La visita sorpresa a Siria del presidente sudanés, Omar Al-Bashir, para reunirse con Bashar Al-Assad ha generado más preguntas de las que responde. ¿Por qué no se hizo un anuncio oficial? ¿Por qué viajó en un avión militar ruso? ¿Y de qué hablaron exactamente ambos líderes?
Lo que es seguro es que esta visita ha puesto de manifiesto que Sudán está dispuesto a actuar unilateralmente en defensa de sus propios intereses y a ignorar la política regional colectiva de sus vecinos. En noviembre de 2011, Siria fue expulsada de la Liga Árabe por no poner fin al derramamiento de sangre provocado en su brutal represión contra las protestas civiles, la cual ha causado más de 400.000 víctimas y el desplazamiento de más de 11 millones durante los 7 años de conflicto.
Ciertas fuentes informadas predicen que, en las próximas semanas, Sudán irá un paso más allá y retirará a sus ochocientas mil tropas de Yemen, poniendo fin a su rol estratégico contra los rebeldes hutíes. Está por ver qué ha sido lo que ha precipitado este esperado anuncio, aunque la presencia de tropas sudanesas en Yemen ha sido un asunto espinoso discutido durante bastante tiempo por el gobierno de reconciliación y el parlamento en Jartum.
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Sin embargo, a pesar de las esperadas consecuencias con los Estados del Golfo, la visita de al-Bashir parece haber estado motivada por varios factores. Entre estos se incluye el hecho de que, a pesar de las promesas de inversión, ninguno de los aliados del Golfo de Sudán, a excepción de Qatar, han mantenido su palabra en un momento en el que la crisis económica del país se profundiza.
Los analistas sudaneses afirman que el reciente anuncio de Arabia Saudí de que formará una alianza para controlar el Mar Rojo ha sido la señal más clara hasta el momento de que Riad pretende monopolizar la riqueza mineral del Mar, explorada recientemente junto a Sudán, y establecer un corredor de seguridad para evitar la entrada de embarcaciones “no autorizadas”, navales o mercantes. Jartum ha considerado esto como una decisión cuyo fin es permitir que Sudán desarrolle la zona del Mar Rojo con propósitos turísticos, pero reducir cualquier posible ambición de establecer na base militar en su costa con sus aliados rusos y turcos.
También parece obvio que Al-Bashir está mandando un mensaje claro de apoyo a la idea de que el presidente sirio tenga un papel en la Siria post-conflicto. Sudán nunca ha apoyado la expulsión de Al-Assad del poder, aunque sí respaldó las sanciones impuestas por la Liga Árabe contra Damasco. La decisión de Sudán de convertirse en un aliado público del líder sirio es un buen augurio por relaciones que siempre han sido muy fuertes, aunque esto deja una nube sobre las opiniones de política exterior de Sudán con sus aliados del Golfo. Cabe decir que Sudán no ha cerrado su embajada en Siria durante el conflicto, ni tampoco ha roto sus lazos o ha ordenado el cierre de la misión diplomática siria en Jartum.
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Sin embargo, existe una verdadera preocupación acerca de que el apoyo de Sudán a Al-Assad pueda significar que la historia está a punto de repetirse. En 2003, tras el segundo conflicto del Golfo, Sudán apoyó a Saddam Hussein en Irak y el país sufrió las consecuencias políticas y económicas. Después de la guerra, Kuwait y otros países del Golfo dejaron de contratar a ciudadanos sudaneses y cortaron todas sus inversiones y ayudas. En aquel momento, Kuwait era un importante inversor en el sur del país, antes de que Sudán del Sur emergiera como un Estado independiente, mientras que Irak no tenía ningún tipo de inversión en Sudán.
De nuevo, no es casualidad que Rusia estuviera dispuesta a facilitar una reunión entre ambos líderes, ya que pretende legitimar su papel como mediador más que como protagonista en Siria. La decisión de llevar desde Jartum a Damasco al primer líder árabe en un avión militar ruso a reconocer la presidencia de Al-Assad fue extremadamente significativa. Esto no sólo hace que Sudán viole una política oficial de la Liga Árabe, sino que pone al país a la vanguardia de una actitud cambiante hacia el presidente sirio.
Rusia también ha hecho promesas a Sudán de que Al-Bashir espera que Moscú cumpla, en especial la finalización de una planta de energía nuclear y una gran inversión para extraer residuos de petróleo en el este del país. Sudán también pretende renovar sus recursos militares, y no hay duda de que el cooperar con Moscú podría dar sus frutos en ese aspecto.
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En ese sentido, ambas partes han firmado 14 acuerdos de cooperación en distintas áreas, incluido el petróleo, los minerales y la banca. Los acuerdos incluyen una concesión para la empresa rusa Rus Geology para que explore en el Bloque E57 sudanés en busca de petróleo, y otro para el mareo geológico de la zona de Jebel Moya, en el estado de Korodofan Norte. Varios informes no confirmados afirman que Rusia ha depositado 1.260 millones de libras en el Banco Central de Sudán para tratar de estabilizar la moneda del país, que se ha desplomado un 85% frente al dólar estadounidense.
Sólo quedan dos años para las próximas elecciones generales de Sudán, en las que se espera que Al-Bashir gane su tercer mandato como presidente tras hacerse una enmienda en la constitución. El enviado saliente de la ONU, Staffan de Mistura, y los ministros de Exteriores de Turquía, Rusia e Irán, han intentado preparar una nueva constitución sirio. Se trata, por lo tanto, de un momento importante para que Sudán y Siria expresen la esperanza de la posibilidad de una nueva fase en las relaciones inter-árabes, basada en un respeto mutuo a la soberanía nacional y a la no interferencia en los asuntos internos. Sin duda, el resto de la Liga Árabe, así como los miembros de la ONU, estarán pendientes de cuánto tardan en desarrollarse y aplicarse nuevos principios en el terreno.
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