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De la corte real al exilio: Por qué MBS quiere silenciar a Jamal Khashoggi

El escritor y periodista saudí Jamal Khashoggi (almrsl)

Jamal Khashoggi es amigo mío, así que lo que estoy por escribir carece de objetividad.

En las muchas conversaciones que hemos mantenido, y durante mucho tiempo tras pelearse con el nuevo régimen saudí del príncipe heredero Mohammed bin Salman, Khashoggi evitó activamente la etiqueta de “disidente saudí”. Se consideraba un lealista, un hijo del establishment, un periodista y veterano de la política exterior que no hace tiempo pertenecía al círculo de la corte real. En ocasiones hasta viajaba con ellos.

Enemistad eterna

Puedo citar muchos ejemplos de Khashoggi alejándose de los críticos occidentales liberales del Reino. Apoyaba – inicialmente, al menos – la guerra liderada por Arabia Saudí en Yemen. Al igual que muchos analistas árabes sunníes, pensaba que Irán había extendido demasiado su influencia en el mundo árabe sunní y que era hora de que Arabia Saudí lo hiciera retroceder.

Defendía la pena de muerte. Apoyó la ofensiva contra la corrupción – si le convencían de que era auténtica. También respaldó los intentos de diversificar y privatizar una economía dependiente del petróleo.

Pero Khashoggi se adhirió a un principio que el pequeño círculo que rodea a Mohammed bin Salman no es capaz de digerir, una cualidad que le valió su eterna enemistad. Khashoggi era honesto. No se le podía comprar. Decía lo que pensaba y dejaba claras sus opiniones.

El periodista saudí Jamal Khashoggi participa en una conferencia organizada por MEMO el 29 de septiembre de 2018 en Londres [Jehan Alfarra/Middle East Monitor].

Pensaba que el Reino sólo podía seguir un camino en el siglo XXI; una democracia paulatina liderada por una monarquía constitucional que se fuera retirando gradualmente del poder absoluto.

Temía que, eventualmente, el príncipe heredero dejara al país en bancarrota como resultado de sus vanidosos proyectos para levantar nuevas ciudades relucientes en la arena – ciudades que se quedarían vacías. Reconoció que MBS es popular entre los jóvenes, pero calculó que esa popularidad duraría hasta el momento en el que éstos tuvieran que abrir sus carteras. El periodista saudí prestó atención a los informes sobre la fuga de capitales.

Leer: La purga saudí parece ser un objetivo propio de Mohammad Bin Salman

 

El imprudente príncipe heredero

Las críticas de Khashoggi contra su propio país fueron matizadas y, sólo por esa razón, yo le considero un verdadero reformista y demócrata. Que haya sido detenido en el consulado saudí de Estambul refleja claramente el carácter y las intenciones de quienes dirigen el espectáculo en Riad.

Esta realidad disipa el muy bien financiado mito de relaciones públicas que ha atrapado a periodistas como Thomas Friedman, del New York Times, o al colega de Jamal en el Washington Post, David Ignatius, que ha alabado a Mohammed bin Salman como un reformista. Ignatius escribió que el príncipe heredero saudí estaba sometiendo a su país a una “terapia de shock”. No creo que su artículo apoyara la práctica de la lobotomía.

Sí, Mohammed bin Salman deja a muchos en shock, pero no es ningún terapeuta. Es vengativo. Es rencoroso. Es caprichoso. No tiene ningún respeto por la soberanía, el territorio, las cortes o los medios de otro país. Es imprudente. El hecho de que haya organizado este truco en Estambul, en suelo turco, indica cómo de imprudente es el príncipe heredero saudí y el pequeño círculo que le rodea.

La relación entre Arabia Saudí y Turquía se ha deteriorado constantemente desde el intento de golpe de Estado hace dos años contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Estuvo claro en qué bando estaban los medios dirigidos por el Estado saudí durante la noche del golpe de Estado. Hicieron una extensa cobertura, con comentaristas afirmando que Erdogan o había muerto o había huido del país.

