El pasado 23 de junio se celebró la noche de San Juan, festividad cristiana que coincide con el solisticio de verano, momento en el que los días comienzan a hacerse más cortos. Sin embargo, para el pueblo granadino y andaluz en general esta fecha sería mucho más significativa si nos hubieran contado la historia de nuestrxs antepasadxs como nuestra. Es decir, si no considerásemos extranjeros a “los moros” que expulsamos para “venir nosotrxs”, si fuésemos conscientes de que esa expulsión, (que por supuesto no fue generalizada aunque la historiografía del Estado se empeñe en demostrar lo contrario), la quema de brujas y toda la serie de violaciones que se llevaron a cabo contra el pueblo andalusí desde la Corte de Tordesillas, Flandes y Génova, fue realmente contra nuestrxs antepasadxs.
Fue Don Juan de Austria, noble de Bayona, quien mandó congrerar a todos los “moriscos de paz” del Albaycín en las iglesias del mismo barrio en la noche de San Juan de 1569. A la mañana siguiente, todxs lxs que habían acudido fueron sacados presos de los templos.
En condiciones infrahumanas, según cuentan los propios sacerdotes en las cartas que con sus homólogos intercambiaban, muchxs de lxs prisionerxs fueron dispersadxs por la península Ibérica, otrxs arrojados al mar, otros entregados a la Iglesia, sobretodo menores varones y mujeres y niñas, en exclusividad, hechas esclavas domésticas para las familias recién llegadas de los reinos de Castilla, Aragón y Navarra así como nobles de Europa que acababan de obtener por derecho de conquista grandes extensiones de tierra en la actual Andalucía y Extremadura.
Pero, ¿quiénes eran esos “moriscos de paz”? Eran todxs aquellxs habitantes de Granada y el resto de territorios conquistados que habían aceptado, de mejor o peor gana, su conversión al catolicismo, que aceptaron perder sus tierras y trabajar desde ese momento en régimen de jornal ( futuros feláh menkub, -flamencos-) y que aceptaron el pago de altísimos impuestos a cambio de conservar su vida, únicamente su vida biológica, ni su lengua, ni su idiosincrasia.
Por eso hoy, a sabiendas de que pocxs conocemos la historia de nuestro pueblo, queremos rendir homenaje a todas las víctimas de Don Juan de Austria que aquella fatídica noche de San Juan perdieron, entre otras cosas, su vida biológica, el único derecho que parecía quedarles antes de la tragedia.
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