Después de tanta expectación, la cumbre de Singapur resultó ser un chasco. Aparte de las espectaculares fotos únicas que se sacaron, la reunión entre Donald Trump y Kim Jong-Un no produjo ningún acuerdo innovador. En cualquier caso, Trump fue superado por su homólogo de Corea del Norte. Esto supone una llamada de atención hacia los líderes árabes que se han sentido intimidados por la temeridad del presidente de los Estados Unidos.
El hombre que hablaba a sus aliados árabes de aprobar su “acuerdo del siglo” en Palestina no fue capaz de persuadir a los norcoreanos para aceptar la verificación de su programa de ‘desnuclearización’. Lo único que consiguió fue un “compromiso firme e inquebrantables”, sin fechas, y sin una definición clara de lo que realmente significa desnuclearización.
Al igual que la península de Corea, Oriente Medio lleva décadas inundado por la controversia nuclear. A día de hoy, Estados Unidos y sus representantes árabes hablan con una sola voz acerca de la necesidad de un Oriente Medio libre de armas nucleares. Sin embargo, el único problema es que, mientras ignoran la amenaza que supone el arsenal nuclear de Israel, se centran casi totalmente en Irán. Recordemos que este último fue uno de los firmantes originales del Tratado de No Proliferación en 1968, que Israel se ha negado a firmar hasta ahora.
Mientras que las instalaciones iraníes están abiertas a inspecciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Israel, al no haber firmado, ha cerrado sus instalaciones al escrutinio. Y, mientras Irán está sujeto a tremendas sanciones, Israel recibe cobertura diplomática y ayuda militar estadounidense de más de 3.000 millones de dólares anuales.
En su libro “A Dangerous Delusion: Why the West is Wrong About Nuclear Iran”, los autores británicos Peter Oborne y David Morrison argumentan de forma convincente que Estados Unidos y sus aliados son totalmente responsables del “espantoso” sufrimiento del pueblo iraní, causado por el régimen de sanciones.
Como arma a menudo utilizada para provocar cambios de régimen, las sanciones económicas han sido tremendamente ineficaces. Cuando se han aplicado, las consecuencias siempre han sido más perjudiciales para las poblaciones vulnerables que para los regímenes. Ha sido el caso de Cuba, Irán, Corea del Norte e incluso la Franja de Gaza.
Por lo tanto, es absolutamente increíble que algunos gobiernos árabes sigan apoyando las sanciones de EEUU sobre Irak, el bloqueo israelí sobre Gaza y, más recientemente, el bloqueo saudí sobre Qatar.
Hablando de sufrimiento y derechos humanos; la cumbre de Singapur ha demostrado que son la última de las preocupaciones del presidente Trump. Lo más importante es su obsesión con las cámaras y cómo ganar dinero rápido. Del mismo modo que abandonó la Cumbre Árabe-Islámica-americana de 2017 jactándose de haber asegurado un acuerdo de armas con Arabia Saudí por valor de 110.000 millones de dólares, también declaró ante los reporteros en Singapur lo entusiasmado que estaba por la perspectiva de tener un “gran condominio” en las costas de Corea del Norte.A esto ha quedado reducida la política exterior estadounidense; una empresa con fines de lucro impulsada por la ambición personal y la codicia.
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La cumbre de Singapur demostró que las amenazas militares y las promesas económicas rara vez son suficientes para cambiar la realidad geopolítica. Normalmente, es más probable que estos cambios surjan de negociaciones significativas realizadas en una atmósfera de confianza, respeto mutuo y el reconocimiento de los derechos nacionales. Trump demostró poco respeto o reconocimiento hacia los problemas de Corea del Sur y Japón, sus aliados más cercanos en la región asiático-pacífica. Sin consultarlo ni notificarlo, declaró ante los medios que Estados Unidos “pondrá fin a los juegos de guerra” en la península, que, según sus palabras, eran “provocativos” e “inapropiados”.
En la medida en que esta declaración representaba una concesión en masa a Corea del Norte y China, supuso un insulto para Japón y Corea del Sur. El analista japonés Yoichi Funabashi habló en nombre de gran parte de su país: “En lo que respecta a la opinión de Japón, la mayor víctima de esta cumbre es la credibilidad de Estados Unidos como aliado.”
Si así es como Trump trata a sus aliados de Asia-Pacífico, nada le detendrá a la hora de actuar de manera similar frente a los regímenes pro-estadounidenses de Oriente Medio. A luz de esto, podría considerarse los recientes intentos de varios países para poner fin a su dependencia de las armas estadounidenses llegan demasiado tarde.
Por ejemplo; Arabia Saudí es el mayor comprador de armas estadounidenses, representando el 13% de las ventas de EEUU. En 2017, el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo estimó el valor de las exportaciones de armas estadounidenses a Arabia Saudí en 3.425 millones de dólares. Tan sólo en 2018, el Departamento de Estado ha aprobado ventas de armas por un valor de más de 770 millones de dólares y la proporción de ayuda a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.Por lo tanto, no es de extrañar que Estados Unidos se oponga rotundamente a los intentos saudíes de comprar misiles S400 a Rusia.
La semana pasada, David Schenker, la persona elegida por Trump para dirigir el Buró de Asuntos del Cercano Oriente del Departamento de Estado, advirtió de que disuadiría a países como Arabia Saudí, Qatar o Egipto de firmar acuerdos armamentísticos con Rusia que pudieran provocar sanciones estadounidenses.
Dicho esto, la cumbre de Singapur debe considerarse como una llamada de atención para los líderes árabes. Que vean que, bajo el gobierno actual, la política exterior de EE.UU. se está convirtiendo rápidamente en una fuerza desestabilizante y en una amenaza para la paz mundial. A pesar de su tan autoproclamada habilidad para ser el negociador supremo, el desempeño del presidente Trump en Singapur demostró todo lo contrario. Por lo tanto, esperar o hablar de que su imprudencia pueda llevar la paz a Oriente Medio es simplemente absurdo y delirante. El apoyo a su “acuerdo del siglo” debería retirarse inmediatamente, antes de que sea demasiado tarde.
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