El sábado pasado el líder de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, distinguió entre la corrupción política y el pueblo palestino, aunque involuntariamente. Pero aún queda por articular la disociación entre la AP y los palestinos a los que afirma representar, para asegurar que no existe una apropiación oportunista de la lucha del pueblo.
Durante una reunión con delegados árabes en Ramallah, Abbas declaró que los palestinos "lucharán contra la decisión de Trump de reconocer Jerusalén como la capital de Israel". Sin duda, la resistencia anticolonialista de los palestinos seguriá en pie, no sólo por Jerusalén, sino por toda la Palestina histórica.
Sin embargo, Abbas ha explotado el problema del estatus de Jerusalén con objetivos erróneos. Debemos recordar, una vez más, que la AP ya ha otorgado concesiones significativas de la ciudad, como se reveló en las filtraciones de los "Papeles Palestinos". Mientras Estados Unidos prepara la inauguración oficial de su embajada en Jerusalén, la retórica de Abbas se ha quedado obsoleta y opuesta a las aspiraciones palestinas.
En el contexto de la Gran Marcha del Retorno que no incluye a la Palestina histórica, contrariamente a la persistencia de Abbas respecto al paradigma de los dos Estados, sus palabras da a entender que para la AP Jerusalén es poco más que la manzana de la discordia.
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Mientras su popularidad disminuye cada día, Abbas ha encontrado en Jerusalén un modo de articular una semblanza de liderazgo, aunque sus palabras concuerdan más con el consenso internacional que con las demandas palestinas. Sin embargo, Abbas habla de Jerusalén desde la perspectiva del consentimiemto, en lugar de hacerlo desde un punto de vista que unifique la lucha por la ciudad con el resto de la Palestina histórica.
Según el Times of Israel, Abbas declaró que después de un "asentamiento de paz" con Israel, "Jerusalén Oriental será nuestro y Jerusalén Occidental, suyo". La Agencia Anadolu también citó a Abbas diciendo: "La administración de Palestina no permitirá a Donald Trump ni a nadie llamar a Jerusalén la capital de Israel".
Sin embargo, Abbas no está en posición de dictar cómo llama Trump a Jerusalén, no sólo debido al desequilibrio de poder, sino también debido a que la AP complace las demandas israelíes, estadounidenses e internacionales. De acuerdo al compromiso de los dos Estados, Abbas promueve la fragmentación de Israel, algo opuesto a la lucha anticolonial palestina general. El fracaso de la AP a la hora de definir Jerusalén desde una perspectiva palestina debilita la retórica de Abbas. Dividir Jerusalén entre Occidental y Oriental, dentro de un marco colonial y de ocupación militar, sólo beneficia a Israel, que se ha apropiado del territorio palestino del mismo modo.Que Abbas utilice una imposición aceptada internacionalmente que garantiza a Israel una mayor apropiación no constituye una lucha contra Trump y contra los demás países que se espera que sigan su ejemplo y desplacen sus embajadas.
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El enfoque de la AP sólo supone advertencias implícitas contra las violaciones perpetradas contra los derechos de los palestinos. Es una estrategia anticuada en la que sólo gana Israel. Los palestinos no luchan sólo contra la decisión de Trump; también luchan contra el proceso colonial. Sin embargo, para Abbas, priorizar Jerusalén no tiene nada que ver con los derechos de los palestinos. No es más que un medio con el que aferrarse a una clara violación dentro de unos parámetros seguros, con el resultado obvio de que la comunidad internacional dicte los procedimientos mediante su silencio.
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