El 17 de diciembre marca el octavo aniversario de la llamada “Primavera Árabe”, que se inició en Túnez antes de extenderse por toda la región de Oriente Medio y África del Norte (MENA). Aquel día de 2010 Mohamed Bouazizi se prendió fuego a sí mismo después de una simple pelea con un agente de policía, haciendo estallar así la revolución tunecina (“del jazmín”) y, accidentalmente, poniendo en marcha un acontecimiento que aún afecta a toda la región. Bouazizi murió a causa de sus heridas en enero de 2011, sin saber lo que había sucedido en su país y en otros Estados en los que millones como él compartían dificultades similares, como la falta de libertad, la burocracia estatal, la corrupción, la dificultad económica y la pobreza crónica.
Mohamed Bouazizi era un vendedor ambulante de 26 años con un acceso limitado a los mercados de su ciudad natal, Sidi Bouzid, en el centro de Túnez; vendía frutas y verduras para ayudar a su familia. Su encontronazo con varios agentes de policía corruptos a primera hora de la tarde aquel fatídico día no era nada nuevo, pero aquella vez llegó demasiado lejos. El acoso y la intimidación policiales eran parte de la lucha a la que estaba acostumbrado Bouazizi. En aquel momento, Túnez estaba gobernado por agencias de seguridad corruptas y crueles que competían entre ellas.
LEER MÁS: Ghannouchi: “Todo el mundo debería participar en la reforma de Túnez”
El joven era uno de los muchos que vendían sus productos en las calles de Túnez, aparentemente, sin licencia (aunque los oficiales locales insistieron después en que no se requería ninguna licencia). Esta clase de comercio es común en la región MENA, con la que jóvenes desesperados, sobre todo graduados universitarios sin trabajo se buscan la vida por sus propios medios. Pero, ¿quién puede cuestionar la legalidad de algo en una sociedad dirigida por gobiernos corruptos, en las que la pobreza es el denominador común para la mayoría de los ciudadanos?
Bouazizi nunca hubiera imaginado que su protesta contra una injusticia local provocaría una conmoción que fue más allá de la región MENA e inspiró a millones de personas. Su nombre se asoció con las protestas, con el poder del pueblo, con la guerra civil, con el cambio político, con la interferencia extranjera y con una larga lucha que sigue en pie en muchos países árabes.
El levantamiento que se produjo tras su muerte obligó al presidente de Túnez, Zine El-Abidine Ben Ali, a huir a Arabia Saudí el 14 de enero de 2011. El pueblo de Egipto inició su propia protesta contra el presidente Hosni Mubarak, obligándole a dimitir dos semanas después. Mientras que la Revolución Árabe en Bahréin fue frustrada por la intervención militar de Arabia Saudí; Libia, Siria y Yemen entraron en guerras civiles que, hasta el momento, han obligado a huir a millones de personas, acabado con la vida de miles y generado destrucción y miseria entre sus ciudadanos.
Siete años después, los tunecinos parecen haber recorrido un camino tumultuoso para lograr una democracia casi estable, aunque sigue sufriendo dificultades económicas y otros problemas sociales. La tasa de desempleo se estima en un 15,5% del total de la fuerza de trabajo de una población de menos de 12 millones de personas. El paro entre los jóvenes es particularmente peligroso, situado en el 35%. El Banco Mundial describe el paro juvenil en Túnez como un “enorme problema” al que se enfrenta el país.
LEER MÁS: Los profesores de Túnez protestan contra los bajos salarios
La libertad de expresión, incluidas la libertad de expresión y de reunión pública, ha florecido desde la revolución. Sin embargo, la situación económica y la de seguridad han empeorado, obligando a los sucesivos gobiernos a asignar recursos ya escasos para hacerles frente.
En los últimos cinco años, Túnez ha sufrido una media de un atentado terrorista al año en lugares turísticos y edificios del gobierno, produciendo casi 200 víctimas y heridos. Los atentados contra turistas son un duro golpe para la economía, ya que el turismo es la fuente del 10% de los empleos y del mismo porcentaje del producto interno bruto de Túnez.
Durante el mismo tiempo, más de 3.000 ciudadanos tunecinos, hombres y mujeres, se han desplazado a Siria, Irak y el país vecino, Libia, para unirse a grupos terroristas como el Daesh o Al-Qaeda. Algunos de sus hijos y los cuerpos de los asesinados siguen atrapados en un limbo legal en Libia, como relató MEMO en agosto.
Antes de 2011, Libia solía proporcionar empleo a miles de trabajadores tunecinos y acceso a sus bienes de consumo, más baratos y altamente subsidiados. Sin embargo, desde el levantamiento que expulsó a Muammar Gaddafi, Libia ha sido una fuente de problemas para sus vecinos, incluido Túnez. Las oportunidades de trabajo en Libia y las importaciones desde sus mercados se han agotado, y muchos jóvenes tunecinos, sobre todo en las zonas cercanas a la frontera, han recurrido al contrabando para llegar a fin de mes. Las florecientes ciudades mercantiles del sur de Túnez, como Ras Jedar o Tatouine, cerca de la frontera libia, sufren ahora una situación desesperada, ya que dependían de Libia para el trabajo y el comercio. Son comunes las manifestaciones cada vez que la frontera se cierra por cualquier razón.
LEER MÁS: ¿Podrá algún día Libia unificar a su ejército?
Puede que la “Primavera Árabe” llevara el tan necesitado cambio a Túnez, pero no resolvió los problemas económicos que fueron la fuerza impulsora de estos levantamientos. De hecho, los disturbios civiles han frenado las muy necesitadas inversiones extranjeras. En lugar de generar prosperidad y paz, ahora hay aún más pobreza, incertidumbre, terrorismo y hegemonía occidental.
Mohamed Bouazizi no tenía ni idea del impacto que tendría su auto-inmolación, por lo que es injusto culparle de los acontecimientos en Túnez, Libia o Siria. Sin embargo, el pobre vendedor ambulante siempre será asociado a la “Primavera Árabe” y a sus consecuencias, tanto buenas como malas. Hay que de decir que en su país natal, la Revolución del Jazmín que estalló con su sacrificio no ha conseguido la prosperidad económica y los empleos que necesitan desesperada la mayoría de tunecinos.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen a su autor y no reflejan necesariamente la política editorial de Monitor de Oriente.