Hay un fallo importante que a menudo se ignora al hablar de la retirada de los Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (CDHNU). Por una parte, refleja el esfuerzo colectivo de Israel y Estados Unidos para evitar escrutinios respecto a sus violaciones contra los derechos humanos. Sin embargo, si analizamos esta retirada dentro del marco limitado en el que Israel y EE.UU. denuncian los prejuicios “anti Israel”, también protege a la organización internacional del escrutinio.
Sólo podríamos hablar de pérdida si Estados Unidos o el CDHNU hubieran contribuido de manera significativa a, en este caso, apoyar a los palestinos contra la violencia colonial israelí. A falta de esta dinámica, la retirada de EEUU no es más que un reflejo de la impunidad de la que goza a nivel internacional, así como de la futilidad de la articulación de derechos humanos desde una plataforma que opera a distintos niveles para mantener el estatus quo.
¿Esperamos que el CDHNU actúe de forma diferente ahora que el mayor aliado de Israel se ha retirado? Probablemente no. El tema 7 del programa se ha convertido en otro elemento que sirve a varios intereses que, en su mayoría, son incompatibles con las aspiraciones palestinas. ¿Por qué se espera que los palestinos sientan alegría simplemente porque existe una discusión específica y permanente en el CDHNU sobre las constantes violaciones de Israel?
Si, además de esta discusión, se diera también una acción política para ayudar a Palestina, el tema 7 no habría quedado desfigurado como una farsa manipulable al gusto. Poner a Israel como un tema constante en el programa no es suficiente y permite la explotación del propósito. De hecho, sería mejor que se dejara de discutir sobre Israel y se hiciese un esfuerzo internacional colectivo para combatir las posturas hipócritas de la ONU y sus organizaciones respecto al colonialismo. Sin embargo, la pregunta se engendra a sí misma. ¿Dónde estaría la ONU sin el daño colateral causado por el colonialismo?
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Del mismo modo, el tema 7 sirve a otros propósitos que no son denunciar las violaciones de Israel contra los palestinos. Su impacto se pierde en la falta de acción respecto a Palestina. Si se elimina su permanencia, hay poco que distinga la naturaleza de las críticas del CDHNU contra Israel que contra el resto del mundo. La fórmula que emplea la comunidad internacional es consistente, y siempre se dirige hacia el compromiso de dos Estados. Se toman decisiones externas para los palestinos, mientras que las únicas opciones son entre aceptación limitada y forzada.
Si el tema 7 del programa fuera tan prestigioso como se dice, habría operado dentro de un margen independiente de los requisitos obsoletos impuestos sobre los palestinos para complacer a Israel. Cualquier voz genuina dentro de la comunidad internacional se enfrenta a una censura perpetua de la dinámica de un sistema que corrompe cualquier iniciativa que pueda contribuir al cambio.
Con Estados Unidos fuera del CDHNU, todo seguirá igual. Pero, a menos que se someta a escrutinio a las instituciones internacionales, la última estratagema seguirá considerándose como una victoria para Israel, mientras ignoramos que el sistema internacional está orientado a provocar la derrota de Palestina, independientemente de la membresía del CDHNU o de la existencia del tema 7. Para que exista una discusión de las violaciones israelíes como consecuencia, también es pertinente denotar que la violencia colonial seguirá teniendo prioridad sobre los derechos humanos.
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