Esta semana Italia celebra una conferencia internacional sobre Libia en Palermo, Sicilia. Italia tiene muchas razones para preocuparse por la situación en Libia, ya que la capital libia, Trípoli, está a tan sólo 500 kilómetros al sur de Sicilia y a poco menos de una hora en avión de Roma. El desastre libio afecta más a Italia que a la mayoría de países del entorno.
Italia también tiene un gran interés económico en Libia, de donde importa el 25% de su gas y cerca del 10% de su petróleo crudo, lo que aumenta la preocupación de Roma por su antigua colonia. Además, encontramos otra dimensión del problema que gira alrededor de la inmigración irregular.
Italia ha sido el punto de llegada de miles de inmigrantes legales, sobre todo del África subsahariana, que buscan protección y una vida mejor en Europa. Libia ha sido durante mucho tiempo la principal ruta hacia las costas italianas. El actual gobierno italiano - una coalición de partidos populistas y antisistema - tiene como principal prioridad el tema de la inmigración ilegal. Roma también compite con Francia por la influencia y el control de Libia, tema que lleva siendo caótico desde que el levantamiento respaldado por la OTAN expulsó a su líder, el difunto Muammar Gaddafi, en 2011.
La rivalidad italiano-francesa sobre Libia no es ningún secreto; Paris ha celebrado dos conferencias acerca del país del norte de África - una en 2017 y otra a principios de este año - a las que Italia ni siquiera fue invitada. Fue la forma que eligió el presidente francés para decir que París puede arreglárselas sin los italianos. Como señalamos en un artículo de MEMO en agosto, Italia y Francia están sumidas en un enfrentamiento diplomático para ver quién lidera la resolución del problema libio.
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Italia apoya al Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), con sede en el oeste de Libia, por dos razones básicas: las resoluciones de la ONU lo reconocen como el único gobierno legítimo, y el gigante energético italiano, ENI Gas, opera una enorme instalación en Mellitah, al oeste de Trípoli, desde donde bombea gas hasta Italia. La empresa también tiene un par de concesiones petroleras lucrativas en territorio libio; una en el desierto y otra en las aguas territoriales de Libia en el Mar Mediterráneo. Económicamente, el oeste de Libia es más importante para Italia que el este.
El sur de Libia también es crucial para Italia. La región vasta y mayoritariamente desértica es donde comienza el tráfico de inmigrantes y solicitantes de asilo. En los dos últimos años, Italia ha intentado obtener el apoyo de las tribus de la zona para disminuir el flujo de personas, con cierto grado de éxito.
Por lo tanto, la conferencia de Palermo es importante, incluso aunque sólo sea un show político. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, obtuvo un apoyo esencial por parte de Donald Trump en julio cuando propuso una reunión junto al presidente estadounidense en una conferencia de prensa de la Casa Blanca. Esto significa que Estados Unidos estará representado en la conferencia, lo que potenciará su credibilidad política.
El mariscal de campo Khalifa Haftar también asistirá. Se reunió en septiembre con el ministro de Exteriores italiano, Enzo Moavero Milanesi, y confirmó su participación la semana pasada. A pesar de que Italia no apoya a Haftar oficialmente, su presencia será vital. Mucho depende de él y de sus fuerzas en el este de Libia. A Haftar le interesa asistir; no acudir aparentaría que está desconectado de Roma.
En verano, Italia se opuso a la celebración de elecciones en Libia, que se habían acordado en la conferencia de París en mayo en la que se reunieron todos los actores políticos rivales. Italia citó razones prácticas de seguridad que cree que harían imposible la celebración de unas elecciones libres y justas. El reciente deterioro de la seguridad en Trípoli y alrededores, junto al aumento de la violencia en el sur de Libia, atestiguan esta opinión que, además, comparten muchos analistas de los acontecimientos en Libia.
Como único gobierno reconocido internacionalmente, el GNA estará representado en la conferencia por el primer ministro Fayez Al-Sarraj. Otras dos figuras importantes han confirmado su asistencia en Palermo: el jefe del Consejo Supremo de Estado en Trípoli, Adel Al-Mishri, y el portavoz del parlamento Aqilah Saleh.
Esta no será la primera vez que los líderes políticos libios se reúnen fuera del país para tratar de encontrar una solución al conflicto, a pesar de sus constantes disputas. Lo han hecho al menos tres veces en los últimos dos años. En esta ocasión, lo importante es el resultado esperado.
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Ghassan Salame, enviado de la ONU a Libia, no quedará muy impresionado con el show de Palermo, ya que es algo que ya ha visto antes. Probablemente no presentará nuevas ideas para salir del punto muerto, pero no le importa escuchar las ideas de otros, algo que siempre ha hecho. Es más probable que Salame repita lo que se ha acordado previamente, particularmente en París en mayo. Esto les dará a los italianos la satisfacción de que en Roma, al igual que en París, se alcance un acuerdo que haga a los protagonistas libios ponerse de acuerdo en algo, aunque sea en lo mismo.
Los actores regionales que compiten por la influencia en el futuro de Libia también han sido invitados a la capital siciliana. Egipto, Argelia y Túnez son los vecinos inmediatos de Libia y no pueden pasarse por alto. Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Turquía están entre los estados extranjeros más activos en Libia, aunque los libios normalmente consideran que sus acciones contribuyen a la división política.
Incluso si los diplomáticos italianos hacen sus deberes, no se espera que la reunión en Palermo brinde grandes soluciones para el conflicto libio. Sin embargo, Italia podría apuntarse algunos puntos para superar a su rival, Francia, mientras trata de reafirmar su postura ya declarado como el principal actor europeo en Libia.
Mientras tanto, los libios siguen siendo los que pagan el precio del conflicto. No esperan mucho de otro show político, independientemente de quién lo organice, por la simple razón de que no confían en sus políticos, quienes son cada vez más parte del problema que de la solución.
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