Hace unos días, por fin se presentó una obra de teatro cuyos productores llevaban mucho tiempo esperando para mostrar al público, después de varios meses de preparaciones. Esta larga espera se ha visto intercalada con acontecimientos importantes, que fueron tentados por esta obra o interpretaron un papel en ella. Personas como Sami Anan, el antiguo jefe del Personal General de las Fuerzas Armadas, o el coronel Ahmed Konsowa estaban destinadas a la cárcel, otras, como Ahmed Shafiq, al aislamiento o al arresto domiciliario, mientras que otras, como el abogado Khaled Ali, se enfrentaban a cargos por acciones indecentes.
Las elecciones presidenciales de Egipto se anunciaron hace meses por todas las calles, esquinas, barrios y callejones de todas y cada una de las provincias egipcias, alzando banderas que sólo mostraban imágenes del héroe de la película. Más que nada porque es el único actor; incluso los figurantes han desaparecido. ¿Desde cuándo participan los figurantes en la farsa electoral, en una de la que ningún país del mundo había sido testigo antes?
Es una farsa en todos los sentidos de la palabra, ya que su director ha obligado a los propietarios de tiendas y a las empresas a alzar varias pancartas para apoyar al único héroe si no querían que la Autoridad Tributaria les estuviera esperando. Los ministerios, las instituciones públicas y las autoridades en general participan en una maratón electoral, en la cual compiten para movilizar a su personal para la votación. Hicieron lo posible para llamar a su personal a acudir a los comités electorales si no querían que se les hiciera responsables. Al mismo tiempo, prometieron a su personal beneficios laborales. La provincia de Beheira ha llegado demasiado lejos con esta estrategia para sobornar a las aldeas y a los centros, que contienen la mayor cantidad de votantes, mediante una transmisión en la televisión local.
El gobernador de Mersa Matruh prometió viajes gratuitos de peregrinación – Umrah – a 500 votantes. El premio al más ridículo se lo lleva el director del distrito escolar de la provincia de Faiyum, que decidió premiar a los estudiantes que participaran en las elecciones con dieces en sus notas finales. Al-Azhar tampoco se lo perdió; se emitió una orden administrativa a todos sus empleados e institutos para que cancelaran las vaciones durante las elecciones presidenciales. Los empleados tuvieron que apresurarse a aparecer en los centros de los comités electorales, que Al-Azhar había preparado con este objetivo, encargando al personal de seguridad que les supervisara y así asegurarse de que tenían tinta en los dedos, lo que demostraba que habían votado.
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Los imanes de Al-Azhar compitieron con los sacerdotes de la iglesia para etiquetar a quienes boicotearon las elecciones como ateos, hasta el punto de que un sacerdote afirmó que Dios había escogido a Al-Sisi. Se trata de una mezcla innegable de religión con política, como si se tratara de un Estado teocrático. Es desconcertante el silencio de las élites degeneradas que no guardaron silencio durante el único año de gobierno del presidente Mohamed Morsi, y que hablaban de su mandato afirmando que se caracterizaba por un fascismo religioso del que nadie fue testigo. Por el contrario, Al-Sisi sí dijo: “Luchamos en Sinaí por Dios.”
Lo que más se permitió durante el año que Egipto estuvo controlado por un gobierno civil y no militar fueron ciertas libertades, y esas élites fueron las que más las disfrutaron, pero abusaron de ellas, por lo que Dios las castigó con un miedo que les hizo esconderse en sus madrigueras y mantenerse calladas.
Algunas de las élites que mostraron apoyo al gobierno militar se han tenido en cuenta y han recibido su parte del pastel.
El pueblo está siendo aterrorizado e intimidado mediante el uso de un peligro externo que llega desde todas partes. Como resultado, y para no convertirnos en Siria o Irak, tenemos que participar en elecciones imaginarias que forma parte de la farsa que vive Egipto desde el golpe de Estado de julio de 2013.
Relacionar la danza del vientre con las elecciones y establecer una relación intrínseca entre ambas cosas es una de las innovaciones de este terrorífico juego político. Durante las elecciones de 2014, hombres y mujeres bailaron frente a los comités electorales al ritmo de “Teslam El-Ayadi”. Lo mismo ha sucedido en estas elecciones, como si fueran una copia de las elecciones de 2014, además de la utilización de los ancianos, que aparecieron en los comités en sillas de ruedas, ayudados por policías. Sin embargo, incluso este año, llevaron a una anciana de más de 100 años de edad en ambulancia para que votara, mostrando una total falta de respeto respecto a su edad y su situación. Lo más importante era hacerle una foto.
En los centros electorales también se repartió comida para animar a las masas a participar, mientras que, en otras áreas, los votantes recibieron 50 libras egipcias (2,83 dólares). Todo esto, a pesar de que las leyes impiden la presencia de publicidad alrededor de los centros electorales, pero, ¿desde cuándo se respeta la ley en Egipto?
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Frente a este panorama tan cómico, muchos partidos políticos han instado al boicot de las elecciones. Incluso Al-Sisi pidió al pueblo que saliera a votar y aprovechó a todas las fuerzas del Estado para sacar a la gente a la calle durante el día de las elecciones. Ha devuelto al país a la época en la que los presidentes ganaban con un 99% de los votos.
La máquina mediática siempre ha funcionado a su favor, pero los logros que afirma haber conseguido en sus programas no se han manifestado en la realidad, y los egipcios no se han beneficiado de ellos.
Lo único que ven los egipcios es el deterioro de la situación política y económica. Sufren para ganarse la vida y dar de comer a sus familias. Viven en condiciones muy duras; la mitad de la población del país vive en una situación de pobreza. El pasado año, Al-Sisi habló en un Foro de la Juventud sobre la situación de los egipcios: “¿Nadie os ha dicho que sois extremadamente pobres? Dejad que os diga que somos muy pobres. ¡Muy pobres!”.
Está claro que las agencias de inteligencias encargadas de supervisar las opiniones del pueblo le han informado de que los ciudadanos no están satisfechos con su primer mandato. Durante una entrevista televisada, Al-Sisi admitió que su popularidad había disminuido, pero, por supuesto, explicó las difíciles decisiones económicas que había tenido que tomar para cumplir las reformas económicas que quiere realizar por el bien de las futuras generaciones.
Puede que esto haya hecho que dude de la falta de voluntad de los ciudadanos a participar en las elecciones; por lo tanto, ha entrado en pánico y ha movilizado a todas las instituciones del Estado para garantizar su victoria aplastante.
La primera y única vez que Egipto vivió unas elecciones libres y justas, en las que millones de personas decidieron por su cuenta ir a votar a uno de los 12 candidatos a la presidencia, fue en 2012. En aquel entonces, el presidente Mohamed Morsi ganó y se convirtió en el primer presidente elegido por el pueblo en 7.000 años. Por eso, gente del país y del extranjero conspiró y llevó a cabo un golpe de Estado para expulsarle y acabar con la democracia. ¡Nos hemos convertido en el hazmerreír del mundo!