El Parlamento iraquí eligió ayer Presidente al político kurdo Barham Salih, el cual inmediatamente designó para el puesto de primer ministro al chií Adel Abdul Mahdi. Con ello se pone fin a meses de estancamiento político, después de que las elecciones legislativas de mayo dejaran un parlamento fragmentado y sin mayorías claras.
El puesto de presidente, que ha de otorgarse siempre a un kurdo, tiene unas atribuciones ante todo simbólicas. Sin embargo, en este caso la elección de Salih fue un paso clave para la formación de un nuevo gobierno, tarea que había fracasado una y otra vez desde los comicios.
Según la Constitución de Irak, Salih –un ingeniero de 58 años que ya había desempeñado cargos en el gobierno regional kurdo así como en el ejecutivo federal- hubiera tenido hasta 15 días para invitar a los candidatos del mayor bloque parlamentario a formar gobierno. Sin embargo, decidió hacerlo en menos de dos horas después de su elección.
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Desde que Saddam Hussein fuera derrocado en la invasión estadounidense de 2003, el poder en Irak ha sido compartido entre los tres mayores componentes étnico-sectarios de la sociedad iraquí.
El cargo más poderoso, el de primer ministro, tradicionalmente se otorga a un árabe chií. La portavocía del Parlamento, a un árabe suní y la presidencia, a un kurdo.
Abdul Mahdi, un antigo viceprimer ministro, que también ha ocupado las carteras de petróleo y de finanzas, ahora dispone de 30 días para formar un gabinete y presentarlo a la aprobación del Parlamento.
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Se enfrenta a la ímproba tarea de reconstruir gran parte del país, asolado tras cuatro años de guerra con los combatientes del Daesh. Otro reto es aliviar las exacerbadas tensiones étnicas y sectarias y lograr un equilibrio en las relaciones exteriores con sus dos mayores aliados: Irán y su archienemigo, los Estados Unidos.
Abdul Mahdi, de 76 años, es un economista de formación que abandonó Irak en 1969 para exiliarse en Francia. Allí trabajo para diversos think-tanks y publicó revistas en francés y en árabe. Es hijo de un respetado clérigo chií que fue ministro en la época en la que la monarquía fue derrocada, en 1958.
Será la primera vez, en la era post-Saddam, un primer ministro electo no pertenezca al partido islamista chií Dawa.
Abdul Mahdi fue nominado por dos bloques políticos rivales: por un lado el que lideran el clérico chií Moqtada al-Sadr y el primer ministro saliente Haider al-Abadi, y por otro lado el que dirigen el antiguo primer ministro Nuri al-Maliki y Hadi al-Amiri, comandante de una milicia respaldada por Irán.
Ambos bloques aseguran poseer la mayoría parlamentaria, pero dado que se han decantado por el mismo candidato esta disputa se ha vuelto irrelevante.
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“La nominación del Sr. Adel Abdul Mahdi se produjo después de que el bloque Binaa y el bloque Islah llegaran a un acuerdo para nominarle a través del consenso, con el fin de dejar de lado la cuestión de cuál es el bloque mayoritario,” anunció Ahmed al-Asadi, un portavoz del bloque Binaa, que lideran Amiri y Maliki.
Los dos son los más destacados aliados de Irán en Irak. Abadi, por el contrario, era el considerado el candidato preferido de EE.UU., mientras que Sadr se representa a sí mismo como un nacionalista que rechaza la influencia de ambas potencias.
Las disputas sobre la mayoría parlamentaria y la incertidumbre sobre la composición del nuevo gobierno habían creado tensiones en un momento en el que la opinión pública se muestra impaciente por el elevado desempleo, las deficiencias en los servicios básicos y la lentitud de la reconstrucción tras la guerra contra Daesh.
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El bloque de Sadr celebró la nominación de Abdul Mahdi. Ayer martes, el clérigo tuiteó que “Irak es más grande que el bloque más grande,” haciendo probablemente referencia al compromiso alcanzado. Abadi por su parte publicó un comunicado en el que felicitaba a Abdul Mahdi y le deseaba éxito.
“La nominación de Abdul Mahdi representa la mejor decisión para complacer a todas las figuras chiíes que estaban a punto de emprender un camino de no retorno en el conflicto,” explica el analista político Ahmed Younis, oriundo de Bagdad.
“Todos los bloques chiíes llegaron a la conclusión de que sus divisiones les podían llevar a un conflicto chií interno, lo que debilitaría su posición en Irak,” sostiene. “Ahora que con Abdul Mahdi no hay vencedores ni perdedores, todo el mundo está contento”.
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