El fracaso de las autoridades libanesas a la hora de implementar reformas que pongan freno al gasto público, que reduzcan la corrupción y devuelvan la vitalidad a los indicadores económicos está conduciendo al país hacia la bancarrota.
El segundo vicegobernador del Banco Central del Líbano, Saad Atari, advirtió esta semana de que el país ha fracasado a la hora de adoptar medidas que reduzcan el enorme déficit presupuestario y la deuda pública.
Durante una conferencia en Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, Atari afirmó que el Líbano no ha comenzado aún a fomentar una disciplina financiera, algo que es en parte atribuible al impasse político.
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Las diferencias entre las diversas formaciones han obstaculizado los intentos del primer ministro Saad Hariri por formar gobierno, lo que ha conducido a un vacío de poder.
Atari añadió que el Líbano, con sus limitados recursos, no puede impulsar su economía en base a la agricultura o a la industria, sino que necesita inversiones en áreas como las tecnologías de la información.
La economía libanesa está creciendo de un uno a un tres por ciento, contando además con la carga añadida de un millón y medio de refugiados sirios. “Esto ha causado tensiones en el mercado laboral, y los propios libaneses están sufriendo ahora el incremento del paro,” añadió.
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La deuda pública del Líbano se ha incrementado en los últimos años hasta alcanzar casi el 152% del PIB del país. El crecimiento económico es frágil allá donde escasean los trabajos, faltan infraestructuras y existe poco flujo de divisas desde el exterior.