Arabia Saudí observa la tragedia de Gaza. Caricatura [Middle East Monitor]

Que Erdogan había sobrevivido a esa noche fue una muy mala noticia para Riad.

El servicio de noticias del Estado saudí necesitó 16 horas para darse cuenta de que el golpe de Estado no había tenido éxito y emitir un comunicado expresando “la alegría del Reino de que las cosas hubieran vuelto a la normalidad en el gobierno de su Excelencia el presidente Tayyip Erdogan y su gobierno elegido, en línea con la legitimidad constitucional y la voluntad del pueblo turco.”

Leer: Arabia Saudí niega cualquier implicación en la desaparición de Khashoggi

 

Un momento delicado

Esos recuerdos siguen crudos, especialmente para la presidencia turca. Que Mohammed bin Salman se arriesgue a empeorar aún más la relación saudí con Turquía al capturar a un importante periodista en el territorio de Erdogan es otro indicador de cuán inestable es el próximo gobernante del Reino.

Como bien sabe Riad, obtuvo muy poco por los 300 millones de dólares que pagó, gran parte en efectivo, a políticos iraquíes de diferentes confesiones que se disputaban las últimas elecciones. También sabe que Turquía e Irán están negociando – al igual que Hashd el-Sha'ab (también conocido como las Unidades de Movilización Popular) y los grupos sunníes de Irak – sobre una nueva estructura de seguridad en zonas tradicionalmente sunníes.

Es la primera vez en muchos años que las facciones chiíes de Irak están genuinamente divididas y que no se puede lograr un acuerdo político que no se desarrolle por completo en líneas sectarias. Es un momento delicado para las relaciones turco-saudíes.

La inteligencia turca está convencida de que Khashoggi sigue dentro del edificio y lo tiene rodeado. Es vital que Turquía garantice la liberación segura de Khashoggi por razones que van más allá del propio periodista y una relación bilateral descuidada.

 

Turquía: Un refugio seguro

Aparte de albergar a millones de refugiados sirios, Turquía es hogar de miles de exiliados políticos de todo el mundo árabe.

Estambul alberga prácticamente a toda la gama de la oposición egipcia, secular e islamista. Es dónde los extremistas nacidos en Reino Unido permanecen en prisión. Suceden muchas cosas en Estambul, y más de un gobierno occidental prefiere mantenerlo así.

Si Turquía permitiera que gobiernos extranjeros realizaran secuestros en su territorio, su propia seguridad interna se deterioraría rápidamente. También perdería su importancia en Oriente Medio al suponer un refugio seguro para varios grupos sunníes de la oposición.

Aún no está claro cuánta presión está dispuesto a aplicar el Secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, con su homólogo, el ministro de Exteriores saudí Adel Al-Jubeir, sobre Khashoggi (quien reside en los EEUU y es columnista en el Washington Post). La Casa Blanca no es amante ni del Washington Post ni de la libertad de prensa.

Trump insulta y humilla regularmente al rey Salman de Arabia Saudí para obligarlo a pagar aún más por su propia seguridad.

El régimen de Arabia Saudí se traga estos insultos de Trump mientras hace todo lo contrario con naciones que considera menores, como Canadá, porque sabe que no tiene otra opción.

Khashoggi fue el primero en advertir a los saudíes del peligro de meterse en la cama con Trump. De hecho, fue la razón por la que se peleó con el régimen saudí en primer lugar, mucho antes de la cumbre Árabe Islámica-Estadounidense celebrada en Riad el pasado mayo, y del anuncio de lucrativos acuerdos de armas. Efectivamente, es demasiado tarde para que Riad atienda a las palabras del periodista, por lo que han tomado medidas desesperadas para silenciarlo.

Por más de una razón, no deberían conseguirlo.

Leer: Khashoggi: La oposición de Arabia Saudí a la primavera árabe es el motivo del caos en el país

 

Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.

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David Hearst es editor jefe de Middle East Eye. Fue corresponsal de The Guardian, antiguo editor asociado en el exterior, European Editor, Jefe de la Oficina de Moscú y corresponsal para Europa e Irlanda. Se incorporó a The Guardian desde The Scotsman, donde había sido corresponsal.

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