El conocido como “acuerdo del siglo” de Donald Trump fracasará. Los palestinos no aceptarán cambiar su larga lucha durante 70 años por la libertad por el dinero de Jared Kushner; ni a Israel tampoco le parecerá bien que haya un Estado palestino desmilitarizado en Cisjordania.
Es probable que el orden de este previsible fracaso sea similar a lo que sigue: la Autoridad Palestina (AP) en Ramallah rechazará el trato una vez que se revelen todos los detalles del plan de la administración estadounidense; también es probable que Israel detenga su decisión hasta que los medios pro-israelíes de EE.UU. exploten minuciosa y mediáticamente el rechazo de los palestinos.
La realidad es que, teniendo en cuenta el auge de las fuerzas derechistas y ultranacionalistas en Israel, un estado palestino independiente, incluso en el 1% de la Palestina histórica, no será aceptable según los estándares políticos actuales de Israel.
Hay más a tener en cuenta: la atribulada carrera del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, como un líder que está siendo perseguido por acusaciones de corrupción y varias investigaciones policiales. Su posición es demasiado débil como para garantizar su propia supervivencia hasta las próximas elecciones generales, y mucho menos para defender el "acuerdo del siglo”.
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Sin embargo, se espera que el asediado líder israelí colabore para ganar más favores con sus aliados estadounidenses, distraiga al público israelí de su propia corrupción y responsabilice a los palestinos por el fiasco político que seguramente desatará.
Son las negociaciones de Camp David de Bill Clinton o la “Hoja de ruta para la paz” de George W. Bush una vez más. Ambas iniciativas, tan injustas como lo fueron para los palestinos, nunca fueron aceptadas por Israel en un principio, sin embargo, en muchos libros de Historia, está escrito que el ingrato liderazgo palestino fue el que entorpeció los esfuerzos de paz entre EE.UU. e Israel. Netanyahu está interesado en mantener esta falsedad.
El líder de Israel, que recibió el último regalo estadounidense con la reubicación de la embajada de Estados Unidos en Jerusalén, sabe cuán importante es este 'trato' para la administración Trump.
Antes de asumir su papel como presidente, Trump habló desde el principio de su "acuerdo definitivo" en una entrevista con el Wall Street Journal el 1 de noviembre de 2016. No ofreció detalles, aparte de la afirmación de que es capaz de “hacer (…) el trato”, “eso no se puede hacer (…) por el bien de la humanidad”.
Desde entonces, hemos confiado en fugas ocasionales, comenzando en noviembre de 2017, hasta hace poco. Nos enteramos de que se establecería un Estado palestino desmilitarizado en una pequeña parte de Cisjordania, sin tener como capital a Jerusalén Este; que Israel mantendrá todo Jerusalén y se anexionará los asentamientos judíos ilegales e incluso mantendrá el control del Valle del Jordán, y así sucesivamente.
Los palestinos todavía tendrán una “Jerusalén”, aunque inventada, donde el barrio de Abu Dis simplemente pasará a llamarse Jerusalén.
A pesar de la exageración, nada es realmente nuevo aquí. El “acuerdo del siglo” promete ser una repetición de las propuestas americanas anteriores que solo tuvieron en cuenta las necesidades e intereses de Israel.
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Las observaciones del yerno de Trump, Jared Kushner, en una entrevista con el periódico palestino Al-Quds, corroboran esta opinión. Afirmó que el pueblo palestino está "menos involucrado en los puntos de discusión habituales en los políticos y más en la búsqueda de un trato que les brinde a ellos y a sus futuras generaciones nuevas oportunidades, más y mejores empleos remunerados”.
¿Dónde escuchamos esto antes? Oh, sí, es la llamada “paz económica” de Netanyahu, que ha estado vendiendo durante más de una década. Ciertamente, la Autoridad Palestina (AP) ha demostrado que su voluntad política es una mercancía para comprar y vender, pero esperar que el pueblo palestino siga su ejemplo es una ilusión sin precedentes históricos.
De hecho, la Autoridad Palestina se ha convertido en un obstáculo para la libertad palestina. Una encuesta reciente realizada por el Palestinian Center for Policy and Survey indicaba que la mayoría de los palestinos culpan principalmente a Israel y la Autoridad Palestina por el bloqueo a Gaza, y que en su mayoría creen que la Autoridad Palestina se ha convertido en “una carga para el pueblo palestino”.
No es de extrañar que a partir de marzo de 2018, el 68% de todos los palestinos desee que el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbás, dimita.
Mientras Israel merece la mayor parte de la culpa por su ocupación militar de décadas, las guerras sucesivas y los bloqueos letales, EE. UU. también es responsable de respaldar y financiar los esfuerzos coloniales de Israel. Sin embargo, la Autoridad Palestina no puede desempeñar el papel de la desafortunada víctima.
Lo que hace que la particularidad del “acuerdo del siglo” sea peligrosa es la constatación de que no se puede confiar en la Autoridad Palestina. Ha desempeñado su papel, asignado por Israel y EE.UU. durante tanto tiempo. La política de la Autoridad Palestina sirvió como agente local en el sometimiento de los palestinos, frustrando sus protestas y asegurando la desaparición de cualquier iniciativa política que no gire en torno a la glorificación de Abbás y sus secuaces.
No es un logro cuando gran parte de la política exterior de la Autoridad Palestina en los últimos años ha servido para garantizar el completo aislamiento económico y político de la empobrecida Gaza, en lugar de unificar al pueblo palestino en torno a una lucha colectiva para acabar con la ocupación israelí.
Para los funcionarios de la Autoridad Palestina, criticar el “acuerdo del siglo” como una violación de los derechos de los palestinos, si bien han hecho poco para respetar estos derechos en primer lugar, es la definición misma de hipocresía. No es de extrañar que Kushner piense que EE.UU. simplemente puede comprar a los palestinos con dinero en un “acuerdo del tipo 'o lo tomas o lo dejas'”, en palabras de Robert Fisk.
¿Qué puede hacer la Autoridad Palestina ahora? Está atrapada en su propia imprudencia. Por un lado, el patrocinador financiero de la Autoridad Palestina en Washington está desconectando la fuente de dinero, mientras por otro, el pueblo palestino ha perdido la última pizca de respeto por sus supuestos “líderes”.
El “acuerdo del siglo” de Trump puede mezclar inadvertidamente las cartas y llevar a un “cálculo muy necesario para todas las demás partes involucradas”, argumentaba Anders Persson. Una opción disponible para el pueblo palestino es la expansión del modelo de movilización popular que se ha estado manifestando en la cerca de Gaza e Israel durante muchas semanas.
La caída de EE. UU. y la inminente destrucción del status quo podría ser la oportunidad que tiene el pueblo palestino de dar cuenta de su poder mediante la movilización masiva y la resistencia popular en el país, junto con un papel activo para las comunidades palestinas en la diáspora.
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