El supuestamente "desmedido" enfoque del Consejo de Derechos Humanos de la ONU respecto a Israel es la razón que ha citado el gobierno de Trump para retirarse sin ceremonia alguna del organismo internacional. Utilizando la excusa de que el Consejo actúa contra Israel, Estados Unidos, sin pestañear - y a su manera típica y cobarde - se retiró con la esperanza de que otros Estados siguieran su ejemplo. Por el momento, parece que Estados Unidos está solo, sin contar a Israel.
Que Estados Unidos esté en desacuerdo con una parte importante de la estructura de la ONU es música para los oídos de Israel, pero ciertamente no augura nada bueno para lo que queda del "prestigio" de la única superpotencia global. Puede que el ponerse firme para proteger al último régimen colonial del mundo haya funcionado en el pasado, pero esa era ha terminado, gracias, en gran parte, al abierto y vergonzoso hermanamiento entre el presidente de los EEUU y el líder de Israel, Benjamin Netanyahu, para imponernos la versión del "victimismo" israelí.
La nueva realidad es que gente de todo el mundo se ha hartado del acoso y la intimidación por parte de EE.UU. e Israel, incluso aunque algunos gobiernos aún se asombren del poder estadounidense. Lo peor para EE.UU. es que su presidente es considerado un personaje impredecible, cuyo reclamo de legitimidad está sumido en la controversia. La mayoría de las personas razonables consideran a Donald Trump un bufón rodeado por un grupo de racistas de derechas que se benefician de sus desastrosas e irracionales políticas.
Y lo que es más importante, con una bocazas arrogante como Nimrata "Nikki" Haley como su embajadora en la ONU, el contraste entre el bien y el mal no podría ser más evidente. Con su voz estridente, Haley tachó al UNHRC de "hipócrita y egoísta", ignorando la hipocresía de su propio gobierno. Puede que la enviada de Trump, que está ahí para servir a los intereses israelíes más que a los de Norteamérica, se crea sus propias mentiras, pero, por desgracia para ella y sus aliados sionistas, la opinión del mundo entero se inclina a creer que Washington es cómplice de los crímenes de guerra de Israel contra los palestinos al no haber actuado contra su Estado cliente. Dejando a un lado estos errores obvios, Estados Unidos ha saboteado deliberadamente los intentos del UNHRC de responsabilizar a Israel de sus constantes rupturas con el derecho internacional.
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A medida que crece la indignación mundial respecto al último terrible baño de sangre en Gaza a manos de Israel, no puede haber dudas de que el régimen colonial tiene tanto miedo como el antiguo régimen de apartheid sudafricano del potencial de las Naciones Unidas para acabar con su capacidad de actuar con impunidad. Está documentado que la ONU jugó un papel importante a la hora de abolir el gobierno racista de Sudáfrica. Condenado como "crimen contra la humanidad", la ONU estableció un Comité Especial contra el Apartheid en 1962. Una década después, adoptó la Convención Internacional para la Supresión y el Castigo del Crimen del Apartheid. Como nuevo presidente de Sudáfrica en 1994, Nelson Mandela se dirigió a la Asamblea General de la ONU agradeciendo su trabajo para derrotar al apartheid en su tierra natal.
Obviamente, Israel teme que se dé una situación similar en la que los líderes de la lucha por la libertad de Palestina vuelvan sobre los pasos de Mandela y repitan su discurso de celebración. El gobierno de Netanyahu y sus partidarios están interesados en tener a Trump como representante para destruir, o, al menos, paralizar a la ONU y a instituciones clave como el UNHRC. Por eso el régimen israelí ha tratado de ridiculizar y difamar a los Reporteros Especiales y a los Grupos de Trabajo de la ONU, cuyas misiones de investigación sobre los crímenes de Israel les han resultado imposibles de cumplir.
Israel también es consciente de que su conducta hacia los palestinos - especialmente, la manera enfática en la que se aplican leyes racistas - es una violación de la carta de las Naciones Unidos. Está en pie un régimen de una crueldad intolerable que ningún organismo de la ONU puede justificar o ignorar.
No es de extrañar que Sudáfrica haya rechazado la decisión de EEUU de retirarse como miembro del UNHRC. El
gobierno liderado por el ANC ha deplorado, con razón, su retirada como "preocupante" y contraria al espíritu del multilateralismo y a la carta de las Naciones Unidas.Varios grupos defensores de los derechos humanos han argumentado con convicción que la ONU no ha hecho lo suficiente como para responsabilizar a Israel de sus numerosas violaciones contra las leyes y convenciones internacionales. El descontento por su desempeño sería una forma educada de expresar una tremenda decepción. Esta crítica también la comparten los palestinos, que, justificadamente, argumentan que la infinita lista de crímenes israelíes cometidos en su contra - todos contrarios a la carta de la ONU - no han resultado en acciones rápidas y decisivas contra el Estado sionista.
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A pesar de los informes exhaustivos de los Reporteros Especiales y de los Grupos de Trabajo, es un hecho innegable que Israel ha eludido la censura y las medidas punitivas, principalmente gracias a la protección de Estados Unidos frente al Consejo de Seguridad de la ONU. La cuestión de la impunidad de Israel no sólo ha impactado negativamente en la imagen de la ONU, sino que también ha reducido la credibilidad de sus instituciones.
Ahora que, tras los belicosos gritos de Haley, Trump ha retirado a Estados Unidos, ¿seremos testigo de la reconstrucción del UNHRC y de una postura más firme por su parte? Sin duda, las víctimas de la injusticia de todo el mundo, no sólo los palestinos, tienen esa esperanza.
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