Los árabes siempre han estado polarizados respecto a muchos temas políticos sobre el futuro de la región. Durante la primera Guerra del Golfo en 1990, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) hizo una apuesta política al oponerse al consenso de la Liga Árabe, apoyando la intervención iraquí en Kuwait. Esto llevó a la expulsión de más de 400.000 refugiados palestinos de Kuwait.
Cuando estalló la Primavera Árabe en 2011, Qatar fue el primero en mostrar su apoyo a las revoluciones, quedando sujeto a cierto escepticismo regional. Arabia Saudí tenía una opinión distinta respecto a la expulsión de los “dictadores”, y ofreció asilo político al ex presidente de Túnez, Zine El Abedine Ben Ali, y a su familia, así como al ex presidente de Yemen, el difunto Ali Abdullah Saleh, después de que ambos fueran expulsados a la fuerza del poder. Hasta este punto llega la polarización de las opiniones políticas sobre temas importantes en el mundo árabe.
Sin embargo, los árabes, en general, siempre han estado de acuerdo en un tema en particular: el derecho legítimo de los palestinos a resistir a la ocupación del Estado de Israel. Aunque difieren respecto a la forma de resistencia que deberían adoptar, existe un consenso abrumador sobre el derecho a resistir.
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A lo largo de los años, varios países y grupos políticos de la región han explotado el consenso sobre Palestina. De hecho, se ha dado mucho oportunismo político en este aspecto, con el que ha destacado sobre todo la Liga Árabe, un organismo político que representa a los Estados árabes. Probablemente, la resistencia palestina es el único proceso político que ha conservado la relevancia de la Liga Árabe. Le ha dado a la organización una esperanza de vida y ha garantizado su presencia en la mayoría de las reuniones políticas. Palestina también ha brindado importantes oportunidades fotográficas a sus secretarios generales, la mayoría de los cuales han sido egipcios.
La Liga Árabe tiene su sede en El Cairo, y Egipto también se ha beneficiado inmensamente de la resistencia palestina. Su involucramiento en el tema – a menudo, actuando como mediador entre Hamas y Fatah – ha garantizado una posición importante para el gobierno egipcio en la política global.
Del mismo modo, Jordania también ha conseguido mantener su relevancia política global gracias a la resistencia y a la causa palestina. Bajo el difunto rey Hussein, la importancia y la cobertura mediática jordanas a menudo han competido con las egipcias en temas relacionados con Palestina.
Además, la creación de la campaña de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) debe su existencia a la resistencia palestina. BDS es un movimiento de solidaridad internacional que coordina las acciones de solidaridad hacia Palestina contra Israel en todo el mundo.
La resistencia palestina también ha brindado una oportunidad para que los árabes comunes expresen sus quejas políticas. Sólo es bajo la bandera de la resistencia palestina en manifestaciones de solidaridad cuando la mayoría del pueblo del mundo árabe puede congregarse y manifestarse libremente, por lo que otras de sus quejas políticas podrían captar la atención de los medios.
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La otra cara de la moneda es que la resistencia palestina también ha logrado dejar expuesta la mentalidad y las maquinaciones políticas de la región frente al mundo. Ha presentado a Oriente Medio como una región que “carece de madurez y liderazgo políticos, una región no sincronizada con el ritmo político global.” Ha dado carta blanca a intervenciones políticas inescrupulosas y ha precipitado la invasión de Irak, por ejemplo, así como otras incursiones políticas y militares actuales en la región. Además, la interconexión de la nacionalidad y la religión en la resistencia palestina ha exportado involuntariamente tensiones religiosas a otras partes del mundo.
La elección de Donald Trump en Estados Unidos y el rápido ascenso del príncipe heredero Mohammad Bin Salman en Arabia Saudí han tenido un tremendo impacto en la resistencia. Trump ha relegado al llamado proceso de paz a la periferia política, provocando un cambio en el enfoque mediático. Eso, a su vez, ha hecho irrelevante a la Liga Árabe, a Jordania, a Egipto, y a otras entidades más o menos dependientes de los palestinos y su causa, incluida la resistencia.
El ascenso de Bin Salman y la adulación que recibió del nuevo gobierno de Trump como el “hombre al que ir” en Oriente Medio ha empeorado aún más la situación. Sus comentarios respecto al futuro de Palestina y de Oriente Medio en general como un todo dominan ahora las trayectorias políticas regionales. Su conexión con Israel, que muchos consideran fundamental para sus relaciones internacionales, ha alienado aún más a los poderes y benefactores de la resistencia palestina en la región. Haaretz, uno de los periódicos israelíes más influyentes, informó de que el príncipe les dijo a los líderes judíos en EEUU que, en efecto, los palestinos deben hacer las paces con Israel o “callarse”. Se trata de un cambio significativo en la política regional respecto a la resistencia palestina, y ha indignado a muchos árabes, sobre todo a los palestinos, dejando a muchos sin saber qué pasará ahora.
El informe sobre Bin Salman llega después de que el presidente de los Estados Unidos decidiera reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y desplazar la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén. El príncipe heredero saudí ha mantenido una relación abiertamente cercana con Jared Kushner, yerno de Trump y asesor especial en asuntos de Oriente Medio, incluido el proceso de paz entre Palestina e Israel. Las décadas de consenso regional sobre Palestina y la resistencia palestina han recibido un duro golpe. Nadie sabe qué pasará ahora.
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