Mientras que Rusia, el padrino de la revolución siria, hablaba de devolver a la fuerza a refugiados sirios a los mataderos, después de haber sido desplazados en contra de su voluntad; varias ONGS internacionales revelaron que 8.000 detenidos han muerto en las cárceles del Régimen sirio.
El mensaje pretende llegar a todos los sirios, advirtiéndoles e que su destino será el mismo. El director de inteligencia de la Fuerza Aérea, Jamil Al-Hassan, un verdadero criminal de guerra, reveló sin tapujos la verdadera naturaleza de sus pensamientos, alardeando desde el comienzo de la revolución de que está listo para matar a un millón de sirios. Después irá frente a la Corte Penal Internacional para ser responsabilizado de sus asesinatos.
A día de hoy, multiplica esa cifra por 20. Ha dicho que 10 millones de sirios obedientes son mucho mejores que 30 millones de “terroristas”.
No han sido sólo los ocupantes o el régimen de Assad los que han asesinado a estas personas, y no fueron los que mataron a la gente que aparece en las fotos filtradas en el Informe César, que incluyó 55.000 fotografías de 11.000 prisioneros sin ojos, con narices dibujadas, las orejas cortadas y sus órganos vendidos.
Los verdaderos asesinos de estas personas son los que se quedaron observando en silencio desde el primer día; en silencio frente a los crímenes de Jamil Al-Hassan y los de el difunto Hafez Al-Assad en los 80. El mundo que siguió tratando con este régimen como si fuera legítimo, y con el pueblo sirio como si fueran esclavos.
Este mundo criminal siguió apoyándole en todos los frentes, y aún se mantiene firme frente a la voluntad del pueblo, que exige la libertad mediante elecciones libres, al igual que el resto del mundo libre civilizado.
Han perecido cerca de un millón de mártires, y ahora nuestros prisioneros, que suman alrededor de un cuarto de millón, nos dejan, mientras sus padres no tienen forma de saber qué les sucede. Según la ley, son “secuestrados” pue no han sido arrestados mediante órdenes judiciales, ya que el grupo sectario que lleva medio siglo en el poder no sigue estas órdenes.
Se fueron. Sus familias no recibieron sus cuerpos. No saben dónde están sus tumbas. No pudimos despedirnos de ellos, ni rezar por ellos. El régimen les teme tras morir, al igual que les temía vivos. No quiere que sean un legado para las próximas generaciones.
Es una tradición que inició el difunto Hafez Al-Assad, que nunca envió los cuerpos de los mártires a sus familias. Se han perdido 35.000 mártires detenidos en la cárcel de Tadmur en los últimos 30 años, y nadie sabe dónde están enterrados. Pero la inspiración no llega de sus lápidas, sino de la resistencia del pueblo que, generación tras generación, de abuelos a nietos, oirá esta historia, que alimentará su ira contra sus asesinos y torturadores.
Se fueron, pero sus voces siguen con nosotros, ensordeciéndonos, diciéndonos que no nos sometamos, que no negociemos con los asesinos; que no les demos legitimidad. Cualquier negociación o reconciliación sería una disculpa de la víctima a su asesino. Legitimaría el asesinato, ya sea ahora o después. Es criminalizar a los mártires y reivindicar a sus asesinos. Este régimen siguió matando; el asesinato es el oxígeno que respira desde hace medio siglo. El régimen moriría si dejara de matar y asesinar.
“No a la reconciliación” es el lema a seguir hasta que se vaya este grupo sectario. Hay quien pide el regreso a los mataderos, mientras vemos cómo estos grupos sectarios y ocupantes rompen con todos los acuerdos a los que llegaron con grupos que forman parte de la revolución, ya sea en Ghouta, Homs, Daraa o cualquier otro sitio. Los asesinatos, redadas y detenciones, incluso de quienes se reconciliaron con el grupo sectario, no se detuvieron.
Quienes llevan años matándonos no eran sólo Bashar, su banda y los ocupadores. El que nos asesinó es el llamado mundo libre, que ha participado o ha permanecido en silencio, y que aún nos obliga a ser esclavos de Al-Assad.
Pero esto es imposible. Quienes lo piden no conocen la historia.
Este artículo fue publicado en árabe en The New Khaleej el 12 de agosto de 2018.
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