A veces es difícil ver por qué se informa tanto sobre la guerra de Siria en Occidente, mientras que la de Yemen se ignora; parece un tema restringido a los analistas y expertos en Oriente Medio. Sin embargo, la realidad es que los acontecimientos de Yemen están en el núcleo de la relación de Reino Unido con Oriente Medio; de hecho, de su lealtad, que roza la sumisión, a los intereses de Arabia Saudí. Este último es uno de los países más poderosos del planeta, en el que el levantamiento de una prohibición de conducción llega a los titulares mundiales, pero apenas se mencionan los bombardeos de la Fuerza Aérea Real Saudí sobre mujeres y niños.
Es desconcertante que no se hable más de ello en los medios. Puede ser que exista un prejuicio en el subconsciente de los editores que sienten una profunda lealtad hacia el Estado británico cuando está involucrado en asuntos militares. Muchas redacciones de noticias niegan o simplemente no están interesados en que, ocasionalmente, Reino Unido se alinee con los atacantes que bombardean mezquitas, escuelas y mercados; que, a veces, apoyemos erróneamente a los malos, a diferencia de la guerra de Siria, en la que respaldamos a los rebeldes desfavorecidos (aunque algunos de estos rebeldes también son realmente malos). O en Irak en 2003, cuando – fueran los que fueran los errores en la lógica detrás de la invasión – las tropas invasoras contaban claramente con la superioridad moral frente a Saddam Hussein.
Otra posibilidad es que sea cierto el rumor de un acuerdo alcanzado entre el ministro de Defensa en Londres y ciertos medios con el fin de limitar la cobertura sobre el conflicto de Yemen, a cambio de “capacidad de influencia” en otros lugares sobre asuntos de defensa. Los detalles son difíciles de concretar, quizá porque tal trato no existe.
Una última posibilidad es que, simplemente, estén pasando demasiadas cosas en el mundo. Muy pocos británicos siguen comprando periódicos, pero siguen esperando un periodismo de calidad en las páginas web. Los presupuestos de Exteriores se reducen, por lo que informar sobre Trump, Siria, Putin, el Brexit, China y Yemen es una tarea complicada.
Ayer, Human Rights Watch criticó duramente a la coalición liderada por Arabia Saudí por su enfoque mediocre a la hora de investigar sus propios supuestos crímenes de guerra. Claramente, el mecanismo principal – el Equipo Conjunto de Evaluación de Incidentes (JIAT, por sus i) – no está trabajando según lo planeado. Los incidentes, supervisados por analistas imparciales, como el organismo por los derechos humanos, presentaron importantes incoherencias comparados con los informes del JIAT sobre los mismos acontecimientos fatales. La ONG de Nueva York ha atraído la atención sobre sus investigaciones de 88 casos desde marzo de 2015; el JIAT tan sólo ha investigado un cuarto. Además, el JIAT no ha responsabilizado de nada a los controladores y comandantes aéreos saudíes, aunque hayan bombardeado mercados, bodas, una instalación de bombas de agua, mezquitas, campamentos de ayuda de ONGS internacionales y complejos residenciales.
Como demuestra el último informe de Human Rights Watch, publicado esta semana, la coalición ha sido cínica al usar las conclusiones del JIAT en su favor. El blanqueo del JIAT no sólo adorna las páginas de los medios controlados por el Estado en Arabia Saudí – una garantía para los residentes de que Riad está en el lado de los ángeles –, sino que, a menudo, las críticas de la comunidad internacional han sido compensadas con publicaciones repentinas de datos.
Por ejemplo, el JIAT publicó resultados de incidentes durante una reunión con el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en septiembre de 2017. El programa incluía la petición del establecimiento de una comisión internacional independiente que investigara los supuestos crímenes de guerra cometidos por la coalición saudí. Entonces, los saudíes publicaron los resultados del JIAT para argumentar en contra de la necesidad del nuevo mecanismo internacional propuesto.
En marzo de 2018, mientras el príncipe heredero, Mohammad Bin Salman, viajaba a Reino Unido para reunirse con el gobierno británico, se volvieron a publicar repentinamente resultados del JIAT, en un intento de evitar la vergüenza de Westminster. Después, en junio, el JIAT envió una serie de nuevos hallazgos antes de una polémica ofensiva para controlar Hodeida, el puerto más importante de Yemen, un ataque en el que la desesperada situación humanitaria de Yemen pareció empeorar.
El personal involucrado también podría tener algo que ver. MEMO reveló en octubre de 2016 que un importante juez bahreiní había sido nombrado líder del JIAT. Ante el estallido de los levantamientos de 2011 en Bahréin, el abogado militar Mansour Al-Mansour presidió el Tribunal de Primera Instancia de Seguridad Nacional, establecido para procesar el juicio y la condena de cientos de manifestantes pacíficos y activistas en favor de la democracia y los derechos humanos después de que se lanzaran a la calle para exigir reformas urgentes en la pequeña monarquía del Golfo.
Entre las condenas notorias de Al-Mansour están los llamados “Trece bahreiníes”, un grupo de activistas, periodistas y políticos que denunciaron torturas, incluyendo abusos sexuales y palizas, durante su detención. Ahora, Al-Mansour es el principal asesor legal del JIAT; es el hombre que decide que constituye o no una violación contra los derechos humanos. Obviamente, no está cualificado para cumplir esta función.
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Arabia Saudí tiene todo el derecho a defender sus fronteras, pero llevar a cabo ataques aéreos que claramente no distinguen entre civiles y militantes hutíes no es el modo de hacerlo; eso es un genocidio. Probablemente el gobierno de Riad no le preste mucha atención, pero si decide leer con atención el último informe de Human Rights Watch, y si llega a adoptar algunas de sus conclusiones, sería un buen comienzo para empezar a mejorar la reputación de los saudíes en el mundo.
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