A principios de mes, Irán y cuatro antiguas repúblicas soviéticas llegaron por fin a un acuerdo respecto al estatus legal del Mar Caspio. Por extensión, también acordaron establecer las bases del reparto de sus abundantes recursos naturales, incluyendo petróleo y gas.
Este acuerdo tardío – la Convención sobre el Estatus Legal del Mar Caspio firmada en la ciudad kazaja de Aktau – lleva casi 30 años discutiéndose. De hecho, desde la disolución de la antigua Unión Soviética a finales de 1991, antes de que la URSS tuviera una frontera marítima claramente definida con Irán.
Compuesta de 24 artículos, la convención se ha firmado tras 22 años de negociaciones estructuradas, incluidos 50 reuniones especiales de grupos de trabajo y cinco cumbres. A pesar de este enorme esfuerzo, se están planteando cuestiones serias respecto a la naturaleza del acuerdo y al hecho de que no parece abordar adecuadamente temas espinosos en relación a las fronteras marítimas y el reparto justo de los recursos del mar.
En Irán, la gente ha recibido el acuerdo con una mezcla de escepticismo, preocupación y hostilidad, ya que el acuerdo no cumple con ciertas demandas de remarcable importancia para el país persa, especialmente sobre las fronteras marítimas y el acceso adecuado a recursos energéticos bajo el lecho marino.
Además, existe la preocupación de que el Gobierno iraní haya dado demasiadas concesiones a los rusos con tal de garantizar el acuerdo. Por otra parte, es un éxito diplomático para Irán, ya que otorga garantías de seguridad y llega tras un nuevo impulso estadounidense para aislar al país en el panorama global.
¿Lago o mar?
La posición inicial de Irán en las negociaciones multilaterales que comenzaron en 1996 defendía que una partición post soviética del Mar Caspio debía tener en cuenta el espíritu – si no las disposiciones – de los dos únicos tratados existentes en relación a su postura legal y política, el Tratado de Amistad Ruso-Persa de 1921 y el Acuerdo sobre Comercio y Navegación de 1940.
Como era de esperar, las primeras negociaciones multilaterales no llegaron a nada, ya que los otros cuatro Estados litorales – Rusia, Kazajistán, Turkmenistán y Azerbaiyán – prefirieron entrar en acuerdos formales e informales bilaterales (y, en algunos casos, trilaterales) para resolver las disputas y problemas urgentes.
Probablemente el punto más importante de las largas negociaciones era si denominar al Caspio como lago (ya que es un cuerpo de agua sin salida al mar) o como mar. La aparente decisión de llamarlo mar, aunque con un “estatus legal especial”, según los rusos, suponía que la Convención de las Naciones Unidas sobre la Ley Marítima se aplicara también al Caspio, asegurando así la libertad de navegación más allá de las aguas territoriales definidas de los Estados litorales.
La decisión tentativa de reconocer al Caspio formalmente como mar constituye un avance significativo, ya que disiente la expectativa de los expertos que apostaban en contra hace más de una década. Sin embargo, es una mala noticia para Irán, que argumentó desde el principio que, al mantener los tratados bilaterales entre Irán y la URSS, el Caspia debería definirse como lago. En resumen; como mar, la propiedad de los fondos marinos se basaría en la línea costera de cada Estado litoral. Sin embargo, como lago, los fondos se dividirían equitativamente entre los cinco países.
Dado que Irán tiene la línea costera más corta del Caspio, su estatus marítimo reduce dramáticamente la propiedad del país sobre él y sus recursos energéticos. A pesar de que, en términos prácticos, Irán había abandonado hace mucho la misión de mantener el estatus del Caspio como lago, la formalización del Mar Caspio ha sido un golpe para el orgullo nacional.
¿Un gran triunfo para Rusia?
Un analista estadounidense veterano se ha apresurado a describir la convención como un “gran” triunfo para Rusia, a pesar de que el texto final del acuerdo aún no se ha publicado. Sin embargo, inevitablemente, la insistencia de Moscú en un “estatus legal especial”, implicando que el Caspio no es ni un mar ni un lago, ha levantado sospechas sobre las intenciones de Rusia en las futuras negociaciones relacionadas con el acuerdo actual o incluso que lo sustituyan.
La convención es una buena noticia para la industria del petróleo y el gas, ya que se estima que el Mar Caspio contiene 48.000 millones de barriles de petróleo y 292 billones de pies cúbicos de gas natural. Existe una expectativa generalizada de que el acuerdo impulsará la exploración del gas y del petróleo, además de acelerar la construcción de un oleoducto propuesto entre Kazajistán y Azerbaiyán.
Otro factor de la convención es la prohibición del despliegue de fuerzas militares extranjeras en la región del Mar Caspio. Esto es particularmente importante para los rusos y los iraníes, que temen un potencial despliegue de EE.UU. o de la OTAN en la zona. De hecho, el presidente de Irán, Hassan Rouhani, quiso resaltar este aspecto cuando elogió el acuerdo en general.
En términos más generales, la convención se considera un triunfo diplomático parcial para Irán, ya que rompe el “sentimiento de aislamiento económico” del país en medio de la renovada imposición de las sanciones estadounidenses. Sin embargo, el problema para Rouhani es que muchas personas en Irán están descontentas. En parte, esto se debe al hecho de que Irán firmó la convención sin celebrar un debate nacional apropiado.
El Mar Caspio es un tema delicado en Irán, en gran parte porque Teherán antes controlaba todo el mar, antes de que el Imperio Ruso invadiera las partes centrales y norte a principios del siglo XIX. En los últimos días, muchos iraníes han expresado su indignación sobre el acuerdo en las redes sociales, denunciando la “traición” del gobierno.
Sin embargo, muchas de estas críticas se acercan a los desvaríos delirantes. Por ejemplo, la insistencia en que Irán debería tener derecho al 50% de los recursos del Mar Caspio no tiene en cuenta la aparición de cuatro nuevos Estados litorales tras la caída de la Unión Soviética. Aunque los expertos iraníes tienen razón al identificar la opinión pública mal informada como un obstáculo para racionalizar la nueva convención, olvidan que son cómplices a la hora de generar la atmósfera actual al no generar un debate nacional apropiado al respecto.
Como conclusión, es justo asumir que Irán podría haber conseguido un acuerdo mejor si hubiera estado en una mejor postura económica y diplomática. En ese aspecto, la Convención del Mar Caspio expone la relativa falta de Irán de poder político y económico sobre Rusia, una realidad que, sin duda, Moscú explotará despiadadamente a medida que la relación entre Irán y EEUU sigue cayendo en el abismo.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.