En 2011, los habitantes de la ciudad pesquera de Idku, cercana a Alejandría, al norte de Egipto, se manifestaron en contra del proyecto de British Petroleum (BP) de bombear gas a la costa, desde donde lo procesarían para su posterior envío. Muchas partes del proyecto indignaron a los activistas, incluida la proposición de que la planta de gas se construya en la franja arenosa de la playa de Idku.
Los agricultores y pescadores locales ya tenían que lidiar con los canales de alcantarillado, los rompeolas industriales que limitaban su acceso a las zonas pesqueras, y la existencia de una planta de exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL). Ahora, las instalaciones de BP pondrían en todavía más peligro su modo de vida y, probablemente, acabarían con la pesca y la agricultura de la que dependen.
Ante la propuesta de el proyecto, se formaron asambleas populares en las calles y los residentes de la zona expresaron su enfado. Documentaron otros desastres medioambientales, haciendo comparaciones con el derrame de petróleo en el Golfo de México, y advirtiendo que podría pasar lo mismo.
Sus esfuerzos dieron sus frutos; tras 18 meses de retrasos continuos, BP anunció que retiraba el proyecto. Los activistas guardaron sus pancartas y los pescadores se concentraron de nuevo en navegar sus botes. Empoderada por el levantamiento de 2011, la ciudad de Idku declaró la victoria.
En los dos años posteriores, Mohammed Morsi llegó al gobierno, fue expulsado por un golpe de Estado militar y reemplazado por el antiguo jefe de la inteligencia militar, el ahora presidente Abdul Fattah Al-Sisi. Entre el golpe y la ascensión de Sisi al poder se introdujo una nueva ley, la Ley de Protesta, que frenó enormemente el derecho de los ciudadanos a manifestarse, generando una multa de hasta 30.000 EGP (1.700 dólares) y largas sentencias de cárcel para los manifestantes que no notificaran a las autoridades antes de una protesta.
Poco después de su imposición, el proyecto de BP volvió a aparecer en la agenda. En una visita reciente a Egipto, el enviado comercial de Reino Unido incluyó Idku en su lista de lugares que visitar.
Quizá nada resume mejor la naturaleza de la política egipcia actual que la historia de Idku y BP: inversiones de multinacionales protegidas por el gobierno de Egipto y respaldadas por el británico. Lo más triste es que el pueblo de Idku, como el del resto de Egipto, se llevará muy poco o nada de los beneficios de estos acuerdos.
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