Europa se enfrenta a la mayor crisis de refugiados desde la II Guerra Mundial. Todas las soluciones para intentar resolver el problema han fracasado, principalmente porque los encargados de implementarlas han ignorado las raíces del problema.
Además, el 11 de junio, el nuevo ministro de Interior italiano, Matteo Salvubum impidió que el barco de rescate Aquarius atracara en los puertos italianos. En él viajaban 629 refugiados y migrantes económicos. Un comunicado de Médicos Sin Fronteras (MSF) declaró que entre los pasajeros se encontraban 123 menores no acompañados y siete mujeres embarazadas.
“Desde ahora”, declaró Salvini, que también lidera la Liga Norte, un partido ultraderechista, “Italia empezará a decir NO al tráfico de seres humanos, NO al negocio de la inmigración ilegal.”
La cifra de refugiados se repitió una y otra vez en las noticias como una mera estadística. La realidad era que había 629 preciadas vidas en juego, cada una con una razón apremiante para haber emprendido el peligrosísimo viaje a Europa.
Mientras que la crueldad de negar la entrada a un barco cargado de refugiados desesperados resulta obvia, tiene que considerarse dentro de un contexto más amplio relacionado con el panorama político cambiante de Europa y las crisis actuales en Oriente Medio y África del Norte. El nuevo gobierno de Italia, una coalición del Movimiento Cinco Estrellas y el partido derechista Liga Norte, parece decidido a frenar la llegada de refugiados al país, tal y como prometió en la campaña electoral. Sin embargo, si los políticos siguen ignorando las raíces del problema, la crisis de refugiados no desaparecerá por sí sola.
La inquietante verdad es esta: Europa es responsable de gran parte del caos que se vive en Oriente Medio. Puede que los expertos derechistas quieran omitir esa realidad, pero los hechos no desaparecen por ignorarlos.
Los políticos europeos deberían enfrentarse honestamente a la pregunta: ¿por qué razón millones de personas abandonan sus hogares? Y entonces deben crear soluciones igualmente honestas y humanas. Básicamente, tienen que poner fin a las guerras para acabar con la crisis de refugiados. Fijémonos en los datos.
En 2017, un levantamiento convertido en guerra civil en Siria provocó el éxodo de millones de refugiados. Ahmed es un refugiado sirio de 55 años que huyó del país con su mujer y sus dos hijos. Su razón para marcharse era nada menos que una guerra letal.
“Nací en Homs”, dijo a la agencia para refugiados de la ONU, “y quería vivir allí hasta el último de mis días, pero esta guerra no nos dio otra opción que dejarlo todo atrás. Por el bien del futuro de mis hijos, teníamos que asumir el riesgo.”
Ahmed contó que tuvo que pagar a un contrabandista 8.000 dólares por cada miembro de su familia. “No he hecho nada ilegal en mi vida, pero no nos quedaba otra solución.”
Para salvar a su familia tenía que romper las reglas; no tengo ninguna duda de que millones de personas de todo el mundo harían lo mismo si se enfrentaran al mismo dilema. De hecho, millones ya lo han hecho.
A menudo, se culpa a los inmigrantes africanos de “aprovecharse” de la costa porosa de Libia para “colarse” en Europa. Sin embargo, la realidad es que muchos de estos refugiados vivían en paz en Libia, y sólo se vieron obligados a huir tras estallar la guerra de la OTAN en Libia en marzo de 2011.
“Soy originario de Nigeria, y llevaba cinco años viviendo en Libia cuando estalló la guerra”, escribió Hakim Bello en The Guardian. “Tenía una buena vida: trabajaba como sastre y ganaba dinero suficiente como para enviar algo a mis seres queridos. Pero, después de que empezara la lucha, la gente como nosotros – negros – se quedó muy vulnerable. Si salías a por algo de comer, una banda te paraba y te preguntaba si les apoyabas. Podían ser rebeldes, podían ser del gobierno; no lo sabías.”
El caos de seguridad en Libia no sólo provocó la persecución de muchos libios, sino también de millones de trabajadores africanos como Bello. Muchos de ellos no podían ni volver a su país ni quedarse en Libia. Ellos también se unieron al peligroso éxodo masivo a Europa.
Afganistán, devastado por la guerra, sirve como modelo trágico de la misma historia. Ajmal Sadiqi escapó del país, que lleva muchos años en un estado de guerra constante. Allí, la situación se ha vuelto mucho más letal desde la invasión estadounidense en 2001.
Saqidi contó a la CNN que la gran mayoría de quienes le acompañaron en el viaje desde Afganistán a Turquía, Grecia y otros países de la UE murieron en el camino. Sin embargo, como a muchos en la misma situación, no le quedaban más alternativas.
“Afganistán lleva 50 años en guerra, y las cosas no van a cambiar nunca”, dijo. “Aquí no tengo nada, pero me siento a salvo. Puedo caminar por la calle sin pasar miedo.”
Por desgracia, quizá esa sensación de seguridad sea temporal. Muchos en Europa se niegan a asumir su responsabilidad por crear o alimentar conflictos en todo el mundo; tan sólo consideran a los refugiados como una amenaza.
A pesar de la relación obvia entre las guerras sostenidas por Occidente y la crisis de refugiados de la UE, no se ha llegado a ningún despertar moral. Aún peor; ahora, Francia e Italia están involucradas en la explotación de las facciones enfrentadas en Libia para beneficiar sus propios intereses.
La UE tampoco es inocente en Siria. Allí, la guerra ha provocado un aumento masivo de los refugiados, la mayoría de los cuales son acogidos en países vecinos de Oriente Medio, aunque muchos han zarpado en embarcaciones precarias para buscar seguridad en Europa.
“Toda Europa tiene la responsabilidad de evitar que la gente se ahogue”, insistió Bello. “En parte, sus acciones tienen la culpa de que la gente de África haya tenido que abandonar sus hogares.” Añadió que países como Reino Unido, Francia, Bélgica o Alemania piensan que no tienen ninguna responsabilidad. “Pero todos formaron parte de la colonización de África. La OTAN formó parte de la guerra en Libia. Todos son parte del problema.”
Como era de esperar, el italiano Salvini y otros políticos de su estilo se niegan a enmarcar la crisis de este modo. Utilizan el discurso que sea necesario para conseguir votos, mientras ignoran el hecho obvio de que, sin la explotación económica y las intervenciones militares y políticas europeas, es muy probable que no existiera ninguna crisis de refugiados – al menos, no de esta magnitud.
Hasta que los gobiernos de la UE reconozcan esto, el flujo de refugiados continuará, aumentando la tensión política y contribuyendo a la muerte de personas inocentes, cuyo único deseo no es más que sobrevivir. ¿Es mucho pedir?
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Ramzy Baroud es periodista, autor y editor de Crónica Palestina. Su último libro está titulado ‘The Last Earth: A Palestinian Story’ (Pluto Press, Londres). Baroud cuenta con un doctorado en Estudios Palestinos de la Universidad de Exeter y es un becario no residente en el Centro Orfalea para Estudios Globales e Internacionales, Universidad de California Santa Barbara. Su página web es www.ramzybaroud.net.
Romana Rubeo, escritora italiana, contribuyó en este artículo.
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