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¿Es el destino de Turquía en Siria el de un salvador o el de un tirano?

Soldados participantes en la operación militar "Rama de Olivo" en la provincia siria de Afrín, el 15 de febrero de 2018 [Beha el Halebi/Anadolu Agency]

Turquía ha reflexionado mucho sobre su intervención en los países vecinos. A lo largo de los primeros cinco años de conflicto en su frontera sur en Siria, por ejemplo, evitó la intervención directa, y actuó con cautela. En un conflicto teñido por la participación de agentes delegados de varios países, se arriesgaba a despertar la ira de todas las potencias involucradas; también le interesaba al entonces primer ministro (ahora presidente) Recep Tayyip Erdogan mantener la propia paz en Turquía. Ensuciarse las manos en una guerra que todavía no comprometía directamente su integridad territorial hubiera alimentado a sus críticos y tenía el potencial de causar la inestabilidad que quería evitar.

Por lo tanto, desde el comienzo del conflicto en 2011, Turquía se limitó a financiar y formar a grupos de la oposición como el Ejército Libre Sirio (ELS) y a pedir la expulsión de Bashar Al-Assad. Cinco años después, nos encontramos con que las milicias kurdas habían formado una fuerza militar cada vez más poderosa a lo largo de la frontera turco-siria, y Turquía se tambaleaba tras el intento de golpe de Estado en 2016; las reglas del juego habían cambiado. El país se enfrentaba a una amenaza territorial mientras se creaba un potencial Estado kurdo ante sus propios ojos. El gobierno en Ankara se dio cuenta de que ya no podía sentarse a esperar que se desarrollaran los acontecimientos mientras confiaba en sus representantes.

Entonces Turquía mostró sus cartas con la Operación Escudo de Éufrates en 2016, con la que eliminó al Daesh de la frontera, y, más recientemente, con la Operación Rama de Olivo en Enero, que expulsó a las YPG kurdas (Unidades de Protección Popular) de Afrín, provincia del norte de Siria, y evitó que los kurdos construyeran un corredor terrestre hasta el Mediterráneo. Tras el éxito relativo de ambas operaciones, ahora Turquía controla una porción considerable de territorio en el norte de Siria y, como resultado, se ha convertido en una fuerza importante a la hora de determinar el futuro de Siria. Pero, ¿es una fuerza benevolente para el bien de la región o un símbolo de tiranía en un territorio ya de por si sometido a la tiranía?

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El papel positivo de Turquía a la hora de ayudar a los refugiados sirios es indiscutible; las autoridades les han proporcionado servicios básicos, aunque limitados, y han creado programas educativos para los niños refugiados, muchos de los cuales llevaban sin ir a la escuela desde que estalló la guerra. Desde la promoción de la educación hasta la provisión de permisos de trabajo y el reasentamiento en otros espacios que no sean campamentos monolíticos, Turquía parece estar haciendo lo posible por conseguir una solución a largo plazo para los cuatro millones de refugiados sirias que alberga. La intención es encaminarles a una integración en la sociedad turca y en la siria una vez se acabe el conflicto, equipándoles con las capacidades necesarias para la autosuficiencia.

También podemos comprobarlo en la inauguración prevista de un campus de la Universidad de Harrán en la ciudad siria de Al-Bab, controlada por Turquía, uno de los cuatro campus de la universidad turca en el norte del país. “Queremos rellenar el enorme vacío educativo”, explica Ramazan Tasaltin, rector de la universidad, en su paágina web. “Estados Unidos envió a Siria 5.000 camiones cargados de armas (…) Por su parte, Turquía envió 10.000 camiones de ayuda humanitaria. Como universidad, queremos contribuir a la ayuda humanitaria de nuestro país.”

Turquía también ha formado parte de las negociaciones para el establecimiento de zonas de tregua en Siria, donde quienes huyen de la guerra puedan instalarse y sentirse a salvo sin tener que abandonar su país. Tras años de negociaciones en Astana, Kazajistán, junto a otros actores del conflicto, como Rusia e Irán, los esfuerzos de Turquía dieron fruto y resultaron en la creación de cuatro de estas zonas. Una de las más importantes está en la provincia de Idlib, controlada por Turquía, en la que viven unos 2,5 millones de sirios.

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Sin embargo, parece que las últimas críticas se dirigen a estas zonas liberadas por las fuerzas turcas. En las ciudades y pueblos del norte de Siria controlados por Turquía y los grupos rebeldes a los que apoya, particularmente Afrín y Al-Bab, se han registrado robos, confiscaciones de propiedades, enfrentamientos constantes entre los varios grupos rebeldes, e incluso la supresión de las críticas contra la presencia turca.

Para muchos sirios, muchos de los cuales regresaron hace poco a la región tras la ocupación turca de la zona, esto les ha hecho dudar del papel militar de Turquía y de su capacidad para mantener la paz.

Un doctor de la ciudad de Al-Bab, Mamdouh Matlab, contó al Middle East Eye: “La situación no es distinta a cuando el régimen estaba al mando (…) Cuando había un robo, íbamos a comisaría y rellenábamos un informe sobre lo que se había robado, pero no esperábamos que se tomara ninguna medida. Ahora vamos a la misma comisaría. Pero esta vez los oficiales han sido formados y están respaldados por los turcos. Es inútil, pero mejor que nada.”

Por su parte, el gobierno turco ha reconocido los informes sobre la anarquía que reina en los territorios que controla; el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, afirmó que Turquía está investigando “seriamente” los robos y saqueos producidos en Afrín. “Nosotros – la nación, el Estado y el gobierno turcos – rechazamos todo lo que sea inhumano”, insistió Cavusoglu. “Cuando la gente se queja de un problema, tenemos que tomárnoslo en serio.”

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No hay duda de que Turquía pretende mantener el control del territorio que ha conseguido en Siria, al menos mientras dure el conflicto. El viceprimer ministro, Recep Akdag, dijo en mayo que Turquía no entregará en ningún caso sus ciudades sirias al régimen de Assad. Aún no se sabe si pretende quedarse con el territorio o reservarlo para una Siria democrática posterior al fin de la guerra, aunque los críticos de Turquía – alarmistas, dirán algunos – temen que simplemente esté expandiendo su territorio para formar un nuevo “imperio”.

Tras la reelección el domingo del presidente Erdogan, éste anunció que Turquía avanzará aún más en el territorio sirio y probablemente en Irak, con planes de implementar el modelo que ya utiliza en Siria. Turquía ha de tener cuidado con que sus acciones en el norte de Siria, como sus proyectos de infraestructuras, sus programas educativos o su presencia humanitaria, no queden eclipsadas por un fracaso a la hora de controlar a los grupos rebeldes que respalda.

Es innegable que Turquía hace más que cualquier otro país para conseguir una solución a largo plazo; al fin y al cabo, prepara a los refugiados sirios para sentar las bases de una nueva Siria mientras libera el territorio al que podrían regresar. Sin embargo, debe avanzar con prudencia y hacer justicia para asegurar que sus fuerzas armadas y sus asociadas no cometan ningún crimen. Si no lo hace, su imagen como salvador benevolente podría convertirse en la de un tirano parecido a los días agónicos del Imperio Otomano a principios del siglo XX.

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

 

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Muhammad Hussein actualmente lee política en una universidad en Londres Muhammad Hussein actualmente lee política en una universidad en Londres Muhammad Hussein actualmente estudia política en una universidad de Londres. Tiene un gran interés en la poliítica de Oriente Medio e internacional.

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