Tuve la suerte de conocer a Jamal Khashoggi el pasado 29 de septiembre durante su última visita a Reino Unido en una conferencia de MEMO. Me presenté como el editor jefe de un periódico electrónico árabe en Londres. Le dije que me gustaría entrevistarle en el futuro y le pedí sus detalles de contacto. Amablemente, me dio su tarjeta y agradeció mi interés en entrevistarle.
Le llamé la tarde del lunes (1 de octubre) para preguntarle si seguía en Londres, y me dijo que estaba en el aeropuerto, saliendo de la ciudad. Supuse que viajaba a Estados Unidos, por lo que no le pregunté a dónde iba. Cuando le pregunté cuándo volvería a Londres, me dejó claro que no suele alejarse mucho tiempo de la ciudad, lo cual entendí como que volvería pronto.
Al día siguiente, poco después del mediodía, me enteré de que Khashoggi había desaparecido. Al principio, me resultó difícil comprender lo que pasaba. Esperé unas horas para saber más sobre su situación antes de decidir llamar a su prometida para entrevistarla al día siguiente. Me explicó la historia de su desaparición y publiqué lo que ella me dijo.
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La noticia supuso una verdadera conmoción, especialmente después de todas las filtraciones que habíamos visto. Sigo los artículos de Jamal desde hace mucho. Nunca se opuso al régimen de su país, más bien se le consideraba como “el hijo del establishment”.
De hecho, hablé con el destacado abogado internacional argelino Saad Djebbar, establecido en Londres, y me contó que, cuando Jamal salió de Arabia Saudí hace unos dos años y llegó a Estados Unidos, “me reuní con él y me contó que estaba preocupado por su país, que las cosas iban de mal en peor en el reino, por lo que no quería volver. Jamal me preguntó si sería posible que se quedara y le dije que, legalmente, podía quedarse si tenía una inversión o trabajaba para alguna empresa. Me preguntó si existían otras excepciones para los escritores y periodistas. Le dije que la otra excepción era el asilo político. ‘No quiero oponerme a mi país, nunca lo haré’, eso es exactamente lo que dijo.”
Djebbar añadió: “También nos vimos el día antes de que se fuera a Estambul [1 de octubre]. Le expresé mi sorpresa ante la estupidez del régimen saudí por obligarle a entrar en el campo de la oposición, donde él no quería estar. Jamal me contestó de inmediato: ‘Saad, no estoy en la oposición, ni lo estaré nunca. Soy un autor independiente’.”
Aun así, Arabia Saudí trató de buscar una explicación para lo sucedido a Khashoggi, pero ninguna de las versiones sobre su muerte sonaba lógica, ya que carecían de satisfacción y credibilidad.
Si así es como va a tratarse a los periodistas en el mundo árabe, no hay modo de que la nación cuente con unos medios libres. Silenciarlos de la supuesta forma que ha circulado hará que los medios sufran una catástrofe. Ya no consiste en librarse de un individuo, se trata de la destrucción de la libertad de toda la prensa. Esto se debe a que, si los perpetradores no son responsabilizados de este supuesto crimen, podrían tomarse esto como una luz verde para continuar con estas acciones y dar ejemplo para que otros regímenes se comporten del mismo modo.Aunque, en el pasado, el reino ha intentado retratarse como un país que ayuda a otros, se ha tornado en contra de sí mismo al llevar a cabo su devastadora guerra en Yemen, su injusto bloqueo sobre Qatar, su trato hacia los activistas, su detención del primer ministro de otro país, así como de empresarios y miembros de la familia real, y ahora el caso de Jamal Khashoggi, que ha dejado a la reputación del reino peor que nunca.
Sin duda, las acciones de Arabia Saudí han puesto cierta presión sobre los aliados del reino. De hecho, parece que la relación del gobierno de EEUU con Arabia Saudí es cada vez más difícil de mantener. Esto es porque el congreso estadounidense ha adoptado una postura firme frente al caso de Khasoggi y ha rechazado las acciones del reino.
Es hora de que la consciencia de la comunidad internacional despierte y defienda la libertad de opinión en todo el mundo. Es hora de que la gente se una para defender estos derechos, para que la gente pueda estar informada y vivir en paz, ya que la ignorancia no ayuda a nadie; ni al pueblo, ni a los gobiernos, ni al sistema.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.