En la Cumbre Árabe en Dhahran, Arabia Saudí, el dictador egipcio Abdel Fattah Al-Sisi erróneamente se refirió a los misiles balísticos como misiles plásticos. Tambíen hubiera sido más adecuado describir a la propia cumbre como “de plástico” debido a su inutilidad.
Fue el ex primer ministro israelí, Ariel Sharon, quien utilizó el término ‘plástico’ para describir el plan de paz árabe de 2002 – que propuso el entonces príncipe heredero saudí, Abdullah bin Abdul Aziz, en la cumbre árabe de aquel año. El plan proponía la normalización de Israel bajo la condición de su retirada a las fronteras del 4 de junio de 1967. Sin embargo, a pesar de su evidente fracaso, se volvió a proponer en Dhahran.
El regreso de un plan fallido refleja una realidad más profunda sobre las actuales relaciones entre Arabia Saudí e Israel. A pesar de que el rey saudí, Salman bin Abdul-Aziz, llamó a esta 29ª Cumbre Árabe la “Cumbre de Jerusalén” refiriéndose a la supuesta simpatía por la causa palestina, ha sido su hijo, Mohammad bin Salman, el gobernante de facto del país, quien ha vendido Jerusalén para asegurarse su posición en el trono.
De hecho, Mohammad bin Salman es el que aceptó el ‘acuerdo del siglo’ propuesto por Trump, que permitió el reconocimiento de Jerusalén como la eterna capital de Israel.
También fue MBS, como se conoce a la eminencia de Arabia Saudí, quien invitó al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, a una reunión sólo para amenazarle y obligarle a olvidarse de Jerusalén. Además, MBS también intentó evitar que Abbas atendiera a la cumbre de Jerusalén celebrada por la OCI en Estambul, a pesar del gran apoyo internacional por la causa palestina.
Sin embargo, esta cumbre de plástico no puede disipar la importancia de otros dos grandes eventos: primero, la Gran Marcha del Retorno, que devolvió la importancia internacional a la causa palestina y al problema de los refugiados. En segundo lugar, el ataque americano-británico-francés en Siria.
Ninguno de estos acontecimientos fue mencionado en el comunicado final. Es como si la cumbre apoyara el ataque extranjero a un país árabe y respaldara el asesinato de los palestinos que se manifiestan en Gaza. (A pesar de mi total desprecio contra el régimen asesino de Siria, también rechazo y condeno el ataque contra cualquier país árabe, al igual que condeno a Bashar Al-Assad por usar armas químicas contra su propio pueblo).
Dado que Arabia Saudí, el país anfitrión de esta cumbre, está tan preocupado por Irán y sus misiles balísticos, uno de los aspectos cómicos de esta cumbre de pacotilla es el hecho de que cuando Abdel Fattah Al-Sisi mencionó estos misiles e intentó denunciarlos y adular a Arabia Saudí, dijo “Egipto no aceptará que los yemeníes puedan atacar el territorio saudí con misiles balísticos”. Pero, por accidente, dijo “plásticos” en vez de “balísticos.”
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Irán es el enemigo común de Arabia Saudí e Israel, como ha repetido el príncipe heredero saudí, la última vez durante su visita más reciente a Estados Unidos.
Por lo tanto, en general, la cumbre de Dhahran tomó una decisión histórica: paz con Israel y el enfrentamiento al proyecto sectario de Irán.
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