Antes de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su partido derechista y ultrareligioso llegaran al poder, nosotros, los palestinos, teníamos muchas dificultades a la hora de convencer al resto del mundo de que Israel no es un país moderno y democrático, tal y como afirman los sionistas. Es más bien una entidad reaccionaria, neocolonialista y basada en la religión y en la raza que no tendrá una presencia normalizada en la región hasta que todo su alrededor esté construido sobre los mismos principios. Gracias a Netanyahu, a Miri Regev, ministro de Cultura, a Avigdor Lieberman, ministro de Defensa, Naftali Bennett, ministro de Educación, y demás, nuestra misión ahora resulta mucho más sencilla - incluso muchas personas no palestinas han empezado a creernos.
Las imágenes que nos llegan de muchos países del Golfo indican que Netanyahu y sus cómplices han conseguido atraer a muchos gobernantes árabes. Aunque, durante todo un siglo, los sionistas hicieron lo posible por convencer al mundo de que nosotros, los árabes, no somos más que tribus que vagan por el desierto y que carecen de ética, cultura y civilización, parece que ahora están muy empeñados en obtener legitimidad por parte del desierto árabe. El hecho de que Miri Regev rompiera a llorar mientras entonaba el himno nacional israelí - Hatikvah - en Emiratos Árabes Unidos la semana pasada es un ejemplo.
Sin embargo, Israel acabará provocando la caída de los regímenes árabes autocráticos. El trato de Netanyahu pondrá al descubierto a los líderes árabes, lo que podría desembocar en la próxima Primavera Árabe - anticipada por muchos como más brutal que la última vez. La dependencia de las potencias extranjeras, la corrupción, el desempleo y la falta de desarrollo profundizan la desesperación y la inclinación hacia la violencia entre los jóvenes árabes.Leer: La Primavera Árabe aún no ha muerto
La obsesión de Netanyahu de ser considerado como el “hombre de los logros” es inmensa. Es un político egocéntrico y con pocas miras que quiere extraer todos los beneficios posibles del mandato del presidente de los EEUU, Donald Trump, antes de que la política interior americana cambie, sean cuales sean los resultados violentos en el futuro.
Entonces, ¿para qué necesitan a Israel estos regímenes árabes, especialmente las monarquías del Golfo? Tras colonizar nuestros países durante siglos, los occidentales libraron dos Guerras Mundiales que agotaron sus recursos y les llevaron al borde de la bancarrota. Enfrentándose a la resistencia local y al estallido de las “guerras civiles de Occidente”, no pudieron mantener la presencia de sus enormes y caros ejércitos en nuestras tierras. Así que tuvieron que encontrar una forma más barata de conseguir sus objetivos. Dividieron nuestro territorio en pequeñas secciones que llamaron Estados y facilitaron - o, en caso de necesidad, nombraron - a los locales corruptos preparados por Occidente a que nos controlaran.
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Por lo tanto, la legitimidad de estos gobernantes, a diferencia de la mayoría de los gobiernos modernos, no procede de sus ciudadanos, sino del apoyo extranjero, sea británico o estadounidense. Los gobernantes árabes consideran a Israel como el representante regional de Estados Unidos. Sin embargo, para ellos es muy importante mantener la ignorancia entre las masas en este aspecto, por lo que establecieron el hábito de atacar verbalmente a Israel, mientras actuaban del modo contrario.
Muchos de nosotros en el mundo árabe estamos divididos respecto a si la entidad colonial sionista establecida en el territorio palestino está simplemente jugando el papel otorgado por sus amos coloniales - dividir a los árabes y mantenerlos a raya -, o si está actuando por su cuenta. Sin embargo, parece que todos estamos de acuerdo en el resultado; la ocupación de Palestina ha dividido y debilitado a los árabes, algo que niegan los sionistas, que afirman que nosotros, los árabes y, en general, los musulmanes, somos corruptos por naturaleza y que ellos no tienen nada que ver.
¿Quiénes son los aliados árabes de Israel? Entre ellos encontramos a EAU, Arabia Saudí, Bahrein, Omán y otros que aún no han expresado su apoyo. ¿Qué tienen en común todos estos países, más allá de ser monarquías? Bien; ninguno cuenta con un parlamento, ni con democracia, ni con un Estado de Derecho, sus activistas y disidentes están encarcelados y han sido acusados de practicar la esclavitud. Por lo tanto, no son los aliados perfectos de un “Estado democrático”, a menos que este Estado sea uno autoproclamado como democrático, como Israel.Leer: Bin Salman a los palestinos: “Aceptad el trato de Estados Unidos o callaos”
La Primavera Árabe nos ha enseñado que Israel teme a la democracia árabe porque sabe que no es un país querido en la región. No se debe a que sea “el único oasis democrático en Oriente Medio”, según se describe a sí mismo, ni porque sea un Estado judío. Es porque ningún pueblo libre aceptaría la ocupación extranjera, en especial si va asociada con el reemplazo del pueblo autóctono por extraños que niegan su existencia, su derecho a la autodeterminación y profanan sus lugares sagrados y construyen una narrativa defectuosa, supremacista y basada en la religión que justifica que se borre la historia y la civilización de los palestinos.
Por lo tanto, Israel siempre será el aliado perfecto de los dictadores árabes que se oponen a la voluntad de su pueblo. Cuantos más “éxitos” democráticos logran Netanyahu y sus cómplices, más se acerca toda la región a la próxima ola de cambio. Este cambio no sólo afectará a las dictaduras árabes, sino también a su aliado israelí. Da igual lo que diga o haga Israel, siempre será considerado como parte integral de la alianza déspota. Caerá cuando llegue el colapso de las dictaduras árabes - que será pronto. Israel está cegado por el poder y muy pronto se encontrará con la realidad de una región que no olvida ni perdona.
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