Canadá tomo una decisión valiente mediante su ministro y embajador en Riad cuando expresó sus preocupaciones en lo relativo al arresto de los defensores de los derechos humanos por parte de las autoridades saudíes, incluyendo mujeres, y exigieron su puesta en libertad. Estos defensores de los derechos humanos son solo culpables de expresar valientemente sus opiniones y defender los derechos de los ciudadanos oprimidos en el reinado del terror. La posición canadiense no es nueva, puesto que numerosas organizaciones internacionales de los derechos humanos y el Departamento de Estado de los Estados Unidos han criticado la situación de los derechos humanos en Arabia Saudí, especialmente en lo relacionado a la libertad de expresión, la libertad de religión y culto, los derechos de las mujeres, la situación de los expatriados y la falta de justicia penal. En años recientes, estos informes se añadieron a los crímenes cometidos por la coalición de las fuerzas aéreas saudíes en Yemen.
La nueva situación que coincidió con la posición canadiense provocó una reacción desequilibrada de enfado y en Arabia Saudí, la cual reaccionó despidiendo al embajador canadiense de Riad, llamando de nuevo al embajador saudí en Ottawa, congelando las transacciones de inversión entre los dos países, acabando con las becas para los estudiantes saudíes en Canadá, y deteniendo todos los viajes de la aerolínea saudí a las ciudades canadienses. Por otro lado, la reacción de Canadá fue diplomática y elegante, como anunció la ministra de exterior, ella se encuentra “muy cómoda” con la posición de Canadá y también declaró que “Canadá siempre luchará por los derechos humanos en Canadá y alrededor del mundo, y los derechos de las mujeres son derechos humanos”. Esto está estipulado por la Carta Canadiense de los Derechos y Libertades, que es una declaración de derechos incluidos en la Constitución. Se considera incluso que está por encima de la Constitución de Canadá, puesto que no puede ser enmendada o modificada, e incluye principios generales, como la defensa de los derechos fundamentales que todo el mundo tiene en cualquier parte.
La ironía en la reacción saudí es que el tuit de la embajadora canadiense en Riad que desencadenó la crisis entre Arabia Saudí y Canadá, solo expresó su preocupación en el arresto de la activista saudí, Samar Badawi, e hizo un llamamiento a su puesta en libertad. Esto provocó una reacción inesperada y agresiva en Arabia Saudí.
Very alarmed to learn that Samar Badawi, Raif Badawi’s sister, has been imprisoned in Saudi Arabia. Canada stands together with the Badawi family in this difficult time, and we continue to strongly call for the release of both Raif and Samar Badawi.
— Chrystia Freeland (@cafreeland) August 2, 2018
Tuit: Muy alarmada al saber que Samar Badawi, la hermana de Raif Badawi, ha sido encarcelada en Arabia Saudí. Canadá se une con la familia Badawi en estos tiempos difíciles, y continuamos pidiendo la puesta en libertad de ambos.
Sin embargo, a principios de año, se publicó el Informe Anual de las Prácticas de Derechos Humanos por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, el cual, incluía un capítulo entero dedicado a Arabia Saudí criticando la situación de los derechos humanos en el país. También reveló los abusos de los derechos humanos cometidos por las autoridad en contra de activistas y miembros de la familia real. El informe también mencionaba que las autoridades saudíes arrestaron arbitrariamente a oponentes políticos y a líderes religiosos e incluso no se salvaron los miembros prominentes de la familia real y destacados empresarios. De acuerdo con el informe del Departamento de Estado, todos estos arrestos fueron extrajudiciales y ninguno de los detenidos fue sometido a juicio. En cuanto a los príncipes y empresarios que fueron liberados, se negociaron acuerdos con ellos. Además, el informe estadounidense no solo criticaba la situación de los derechos humanos dentro de Arabia Saudí, sino que también dedicaba una sección a criticar la guerra saudí en Yemen y su violación de los derechos de los ciudadanos. A pesar de toda la crítica documentada en un informe oficial, Riad no reaccionó ante Washington, y los nuevos gobernantes saudíes pasaron a cerrar el “Acuerdo del Siglo”, según el cual Donald Trump obtuvo 450 mil millones de dólares, lo que él consideró que era el precio por la protección del gobierno saudí.
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Irónicamente, Canadá tiene intereses inversores con Arabia Saudí, y el valor del comercio entre ambos países es de alrededor de 3 mil millones de dólares. Está entre los intereses canadienses continuar con dicho comercio, puesto que se considera que Arabia Saudí es el segundo socio económico en Oriente Medio. Desde la llegada de Justin Trudeau como primer ministro, Canadá ha suspendido una venta de armas de 12 mil millones de dólares a Arabia Saudí desde 2014, hecha por su predecesor, debido a la presión de las organizaciones de los derechos humanos de Canadá. Esto dio la entrada a Trudeau para comprometerse a abstenerse de hacer tratos con países similares en el futuro. Los observadores esperan que esta crisis sea el momento apropiado para que el joven primer ministro canadiense se deshaga de la carga de este trato que fue, de hecho, no más que un intento de comprar el silencio de Canadá en lo relativo a la defensa de los derechos humanos a nivel global. Canadá puede que siga el ejemplo de Alemania, que suspendió toda la venta de armas a Arabia Saudí a principios de este año. Antes de esto, Noruega y Suecia cancelaron todos sus negocios de armas con Arabia Saudí a golpe de pluma. En Bélgica, el Tribunal Supremo emitió un decreto en julio prohibiendo la exportación de armas a Arabia Saudí debido a las condiciones de los derechos humanos en el país.
Esta crisis ha expuesto dos cara de hipocresía, la hipocresía de las autoridades saudíes, que se mantienen silenciosas cuando la crítica proviene de las autoridades estadounidenses que emiten declaraciones insultantes, y a veces incluso directas o implícitas acusaciones del apoyo al terrorismo por el presidente Trump. La otra cara es la hipocresía occidental, la cual ha sido demostrada por numerosos países, la mayoría en Estados Unidos, Reino Unido y Francia, considerada la cuna de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuando se mantiene en silencio de cara a las violaciones de los derechos humanos en Arabia Saudí, no solo dentro del país, sino también en Yemen, llevada a cabo con armas compradas de estos países occidentales.
Quizá el aspecto más importante de esta nueva crisis entre Arabia Saudí y Canadá, de la cual no sabemos cuándo y cómo terminará, es que nos hizo recordar el mundo de la situación aborrecible de los derechos humanos en Arabia Saudí y de los abusos que tienen lugar dentro del reinado del terror, dada la ausencia de una constitución o de leyes que garanticen los derechos y la protección de las personas, así como un juicio justo.
La crisis entre Arabia Saudí y Canadá ha acabado con el tabú que la mayoría de los países occidentales tenían miedo de afrontar y por ello evitaban abordar el registro de los derechos humanos de Arabia Saudí, como medio para preservar sus intereses económicos y tratos militares. ¿Romperá la audacia de Canadá el silencio de Occidente sobre los abusos del reinado del terror? La respuesta a esta pregunta la dejamos para los próximos días.
Este artículo se publicó originalmente en árabe en Al-Araby Al-Jadeed el 8 de agosto de 2018