Durante meses, se ha especulado que la asociación ruso-iraní en Siria está bajo presión y, probablemente, incluso al borde de una importante división. Se llega a decir que la cumbre Putin-Trump en Helsinki, Finlandia, podría resultar en un cambio de la postura rusa respecto a Irán.
Se han citado muchos factores para apoyar la teoría de una división en las posturas rusa e iraní, que van desde la situación tensa en el suroeste de Siria hasta el despliegue de las fuerzas rusas en la frontera sirio-libanesa.
Por encima de todo, se cita el conflicto entre Irán e Israel como un importante factor de presión sobre el cálculo estratégico de Moscú. Para ilustrar el dilema de Moscú, el asesor del líder iraní para asuntos internacionales, Ali Akbar Velayati, viajó a Moscú la semana pasada para hablar con Vladimir Putin mientras el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, también se encontraba en la ciudad.
Aunque, efectivamente, existe tensión entre Rusia e Irán en Siria, es pronto para hablar de grandes desacuerdos, y mucho menos de una división. Puede que la cooperación ruso-iraní no sea inherentemente estable, pero es lo suficientemente fuerte como para soportar la presura exterior, al menos en el futuro previsible.
Además, una serie de intereses y amenazas compartidas, incluida la incertidumbre respecto a los planes de Washington en Siria, mantiene unidos a Irán y Rusia.
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Alianza de conveniencia
Como ha defendido a menudo este autor, Irán y Rusia no son aliados naturales. Por lo tanto, incluso su asociación en Siria se ve sumida en una larga serie de tensiones y, a la larga, podría derrumbarse. Ambos países están comprometidos con la preservación del status quo en Siria - es decir, la hegemonía política e ideológica del partido baazista - un objetivo que se ha cumplido en gran medida.
En ese sentido, tanto Irán como Rusia intervinieron instintivamente en el conflicto sirio con el fin de asegurar la supervivencia del gobierno sirio actual. Los informes que indican que, de algún modo, Irán "persuadió" a Rusia para involucrarse seriamente a finales de septiembre de 2015 son exagerados, como mínimo.
Rusia entró en la guerra sabiendo que, en el caso de la caída del gobierno sirio, el régimen sucesor se inclinaría hacia Occidente, probablemente llegando a cerrar la base naval rusa de Tartús, que es la única base de ultramar de la armada rusa.
Por su parte, Irán intervino al comienzo del conflicto y ha luchado una batalla mucho más profunda, consciente de que el "cambio de régimen" en Damasco supondría un duro golpe para la profundidad estratégica regional de la República Islámica, con consecuencias existenciales potenciales para los compatriotas ideológicos de Irán en el país vecino, Líbano.
Resumiendo, Rusia básicamente actúa impulsada por una serie de consideraciones pragmáticas centradas puramente en sus intereses nacionales en Siria y en el resto de la región. En ese sentido, a Rusia le interesa mantenerse en Tartús de manera indefinida (al menos hasta 2092), además de desarrollar nuevas bases en Siria, en particular la base aérea de Hmeimim.Mientras tanto, la postura de Irán es mucho más compleja, como demuestra la red inextricable de intereses nacionales y factores ideológicos que determina la política de la República Islámica en Siria. Esto se basa en la lealtad inquebrantable de Teherán a Damasco, que cuenta como la única alianza formal de Irán en el sistema internacional.
De forma inevitable, esta diferencia fundacional provocará desacuerdos políticos, como, por ejemplo, las distintas opiniones respecto al papel que juega la oposición siria. Los analistas aciertan al centrarse en la inestabilidad a largo plazo de la alianza ruso-iraní en Siria, pero el problema es la franja de tiempo, es decir, de cómo de largo es el plazo del que hablamos.
Según todas las estimaciones creíbles, la alianza de Irán y Rusia en Siria durará mucho tiempo - de hecho, mucho después de la conclusión de la guerra siria -, ya que su principal motor estratégico es el temor a las intenciones de Estados Unidos en Siria y en toda la región.
Aunque la presencia militar estadounidense en Siria es relativamente pequeña (limitada a unas 2.000 tropas en el este de Siria), estas fuerzas - junto a los demás activos militares de EEUU en la región - pueden derrotar a las fuerzas combinadas de Irán y Rusia en Siria.
La dimensión israelí
Para desarrollar y mantener una influencia en Oriente Medio, Rusia necesita una buena relación con todas las grandes fuerzas regionales, incluidos Irán, Israel y Arabia Saudí. De acuerdo con la hábil diplomacia de Moscú, Rusia ha intentado equilibrar los intereses iraníes e israelíes en Siria.
Con ese fin, Rusia se mantuvo al margen mientras Israel llevaba a cabo más de 100 ataques aéreos contra objetivos de Hezbolá, sirios e iraníes en Siria durante los últimos cinco años. De hecho, Moscú parece ser totalmente neutral en el conflicto iraní-israelí en Siria, que se intensifica cada vez más, como demostró el primer enfrentamiento directo de los enemigos en mayo.
En el futuro, probablemente Rusia intentará mitigar en este conflicto - para preservar sus propios intereses vitales - sin que parezca que toma partido. Así, es posible que Moscú cumpla la demanda israelí de que Irán y sus aliados se alejen de los ocupados Altos del Golan.
Pero las demandas maximalistas de Israel, centradas en la retirada total de las fuerzas iraníes de Siria, no sólo difieren con los intereses rusos, sino que, lo que es más importante, también son totalmente irrealistas. Como demuestra este excelente análisis, la naturaleza del despliegue iraní en Siria es "integracionista", hasta el punto de que las fuerzas iraníes y sus fuerzas aliadas se han convertido en una parte indivisible de la infraestructura siria militar y de seguridad. Esta es otra razón por la que Rusia e Irán necesitan trabajar juntos en Siria para proteger sus intereses nacionales de seguridad y para lograr la "paz", que podría durar mucho más que la guerra.
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