Los sirios en la provincia noreste de Idlib se preparan para una ofensiva inminente a manos del régimen de Assad, un ataque que podría abrir un nuevo frente en el conflicto de ya ocho años de duración.
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Los consejos locales del sur de la provincia han solicitado una mayor protección turca alrededor de ciudades y pueblos, ya que el régimen anunció que abriría varios cruces, incluido el de Abu Al-Duhour en el este, para que los civiles abandonaran la zona.
El jefe de la Fuerza de Tarea Humanitaria en Siria, Jan Egeland, advirtió a principios de mes que un ataque contra el último gran fuerte de la oposición podría resultar en un “baño de sangre civil”; actualmente, la provincia alberga a unos tres millones de personas, y al menos la mitad de ellas son sirios que han sido desplazados de otras zonas del país.
En las últimas semanas, las fuerzas del gobierno han empezado a prepararse cerca de Jisr Al-Shughour, una ciudad en el borde occidental de Idlib, barriendo la región con ataques aéreos que han dejado docenas de muertos. El viernes, más de 40 personas, la mayoría mujeres y niños, fueron asesinadas en el pueblo de Urem Kubra durante media hora de intensos bombardeos. La semana pasada, la fuerza aérea siria también lanzó panfletos sobre varias ciudades que urgían a los residentes a rendirse ante el régimen a medida que la guerra se acerca a su fin.
Los ataques previos del régimen sobre territorios controlados por la oposición han concluido con negociaciones que han permitido a los militantes y a sus familias viajar hacia el norte, a cambio de entregar su armamento pesado y su control regional. Aun así, los analistas temen que un nuevo asalto contra Idlib no deje ninguna salida a la oposición, forzando su rendición ante el régimen o enfrentándose a una extensa campaña militar.
Pero una intervención turca podría detener la violencia. Ankara ha respaldado a varios grupos de la oposición en el norte para amortiguar a las milicias kurdas en su frontera, y ha construido 12 puestos de observación alrededor de la ciudad, cuya función es evitar una incursión militar. Aunque, en gran parte, Turquía ha ignorado los ataques previos en zonas reconocidas de desescalada, se espera que el gobierno, temiendo otra ola de refugiados huyendo a través de la frontera, intente mitigar un ataque a mayor escala.
Sin embargo, se duda del éxito de este intento. El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, reiteró en una conferencia de prensa conjunta la semana pasada que Moscú apoyará a las operaciones del ejército sirio en Idlib, y los acuerdos en vigor de desescalda son nulos debido a la supuesta presencia de grupos terroristas en el terreno.
“Sí, los puestos de vigilancia turcos ayudaron a aliviar la tensión, pero, últimamente, [los grupos de la oposición] atacan al ejército sirio y también a la base aérea rusa de Hmeimim. El ejército sirio tiene derecho a defenderse frente a estos ataques, y tenemos que respaldar sus operaciones,” contó Lavrov a los periodistas.
Su homólogo turco, Mevlut Cavusoglu, abogó por la cooperación para evitar el derramamiento de sangre en la región: “Nuestras agencias de inteligencia y ejércitos deberían cooperar para localizar y erradicar a los grupos terroristas en Idlib,” declaró. “Bombardear todo la ciudad sólo por los grupos terroristas provocaría una masacre y una gran crisis.”
También se espera que las intensas luchas internas de la oposición afecten a otros desarrollos, a la luz de la formación de una nueva coalición conocida como la alianza del Frente Nacional de Liberación. Formado por unas 11 grandes facciones, incluidos grupos del Ejército Libre Sirio, respaldado por Turquía, excluye al ex afiliado de Al-Qaeda, Hayaat Tahrir Al-Shaam, que controla un 60% de la provincia.