaración de fe musulmana. Desde la era de su anterior Papa, Shenouda III, la iglesia ha tenido una posición hostil frente a Arabia Saudí, pero el dinero saudí puede comprar animosidad y cambiar la política, especialmente cuando está involucrado otro enemigo mutuo.
Al igual que el dinero de Arabia Saudí ha logrado llenar las calles egipcias de carteles con fotos del ambicioso príncipe heredero para recibirle, las calles de Reino Unido también sufrieron una inundación de imágenes que le daban la bienvenida al país. La democracia más antigua del mundo pretendía agradar a un país del tercer mundo.
El dinero de Arabia Saudí ha llegado incluso a comprar páginas en los medios británicos, incluidos importantes periódicos como el Times y el Daily Telegraph¸ para animar y glorificar al joven príncipe “reformista” que llevará a Arabia Saudí a la era moderna. Olvidan o ignoran la detención por parte del dictador de príncipes, intelectuales, reformistas y clérigos, así como las ejecuciones públicas y los desastres relacionados con los derechos humanos causados por la guerra de Bin Salman en Yemen.
Todo esto se ignora por el bien de los acuerdos comerciales de Reino Unido, y para que British Aerospace pueda seguir vendiendo sus cazas Tyohoon a las Fuerzas Aéreas Reales Saudíes; la tercera generación de estos cazas se entregará dentro de poco. Además, la Bolsa de Londres espera conseguir el derecho de cotizar las acciones de Aramco en el mercado abierto; se trata de la mayor empresa petrolífera del mundo.
El idioma de los “intereses” y el dinero es más importante que el de los derechos humanos y la justicia, por el que nadie se interesa a menos que tenga que ver con sus propias comunidades o pueda conseguir votos. Vivimos en un mundo hipócrita y cobarde.
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