No sabemos con seguridad quién fue el responsable del ataque con armas químicas contra la pequeña ciudad británica de Salisbury la semana pasada. Aunque se dice que fue Rusia, hay que tener cuidado con esta acusación.
De hecho, aunque muchos políticos hacen cola para condenar a Rusia, deberían dejarse de tonterías, ya que nunca hacen estas acusaciones frente a los asesinatos políticos que llevan a cabo los “aliados” de Occidente, como, por ejemplo, Israel. Esto refleja la completa hipocresía del gobierno británico.
El secretario de Exteriores, Boris Johnson, se apresuró a despedir a 23 diplomáticos rusos como “castigo” por el ataque; incluso declaró en BBC Radio 4 que, “probablemente”, eran espías. No tengo razones para poner en duda estas afirmaciones, pero es interesante ver cómo Johnson parecía tener una actitud muy diferente hacia Shai Masot, agente de la embajada israelí, el pasado año, cuando una investigación encubierta de Al-Jazeera reveló su plan, con el que pretendía “derribar” a un ministro del gobierno británico.
Johnson no acusó a Masot de ser un espía entonces; sólo dijo que “sea lo que sea lo que ha estado haciendo aquí, podemos decir que su tapadera ha sido totalmente eliminada.”
En términos generales, respecto al tema de Salisbury, estoy de acuerdo con el enfoque del líder de la oposición, Jeremy Corbyn: la respuesta de Reino Unido debe ser acorde al derecho internacional y basarse en pruebas, no en prejuicios.
Mientras que la primera ministra Theresa May y Boris Johnson han afirmado que el agente utilizado en el intento de asesinato contra Sregei Skripal y su hija es “de un tipo desarrollado por Rusia”, esto no constituye una prueba tajante para demostrar la responsabilidad del gobierno ruso. Como señala Craig Murray, las palabras “de un tipo” sugieren que el gobierno no tiene ninguna prueba real que vincule el agente químico al gobierno ruso; simplemente es “de un tipo". "Al igual que escribo esto desde un portátil de un tipo desarrollado por Estados Unidos, aunque éste se haya fabricado en China”, explica el ex-embajador británico de Uzbekistán. Murray también afirma que una fuente del Ministerio de Exteriores le ha informado de que “los especialistas químicos británicos no han identificado al gas nervioso como de fabricación rusa”.
No estoy descartando a Rusia como culpable. Sin embargo, creo que Corbyn tiene razón al señalar el largo historial de información falsa y deliberadamente engañosa generada por las agencias espías británicas, que sólo quieren empujar al mundo a la guerra. La comparación con Irak y las mitológicas “armas de destrucción masiva” se ha producido más de una vez en los últimos días.
Por supuesto, en este caso, el objetivo parece ser empujar al Reino Unido a una nueva Guerra Fría con Rusia, en lugar de a una guerra “caliente” como pretendía la inmoral e ilegal invasión de Irak que cumplirá 15 años este mes. Recordemos que el producto de esta guerra ha sido la destrucción casi total del país, una larga guerra civil y la creación del ISIS.
Por lo tanto, debemos tener cuidado a la hora de considerar como verdad absoluta las palabras del gobierno británico sobre el incidente de Salisbury. Esta semana, la escena que se formó en la Cámara de los Comunes fue completamente vergonzosa; los diputados conservadores gritaron “vergüenza” dirigiéndose a Corbyn por preguntar sobre las cuestiones más básicas e inofensivas, como cuál había sido la respuesta del gobierno ante la petición de Rusia de proporcionar a Moscú – a través de la Organización para la Prevención del Uso de Armas Químicas – una muestra del agente nervioso para realizar pruebas y averiguar su origen. Lo que en mi opinión, no es una petición escandalosa.
Si Rusia está mintiendo y realmente fue responsable del ataque; ¿qué tiene que perder el gobierno británico proporcionando una muestra a la organización, un organismo internacional relevante? El hecho de que el gobierno de Theresa May no lo haya hecho es significativo. Aunque Boris Johnson afirmó a los escuchantes de Radio 4 que el gobierno proporcionaría la muestra, no habló de fechas.
Nuevamente es importante señalar que los diputados laboristas de derechas – que nunca se han reconciliado realmente con el liderazgo de Corbyn – también se unieron a los ataques contra el líder de su partido en los Comunes, aunque de una forma más indirecta.
En mi opinión, la incuestionable prisa a la hora de creer al gobierno pase lo que pase es un síntoma muy inquietante de una tendencia totalitaria. Dado que Skripal es un ex agente espía que vendió secretos rusos a Reino Unido, es justo asumir que se habría ganado unos cuantos enemigos por ello, muchos de ellos en Rusia, incluido el Kremlin, pero el agente fue liberado en 2010 tras firmarse un trato de intercambio de prisioneros con Reino Unido.
Aunque Corbyn tiene razón al señalar que no podemos descartar a los grupos mafiosos rusos como los culpables potenciales, está claro que, quienquiera que esté detrás del ataque, esta indignación dirigida a Rusia es algo totalmente hipócrita. Israel – un aliado regional clave de Estados Unidos y Europa – tiene permitido operar con impunidad con una red terrorista global de escuadrones de la muerte dirigida por el Mossad, la agencia espía que asesina a sus enemigos. Ese hecho apenas se menciona en los medios británicos, y mucho menos se condena entre los altos cargos políticos.
El último asesinato por parte de Israel se realizó en Líbano; en enero, un coche bomba tenía como objetivo a Mohamed Hamdan, un beirutí miembro del Movimiento Palestino de Resistencia Islámica, Hamas. Supuestamente, Hamas escapó gracias a las precauciones de seguridad que tomó tras recibir información sobre el ataque. Sin embargo, resultó gravemente herido.
Según el bloguero estadounidense Richard Silverstein (que cuenta con varias fuentes de inteligencia israelíes), Hamdan fue alertado por un agente espía de Hamas infiltrado en el Shin Bet, la agencia secreta de seguridad israelí, que también ha participado en operaciones en el extranjero. Hamdan ha estado involucrado en la compra de armas de Hamas, provenientes de Líbano o Gaza, y de un nuevo frente de Hamas en Líbano; los informes varían y la desinformación israelí parece evidente aquí.
Sea lo que sea, está claro que Israel fue el responsable de este intento de asesinato político, principalmente porque los agentes de inteligencia libaneses y turcos han detenido a los presuntos asesinos, entre ellos dos operativos del Mossad. Eso sí son pruebas, y no las quejas e insistencias infantiles de los diputados de la Cámara de los Comunes.
Los gobiernos occidentales, incluido el de Theresa May en Reino Unido, hacen oídos sordos a los asesinatos con propósitos políticos de Israel. Es hora de acabar con la tremenda hipocresía de Occidente respecto a estos temas.