Cuando Emmanuel Macron llamó a Vladimir Putin el viernes, un día antes de realizar su primera gran operación militar en Siria, el presidente francés sabía que la credibilidad de su política exterior estaba en juego.
Hace menos de un año, en la Galería de las Batallas del palacio de Versalles, se reunió por primera vez con el líder ruso, y le advirtió que el uso de armas químicas en Siria sería una línea roja que, en caso de cruzarse, provocaría represalias.
"Creo que se ha producido un ataque químico, creo que se ha cruzado la línea roja", le dijo a Putin por teléfono la mañana del viernes, según un asesor del palacio del Elíseo.
"Usó un tono muy directo; ninguno de los presidentes se hizo ilusiones sobre lo que iba a suceder", declaró el asesor a Reuters el sábado, poco después de los ataques aéreos nocturnos.
La decisión de atacar a objetivos del gobierno sirio se produjo tras una semana de agitación diplomática y coordinación con los aliados estadounidenses y británicos. La tarde del pasado domingo, Macron se reunió con un pequeño grupo de asesores en el palacio del Elíseo para observar varias imágenes y vídeos gráficos mostrando el sufrimiento de los niños en Douma tras un ataque producido el día anterior, que Francia y sus aliados afirman que utilizó armas químicas.
El primer asesor declaró:
"El presidente fue consciente de inmediato de la gravedad de estos ataques".
Una línea roja que 'debe ser respetada'
Tras una primera conversación telefónica con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, esa noche, se llevó a cabo una serie de minuciosas reuniones diarias con oficiales de defensa y de asuntos exteriores para comprobar la autenticidad de las imágenes y la información provenientes de Siria.
El jueves, en una escuela primaria en Normandía, mientras daba su primera entrevista televisiva en meses, Macron dijo que ahora Francia tenía pruebas de que el gobierno sirio estaba involucrado.
Tras otra serie de llamadas - con Angela Merkel, de Alemania, de nuevo con Trump y con Theresa May, del Reino Unido - Macron ordenó a su ejército enviar aviones de guerra Rafale a atacar las instalaciones de armas químicas de Siria.
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En la madrugada del sábado, en el centro de comando "Júpiter" del palacio del Elíseo, el presidente francés, de 40 años, rodeado por 10 de sus oficiales diplomáticos y de defensa, siguió de cerca el desarrollo de la operación.
Sus opositores políticos habían criticado a Macron por marcar una línea roja respecto a los ataques químicos tras el desafortunado precedente establecido por el ex presidente de los EEUU, Barack Obama, que se puso a sí mismo en una situación difícil con un ultimátum similar en 2012.
Obama tuvo que retroceder frente a la oposición del Congreso, señalando la fatiga de EEUU en Oriente Medio y empoderando a Rusia, según declararon en aquel momento expertos militares occidentales.
Respecto al ataque nocturno, otro asesor de Macron declaró:
"Esto es una prueba de que la línea política que estableció al principio de su mandato debía de haber sido respetada".