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Lo que el Golfo puede aprender del apretón de manos coreano

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in (izquierda) y el líder norcoreano Kim Jong-un (derecha) dan un paseo después de plantar un árbol conmemorativo en el edificio Peace House en el lado sur del pueblo de tregua de Panmunjom, Corea del Sur el 27 Abril de 2018 [Agencia Anadolu]

El mundo entero se sorprendió la mañana del viernes con un acontecimiento histórico a la altura de la destrucción del Muro de Berlín hace más de un cuarto de siglo, tras la caída de la Unión Soviética. El presidente norcoreano, Kim Jong-Un, fue hasta Corea del Sur y le dio la mano al presidente Moon Jae-in. Después, Jae-in cruzó la frontera entre ambos países, convirtiéndose en el primer presidente en cruzar la frontera en casi 65 años. Los dos líderes acordaron poner fin a la guerra que estalló a principios de los 50, en la que han muerto más de 2 millones de personas en ambos países y ha provocado docenas de conflictos y pruebas nucleares y no nucleares en la península coreana durante más de medio siglo.

La reunión entre los dos presidentes coreanos también podría allanar el camino hacia la desnuclearización de la zona, un problema que ha supuesto una pesadilla no sólo para ellos, sino también para el mundo entero durante las últimas décadas. Las palabras más influyentes de este acontecimiento histórico las pronunció Kim Jong-un, quien dijo en su discurso durante la reunión con su homólogo surcoreano que “las Coreas están unidas por la sangre y por la familia, y los compatriotas no pueden vivir separados”.

Este encuentro estuvo precedido del anuncio de la congelación de las pruebas nucleares por parte de su país en la Península Coreana, reflejando la sinceridad de sus intenciones de conseguir la paz en la zona. Se espera que se firme un acuerdo de paz entre los dos países vecinos este mismo año, lo que podría llevar a la unidad entre ellos. Hace tan sólo unos pocos días, esto era difícil de imaginar, sobre todo dada la retórica hostil intercambiada entre los dos países a lo largo de las últimas décadas.

Los árabes, especialmente los de los Estados del Golfo, pueden aprender muchas lecciones de esta cumbre histórica entre las dos Coreas. La primera sería que los conflictos, independientemente de cuánto hayan durado y de quiénes sean las víctimas, deben acabarse. Es mejor para los Estados árabes rivales que crean que su coexistencia es una necesidad impuesta por la geografía, la historia, el idioma, la sangre y la cultura. También deben convencerse de que la coexistencia debe darse sin que ninguna parte intente dominar a las otras.

La segunda lección es que el diálogo es la única manera de resolver las diferencias o disputas entre los países árabes. Sin él, el conflicto no sólo continuará, sino que también se irá complicando cada vez más. No importa cuánto se tarde; es necesario que las partes rivales se sienten frente a la mesa de negociaciones.

Leer: Cumbre histórica entre las dos Coreas en un pueblo fronterizo

La tercera lección es que es el pueblo quien paga el precio del conflicto y los enfrentamientos, a pesar de que no tenga voz en las elecciones y decisiones de los políticos. Es importante considerar esto antes de que el conflicto se intensifique. En la actual crisis del Golfo, se han manipulado las relaciones históricas y sociales entre los Estados del Golfo de manera que amenacen su cohesión y unidad. Desde el comienzo de esta crisis, he escuchado muchas historias tristes sobre divisiones familiares, tribales y sociales que han trascendido las diferencias políticas y se han convertido en una amenaza para el tejido social del Golfo, que se formó y se fundió hace siglos. Estoy casi seguro de que muchas comunidades y naciones del Golfo están ansiosas por que las relaciones entre los países bloqueadores y Qatar vuelvan a la normalidad, y que las familias y tribus afectadas puedan comunicarse de nuevo. Así, los qataríes aceptan constantemente iniciativas de diálogo que podrían resolver la crisis, no debido al hecho de que todo conflicto político debería gestionarse mediante las negociaciones y el diálogo, sino también porque la crisis tiene consecuencias y efectos negativos para muchas familias y tribus de todos los países bloqueadores.

La cuarta lección es que la mejora de las relaciones ha de ser precedida de una declaración de buenas intenciones y voluntad por parte de todos los países enfrentados. Además, deben tomarse pasos iniciales, empezando por el fin del discurso de odio, incitación y hostilidad entre las naciones, que no hace más que intensificar la tensión de las relaciones y retrasar las oportunidad de llegar a una solución rápida.

La quinta lección es que hacer concesiones políticas no es vergonzoso siempre que sea beneficioso para el pueblo.

¿Quién habría imaginado que Corea del Norte pondría fin a sus pruebas nucleares y misiles en la Península Coreana? ¿Quién habría pensado que Kim Jong-un haría una visita histórica a Corea del Sur?

A las Coreas aún les queda mucho camino por recorrer y probablemente lleve un tiempo llegar a una paz real pero, al menos, el proceso está en marcha y se han tomado medidas concretas en este aspecto; medidas que no se esperaban ni siquiera hace unos pocos días.

¿Aprenderán los líderes árabes de la experiencia de los presidentes de las dos Coreas y pasarán página, no sólo entre ellos, sino también entre sus pueblos y comunidades?

Este artículo apareció primero en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 30 de abril.

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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