El último informe anual de Estados Unidos respecto a los atentados contra los derechos humanos, publicado el pasado viernes, realizó una omisión intencional: ya no existe ninguna mención a los territorios palestinos ocupados. Normalizando el proyecto colonial y la ocupación militar de Israel, la sección relevante se refiere a “Israel, los Altos del Golán, Cisjordania y Gaza”.
Un comunicado del ministro palestino de Asuntos Exteriores y expatriados, publicado en parte por la agencia Wafa, describió así este cambio: “el gobierno estadounidense no sólo está a favor de Israel, sino que también acepta totalmente sus políticas ilegales, hasta el punto en el que se han convertido parte de la ideología y las políticas estadounidenses”.
No hay duda de que ahora el presidente de los EEUU, Donald Trump, apoya a Israel tras haber hecha visibles las políticas de administración previas las cuales mantuvieron un enfoque más encubierto y cauteloso. Con la declaración unilateral de Jerusalén como la capital israelí y el próximo traslado de la embajada estadounidense de Tel Aviv a la Jerusalén, Estados Unidos ha establecido nuevos precedentes a la hora de normalizar el colonialismo. Así, ha animado a otros países que respaldan a Israel a seguir su ejemplo.
Sin embargo, existe un precedente anterior que fue recibido con burlas más que con preocupación. Cuando Trump no defendió el paradigma aceptado internacionalmente de los dos Estados, los medios se preocuparon más por su falta de elocuencia que por el significado de esta admisión. En el mejor de los casos, se habló tentativamente de una solución de un solo Estado, aunque con poca atención a cómo el concepto puede malinterpretarse. Prevaleció el asociar un concepto de un Estado único con los derechos igualitarios para los palestinos, sin embargo, no se habló apenas sobre los peligros de la implementación dentro del contexto de una entidad colonial cuyo concepto de Estado elimina a los palestinos y su derecho legítimo, con el objetivo de establecer una mayoría e identidad judías.
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Eliminar las referencias a la ocupación militar israelí de Palestina es, sin duda, perjudicial. Sin embargo, existen varios grados de peligro para los palestinos, incluida la definición de la ocupación militar fuera de su contexto colonial, una de las pocas cosas en las que insiste la Autoridad Palestina. Ambos enfoques reflejan la normalización de la apropiación colonial israelí de Palestina. La omisión total articulada por Estado Unidos supone que van un paso por delante de la AP y de la autoridad internacional a la hora de aislar a los palestinos en términos de política y derechos.
Que Estados Unidos esté totalmente de acuerdo con Israel no es nada nuevo. Por otra parte, el lenguaje utilizado por la AP complementa a la fragmentación de Palestina que promueve Israel. El comunicado del ministro de Asuntos Exteriores en Ramallah es complaciente y pretende ignorar la acción estadounidense insistiendo en que “no elimina el concepto del territorio ocupado según el derecho y la legalidad internacionales pero, una vez más, expone ante el mundo la verdadera postura de EEUU, especialmente ante quienes se niegan a ver al país por lo que es”.
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Si con esto la AP alude al aparente rechazo del compromiso de dos Estados por parte de Estados Unidos, deberíamos recordar que, a falta de una alternativa anti-colonial unificada que la AP se niega a considerar, no hay mucho que indique que los palestinos vayan a ser capaces de auto definirse políticamente a un nivel internacional. Esto se debe enteramente a la coacción del colonizador y al círculo de colaboradores de la AP que insisten en el obsoleto “proceso de paz” y en la “solución de dos Estados”. Mientras tanto, la violencia estatal de Israel contra los palestinos se convierte en la norma, y la comunidad internacional, dirigida por EEUU, es cómplice.
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