Las tribus siempre han formado y siguen formando un papel importante en el escenario social libio, tanto política como demográficamente. Todavía está fuertemente arraigada en esta sociedad la conexión con las tribus y los lazos estrechos con ellas, y muchos libios están orgullosos de sus afiliaciones tribales. Gran parte de la opinión publica libia cree que la solución al conflicto que atraviesa su país no se llevará a cabo con éxito a menos que esté basado en acuerdos con las tribus que están asentadas en las distintas regiones del país norteafricano.
El régimen del coronel Muamar Gadafi, que se las arregló para imponer gobernar Libia durante 42 años, se aprovechó de este factor y aprendió a jugar bien sus cartas. Convirtió el equilibrio entre tribus en un arma y lo explotó para asentar sus bases sociales y de estabilidad en el poder. Le encargó esta tarea a muchos de sus funcionaros familiarizados con la historia de las tribus libias, quienes tuvieron un gran éxito atrayendo a las tribus que eran tremendamente influyentes en la comunidad libia. Sus funcionarios los acercaron al régimen de Gadafi y muchos de ellos fueron después nombrados ministros y embajadores, así como reclutó un extenso número de miembros de la tribu como oficiales y soldados en sus brigadas de seguridad; a los que cubrió de subsidios y beneficios para asegurarse la lealtad de las tribus. De la misma manera que alentó a los libios a confiar en sus tribus para obtener sus derechos o un puesto de trabajo más elevado. También los utilizó para imponer castigos a la oposición, forzando a las tribus a abandonar a aquellos que se opusiesen, convertirlos en parias dentro de ellas e incluso expulsarlos a ellos y a sus familias y rechazar enterrar a sus muertos en los cementerios tribales. Esto hizo que las tribus presentasen documentos jurando lealtad, algo que el régimen alentó y a lo que dio gran atención.
Los intereses del régimen en la cuestión tribal se vieron reflejados en los esfuerzos de muchos de sus líderes para hacerse con el apoyo de la tribu Gaddafa, a la que Gadafi pertenecía. Muchos buscaron en las profundidades de la historia para encontrar algún tipo de asociación entre su tribu y la de Gadafi, a fin de garantizarles privilegios y posiciones, que fueron distribuidos acorde a su importancia, basados en la proximidad a la tribu de Gadafi u otras tribus cercanas al régimen. Estos esfuerzos llevaron a la formación de un mapa de lealtades y afiliaciones, y basados en este mapa, se aseguraron estrategias que mantuviesen al régimen con poder con el apoyo de estas tribus.
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En el mismo contexto, a fin de servir este interés, emergieron investogadores de repente en ese momento, y el régimen les pidió, con apoyo financiero y tribal, que escribiesen libros sobre el papel de la tribus libias en su lucha en contra de la colonización italiana, ya sea alabando o condenando su papel, de acuerdo con la posición de la tribu en el régimen y de acuerdo con las instrucciones pedidas a los escritores. Estos inventaron muchos hechos y ofendieron a muchas tribus, puesto que intentaron borrar la honorable historia de su lucha como castigo por una determinada posición que adoptaron contra el gobierno de Gaddafi. Esto llevó al establecimiento de fragmentaciones tribales y la distribución de posiciones, beneficios y poderes basados en el peso y lealtad tribal, haciendo del odio y animosidad una gran característica que sigue rigiendo las relaciones entre las tribus libias a día de hoy.
Gadafi cayó y su régimen colapsó en 2011. Libia entró en un completo vacío político, dado que no había ninguna constitución a la que volver o ninguna institución política, de servicio o seguridad fiable que pudiese gobernar el país y sus asuntos. Esto dio lugar al resurgimiento de la tribus para desempeñar un papel en la política, en los servicios y en la seguridad, permitiéndoles defenderse y defender sus territorios formando milicias tribales conocidas como los consejos militares. Estos comités estaban formados principalmente por aquellos que tomaron parte para derrocar el régimen de Gadafi y quienes fueron capaces de obtener cantidades significantes de armas, botines de las brigadas y campos de seguridad de Gadafi, o ayuda de países extranjeros que desempeñaron un papel importante en la caída del régimen.
Después de febrero de 2011, el tribalismo ha continuado desempeñando el mismo papel relevante que siempre ha tenido, se ha afianzado bajo sus milicias y consejos militares y ha utilizado algunos de sus miembros para conseguir intereses y beneficios personales y familiares. Como resultado del vacío de seguridad que siguió al levantamiento, un número de tribus libias participaron en enfrentamientos y guerras entre sí, especialmente aquellas que tienen una enemistad histórica entre ellas, ya sea sobre la tierra, para imponer su influencia, o por otras razones. Estos conflictos fueron en gran parte, extensiones de antiguas guerras tribales. Quizás la invasión de la ciudad de Bani Walid en 2011, dirigida por la tribu de Misrata, y la guerra entre las familias Sulayman y Gadafi en el sur, son indicaciones claras de la dimensión histórica de estas guerras, si bien se observa que las afiliaciones políticas e ideológicas contemporáneas de Warshefana y Al-Zaweya con diferentes fundamentos políticos e ideológicos llevaron a la muerte de muchas víctimas en ambos lados, en un peligroso precedente amenazando la entrelazada e interconectada estructura social libia.
