El rey Abdullah de Jordania se reunió el lunes con los líderes de Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos en Riad, Arabia Saudí, para abordar las protestas que se producen actualmente en su país. Desde el 30 de mayo, Jordania ha vivido una serie de manifestaciones constantes, sobre todo en las calles de su capital, Ammán. Las protestas estallaron cuando el gobierno anunció su intención de aumentar los impuestos “en un momento en el que los ciudadanos jordanos ya sufren por la inflación”.
Estos acontecimientos llevaron al despido del primer ministro, Hani Mulki, a manos del rey Abdullah el día 4 de junio. El gobierno también ha cedido y ha cancelado sus planes de aumentar los impuestos y demás medidas de austeridad para calmar las protestas. Omar Razzaz, el nuevo primer ministro, cuenta con la difícil tarea de estabilizar la economía y pacificar las calles de Ammán.
Los tres países del Golfo se han comprometido a proporcionar a Jordania una ayuda de 2.500 millones de dólares. Se espera que este dinero suponga un salvavidas para el país mientras intenta volver a la normalidad. La rapidez de los países del Golfo a la hora de tratar de aliviar la tensión en Jordania ha levantado sospechas en la región y fuera de ella. Al fin y al cabo, son estos líderes los que se negaron a priorizar la crisis actual de Gaza durante la última Cumbre de Dammam en Dhahran, Arabia Saudí, el 15 de abril de 2018. La crisis de Gaza ha provocado cientos de muertos y heridos.
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Existe una serie de razones por las que los países del Golfo han actuado con tal rapidez en Jordania. Por desgracia, sus intenciones no tienen mucho que ver con el bienestar del pueblo jordano, aparte de las del líder kuwaití, el jeque Jaber Al-Ahmad Al-Sabah, a quien muchas personas de la región consideran un conciliador. Mohammed bin Salman, de Arabia Saudí, y Mohammed bin Zayed, de Emiratos, han sido acusados de grandilocuencia. Sus posturas respecto a Palestina, por ejemplo, les han hecho impopulares. El mes pasado, los medios israelíes informaron de que “el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, ha castigado al gobierno palestino por rechazar durante décadas las oportunidades de paz con Israel, y ha declarado que, o empiezan a aceptar las propuestas de paz, o se callan”.
Bin Zayed y Bin Salman quieren presentarse como los líderes de la región; sin embargo, sus críticos aseguran que “su intervención en Jordania no es más que un tema de relaciones públicas”. Su participación en Jordania, con la que pretenden retratarse como amigos del pueblo, tiene el objetivo de mejorar su mala imagen en la región. El informe de Ali Yunis, de Al-Jazeera, titulado “La crisis jordana: Por qué los Estados del Golfo se apresuran a involucrarse”, define con cierta precisión la otra intención de esta decisión. Yuni argumenta que, sin duda, la intervención del Golfo pretende evitar “una segunda Primavera Árabe ante su misma puerta”. En efecto, existe la posibilidad de que todo esto pudiera culminar en una agitación política prolongada en Jordania – esto es algo que la mayoría de los países de la región haría lo posible por evitar tras ver lo sucedido en Siria. Por lo tanto, cortar esta revolución de raíz es algo esencial para los países del Golfo.
Jordania es un país relativamente pacífico y eso ha proporcionado indirectamente cierta seguridad a su vecino, Israel. Jordania e Israel firmaron un tratado de paz en 1994 y, desde entonces, ambos países han aumentado su cooperación política y económica, sobre todo en temas de seguridad. El tratado también facilitó la ampliación de la cooperación económica. Según el Times of Israel, Israel firmó un “acuerdo de gas histórico de 15 años y por la cantidad de 10.000 millones de dólares en septiembre de 2016”.
Israel ha sido poco estricto a la hora de asegurar su frontera con Jordania, relegando la mayor parte de esa responsabilidad a este último. Existe una razón significativa por la que esta ha sido la situación durante años, y es que Jordania ha mantenido bastante bien la seguridad. La mayoría de los palestinos, especialmente los de Cisjordania, utilizan Jordania como salida al mundo exterior. Muchos palestinos poseen pasaportes jordanos, y muy pocos querrían poner en peligro ese privilegio. Las manifestaciones de Jordania han pillado a Israel por sorpresa; había que hacer algo inmediatamente.
Arabia Saudí y EAU – aliados de Israel en la región – tuvieron que intervenir y evitar que la situación se descontrolara.
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Jordania comparte una extensa frontera con Arabia Saudí. Además, Jordania alberga a varios refugiados palestinos y, hace poco, acogió a millones de refugiados sirios. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) afirmó que, en noviembre de 2015, había 4.289.994 “personas de interés” sirias, de las que 630.776 están registradas como refugiadas en Jordania. Hay alrededor de 1,4 millones de refugiados sirios en Jordania, de los que sólo el 20% vive en los campamentos de refugiados de Za’atari, Marjeeb Al-Fahood, Cyber City y Al-Azraq.
Jordania ha declarado que la influencia de sirios ha afectado a su capacidad de proporcionar servicios a sus ciudadanos. El colapso del gobierno jordano podría conducir a una crisis social, económica y política en Oriente Medio. Podría aparecer otra ola de refugiados y, esta vez, podría afectar directamente a Arabia Saudí. Por lo tanto, es importante que Arabia Saudí se asegure de que hay estabilidad en Jordania, y harán todo lo que haga falta para calmar la situación en el país.
Por último, Arabia Saudí tiene relaciones variadas con sus vecinos. Jordania está entre los pocos vecinos “dispuestos y complacientes”. Arabia Saudí está librando una guerra en su frontera sur con Yemen, y su relación con Qatar se deteriora cada día más. Kuwait y Omán han demostrado tener una mayor independencia en su política exterior al negarse a unirse al bloqueo contra Qatar. Sólo quedan Jordania, Bahréin y Emiratos Árabes Unidos como aliados firmes de Arabia Saudí, a distintos niveles tanto políticos y económicos.
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