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En la Libia occidental, y específicamente en las montañas cercanas a la capital, Trípoli, la situación no se desarrolló sin problemas tribales que, como en otros casos, fueron un reflejo del deterioro de la situación de seguridad y de los problemas históricos entre muchas de esas tribus. Sin embargo, la sabiduría de los jeques en esas áreas desempeñaron un papel positivo resolviendo muchos problemas y desafíos, especialmente debido al posicionamiento de esas tribus a favor o en contra del régimen de Gadafi en “los acontecimientos de febrero”. Quizá el acuerdo al que se llegó entre las tribus de Zintan y Mashashiyya ocurrió como resultado de su sabiduría. Los primeros acordaron la vuelta al último de sus territorios, y firmaron acuerdos para garantizar la paz entre las tribus y una coexistencia. El acuerdo también estipula encargar un comité conjunto para evaluar todo problema sin resolver o subsecuente.
La presencia del general Khalifa Haftar en la región oriental, y el hecho de que éste haya adoptado el mismo método usado por Gadafi para comprar la lealtad de las tribus, especialmente aquellas con un peso social, ha diferenciado esta región del resto de las áreas libias. Haftar falló en el golpe que anunció el 14 de febrero de 2014, proclamando que tomaría el control de las oficinas del gobierno en Trípoli y suspendería el trabajo del Congreso General Nacional, mientras que el golpe no fue más allá de las pantallas en la que él lo anunció. Esto causó que abandonase la región oriental como un intento de comprar el afecto de los líderes de la zona y para retratarse a sí mismo como una figura armoniosa que lucha en contra del terrorismo en la región. Se aprovechó del caos de seguridad y de los magnicidios, asesinatos y bombardeos generalizados que habían exasperado a la gente. Estas circunstancias hicieron que las grandes tribus orientales provinciales, como los Awaqeer, Magharbeh y Obaidat apoyasen a Haftar, especialmente después del comienzo de la guerra, la cual llamaron “Operación Dignidad”. Sin embargo, se ha hecho obvio que muchas de esas lealtades se han fragilizado después del descubrimiento de muchas tribus de que los motivos ocultos detrás de esas guerras era alcanzar el poder y construir glorias personales pavimentando su camino hacia el poder político. Estas tribus pagaron un precio alto por esas guerras, así como la gente que participó en ellas. También, se dieron cuenta de que la batalla que creían que era una guerra en contra del terrorismo cambió de una lucha ideológica a una batalla tribal sobre las posiciones y las autoridades.
En cuanto al sur de Libia, la presencia de pozos de petróleo y yacimientos petrolíferos aún por explotar lo hicieron un área con orientación política y económica representado por las ganancias financieras, gastadas por los sucesivos gobiernos sin ninguna responsabilidad a fin de cuidar estas instalaciones. El aspecto político es representado por la presión en el gobierno por cerrar el petróleo o amenazar con hacerlo con el objetivo de ganar beneficios para la tribu. Estos beneficios conllevaron un conflicto armado entre los Toubou y los Tuareg en 2014. A pesar de la calma cautelosa actual, la situación está a punto de explotar en cualquier momento. Esto no es menos peligroso o violento que los enfrentamientos ente los Zawiya y Toubou en el sureste.
La tribu ha mostrado negatividad y una intromisión en los asuntos políticos, resumidos por Al-Bashir Ali Al-Kout en un artículo que escribió, adquiriendo la mayor cantidad de botín, en términos de dirección o trabajos normales y rentabilidad financiera en la forma de fondos o proyectos, como la fuerza de la tribu medida por lo que logra en este sentido en comparación con otros intentos, significando que adquiere lo que hace y no merece. A pesar de todo esto, y de todos los obstáculos que emergieron como resultado de la intromisión tribal en política, que, en muchas ocasiones, terminó imponiendo el sistema de cuotas, en lugar de un sistema de habilidades y potencial, el tribalismo permanecerá como la base social que lleva en su historia una herencia cultural y una habilidad para tratar con los problemas existentes que pueden desempeñar un papel fundamental en el logro de la paz y la reconciliación ente los componentes de la sociedad libia. Esto es especialmente cierto ya que se trata de una sociedad tribal y la mayoría de la gente proviene de las tribus o está organizada de una manera u otra, y no se pueden rebelar ante esto.
Además, la intromisión tribal en los acontecimientos recientes ha dado lugar a muchas funciones positivas que los diversos gobiernos fallaron en conseguir. Los consejos tribales tuvieron éxito alcanzando 68 de 74 acuerdos de reconciliación, y triunfaron en el intercambio de prisioneros en 38 de los 57 incidentes y acontecimientos entre las milicias rivales. Esto los hizo más efectivos en la búsqueda de soluciones que fueron aceptadas por todos y que impusieron ellos mismos moral y socialmente, incluso en la ausencia del estado y sus agencias.